Es la estufa la que dice si hay nuevo Papa
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El signo más visible de la inminencia del conclave se tendrá cuando, desde el techo que corona la Capilla Sixtina, desde el lado contiguo a la plaza de San Pedro, se verá recortada contra el cielo la chimenea de la estufa en la que se quemarán las papeletas del escrutinio para la elección del pontífice.
En realidad las estufas – ambas en hierro fundido – son dos, y en estos días los obreros de la “Floreria” vaticana las han sacado de sus cajas de madera y las han colocado en la esquina a la izquierda de la Capilla Sixtina, en la parte anterior a la cancela, y en la parte opuesta al altar sobre el que se coloca el Juicio Universal de Miguel Ángel.
Junto a ellas, los obreros han montado ya el enrejado metálico que sostiene la chimenea de la estufa, el cual se monta en cuanto se sabe la fecha segura del conclave.
La estufa más antigua, de forma cilíndrica cónica es casi un metro de alta, se remonta al año 1939 y es en la que de verdad se quemarán las papeletas en las que cada cardenal pone el nombre de su candidato a la sede de Pedro. Sobre la tapa superior se graban, con el auxilio de un punzón, las fechas de la elección y los nombres de los últimos seis pontífices, desde Pío XII hasta Benedicto XVI.
Pero, dado que el humo producido por estas papeletas no sería suficiente para producir un humo que pudiera ser visto desde fuera y reconocerse con seguridad como blanco – si se ha producido la elección con los votos necesarios – o negro – en el caso de que la votación no haya alcanzado el quórum suficiente – en el año 2005 se añadió otra estufa. En esta, con dispositivos adecuados, se creará el humo “correcto” para el resultado del escrutinio.
Tal y como lo prescribe el n. 66 del Ordo Rituum Conclavis que prevé, en el caso de que se produzca la elección: “Conviene con todo que esta vez, con el consejo de los técnicos, se haga salir al exterior humo blanco, la llamada ‘fumata blanca’, como signo de la elección del nuevo Sumo Pontífice”.
Esta segunda estufa fue una idea de Juan Pablo II, quien añadió también el sonido de las campanas de San Pedro para confirmar la fumata blanca y manifestar la alegría por la elección del Papa, elementos experimentados por primera vez en la elección de Benedicto XVI en 2005.
Hasta entonces, antes del inicio del conclave, para verificar el correcto funcionamiento de la estufa, se usaba también la fumata “amarilla”.
Obtener el humo negro, según las crónicas, era más fácil cuando las papeletas estaban llenas de sellos de cera: se añadía un poco de paja húmeda y ya era suficiente.
En aquellos tiempos, la fumata blanca servía para dar, desde el Quirinal, que era el palacio de los papas, la señal al cuerpo de guardia para que disparara las salvas y anunciase a toda Roma la elección de su nuevo obispo y Papa.
A pesar de todas las precauciones, sin embargo, a menudo se creaban dudas sobre las fumatas.
Un falso anuncio se produjo en 1958: el patriarca de Venecia Angelo Giuseppe Roncalli, el papa Juan XXIII, fue elegido el martes 28 de octubre por la tarde después de varios escrutinios, pero el humo del primer escrutinio del domingo había parecido blanco a todos durante varios segundos, de forma que partió el “flash” de la elección por parte de varias agencias de prensa. Pero después el humo comenzó a ennegrecerse y se volvió a la espera.
Cuando fue elegido Juan Pablo I, durante mucho tiempo hubo incertidumbre sobre el color del humo que salía de la Capilla Sixtina. Lo mismo sucedió con Benedicto XVI, pero en este caso, para despejar las dudas, se pensó en el sonido de las campanas de San Pedro.