El jesuita italiano Spadaro presenta “Curarse de la corrupción”, un libro del cardenal Bergoglio
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“Curarse de la corrupción” es el título de la reflexión del cardenal Bergoglio publicada en Buenos Aires el 8 de diciembre de 2005 y publicada ahora en italiano, con un prólogo del ex procurador nacional de la Comisión antimafia y actual Presidente del Senado italiano Pietro Grasso. El libro se presentó ayer en la sede de la revista “La Civiltà cattolica” en Roma.
En la presentación intervinieron el padre Antonio Spadaro, director de la revista; Lucetta Scaraffia, profesora de la Universidad La Sapienza de Roma y columnista de L'Osservatore Romano, Luigi Ciotti, presidente de Libera y Lorenzo Fazzini, director de EMI, la casa que ha traído los libros de Bergoglio a Italia.
“Luchar contra la corrupción significa para el papa Francisco luchar contra las raíces de la crisis de Occidente” que es económica, pero no solo. Es la opinión del padre Spadaro, como conclusión de un itinerario que parte de la visión eclesial de Jorge Mario Bergoglio. Según Bergoglio, la enfermedad espiritual de la Iglesia es la autorreferencialidad: “si la Iglesia se encierra en sí misma, autorreferencial, envejece”. Y la autorreferencialidad, subrayó Spadaro en referencia al pensamiento de Bergoglio, nace de la “muralla de una ideología defensiva” que ve al mundo como un enemigo, desde un corazón “enrocado en la satisfacción de su autosuficiencia que no se deja cuestionar”. Es el fruto, según el papa Francisco de un “corazón corrompido”.
“El libro sobre la corrupción del papa Francisco – advirtió Spadaro – es un libro de teología y espiritualidad, no un análisis sociológico”. De hecho la corrupción se identifica con el “cansancio de la trascendencia”, en ser indulgente con una “frivolidad mucho más grave que un pecado de lujuria o de avaricia” porque el hombre así de frívolo “elimina a Dios de su vida”.
El corrupto vive “recluido dentro de sí mismo e impide las relaciones humanas verdaderas: tanto que no tiene amigos sino, como dice Bergoglio, sólo cómplices, 'tontos útiles'”. Y esto vale también dentro de la Iglesia, cuando la vida consagrada se convierte en una forma de “mundanidad espiritual” que el papa define como “el mayor peligro, la tentación más pérfida, incluso peor de la lepra infame”.
Expresiones fuertes que evidencian, según Lucetta Scaraffia, “el aspecto 'severo' del papa Francisco que se traduce en un no 'hacer rebajas' ante un itinerario de ascesis espiritual”. La corrupción, de hecho, “hacer aceptable el pecado en el alma de cada uno, pero también en el conjunto de la cultura”. En esto, la profesora universitaria entrevé una gran complementariedad con la del papa Ratzinger, a pesar de que sean “tan distintos por su background cultural”. “Benedicto XVI – subrayó Scaraffia – nos ha dado los instrumentos para leer la corrupción en la cultura que nos rodea, mientras que Francisco nos dice que ésta está también dentro de nosotros y cómo hacer para combatirlo”. En esta complementariedad es el signo de la “riqueza de la Iglesia, en la que existen sensibilidades distintas que en el pasado dieron vida a las grandes órdenes religiosas y más recientemente a los movimientos”, riqueza que no se percibe desde fuera, sino que “por desgracia se contrapone a Francisco con Benedicto”.
La corrupción es, por otro lado, un pecado social, como recordó don Luigi Ciotti después de detenerse en el análisis que Bergoglio hace de la corrupción como “cerrazón y resistencia del alma al compromiso y al cambio”, que nace de un corazón que “prefiere el realismo del 'menos' a la promesa del 'más'”. Se trata de un pecado de “no corresponsabilidad” porque no basta con “conmoverse ante las tragedias, es necesario moverse”. La lucha contra la corrupción necesita según Ciotti ante todo una “gran inversión educativa y cultural” en el tema de la reciprocidad, del estar unidos en la búsqueda del bien común para todos. Porque de lo contrario la corrupción se convierte en “el caldo de cultivo del crimen organizado”. “Nadie – afirmó el presidente de Libera – puede huir del presente”. Es necesario “habitar el tiempo” y “este tiempo necesita esperanza, como ha recordado el papa Francisco”. “Pero también nosotros – concluyó Ciotti – podemos ser signos de esperanza a través de la corresponsabilidad”.