Madeleine Delbrêl descubrió la relación entre el compromiso social y oración de una manera muy original
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Publicamos esta preciosa carta de monseñor Agustín Cortes por cortesía de nuestro partner la delegación de MCS del obispado de San Feliu de Llobregat
Madeleine Delbrêl nació el 24 de octubre de 1904 en Mussidan, Francia, y murió el 13 de octubre de 1964. No recibió de su familia ninguna educación religiosa.
Toda su vida se vio dominada por una gran inquietud social, que le llevaba constantemente a preguntarse cómo cambiar el mundo y cómo superar tanta injusticia.
Estudió Filosofía y Letras en la Sorbona adentrándose en los ambientes intelectuales de París. Al descubrir la tremenda incoherencia del mundo que le rodeaba, pierde la débil fe que tenía: según sus palabras, gritó: “Dios ha muerto, viva la muerte”.
Se enamoró de un compañero de estudios, J. Maydieu, que al cabo de un año le deja para entrar en el noviciado de los dominicos.
Este abandono, la enfermedad de su padre que acaba ciego, el trabajo ímprobo de su madre para salir adelante, provocan en ella el ansia de “una verdad”, que le permitiera seguir viviendo con sentido y esperanza.
Busca en el cristianismo y, contra toda previsión, queda entusiasmada con santa Teresa de Ávila. Se compromete a seguir el consejo de la santa: buscar la verdad “orando de rodillas cinco minutos cada día”.
En un diálogo con jóvenes estudiantes confesará: “Quedé deslumbrada por Dios y sigo estándolo”.
Este hallazgo, a sus 20 años, fue determinante en su vida. Es inevitable la pregunta: ¿cómo pudo una joven, tan volcada sobre la cultura moderna y la cuestión social, sintonizar con el pensamiento de una mística del siglo XVI, como santa Teresa? ¿Qué halló en ella?
Las Carmelitas Descalzas de Puçol han publicado su último libro divulgativo de las obras de la santa, Amor con amor. Páginas escogidas de Las Moradas de Teresa de Jesús.
Como es sabido, Las Moradas, también llamado El castillo interior, viene a ser una exposición, a base de sugerentes imágenes, del camino seguido por la experiencia de oración de la autora; por tanto, también el camino o el viaje del amor y del descubrimiento del propio “yo” en el Espíritu.
El interés de la pregunta sobre Madeleine Delbrêl y santa Teresa, estriba en que están en juego dos grandes cuestiones, relacionadas entre sí: ¿en qué consiste la oración auténticamente cristiana?; ¿cómo la podemos discernir?
Por otra parte, ¿qué relación tiene la oración cristiana con el compromiso y la acción social?; ¿no son en la Iglesia unos los que oran y otros los que se comprometen socialmente?
Madeleine Delbrêl encontró en santa Teresa el secreto de la verdadera oración.
La santa viene a decir que la oración en el Espíritu no es propiamente una elevación hacia arriba, lejos de la tierra, ni tampoco una mirada hacia abajo, como un recurso para cambiar el mundo, sino un movimiento en profundidad: la experiencia radical de amor, desde la profundidad de nuestro ser.
Hace falta por tanto andar un camino que nos permita simultáneamente aprender a amar (dejarse amar) y alcanzar ese lugar más profundo y personal, la morada más íntima, el corazón que diría san Agustín, desde el cual hacerlo.
En ese lugar, donde más sentimos la necesidad de amar y ser amados, hallamos al Dios de Jesucristo. Y es en ese lugar donde, unidos a Jesucristo, descubrimos el mundo concreto, con todas sus bellezas y fealdades, sus luces y sus contradicciones, sus logros y sus sufrimientos.
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En su libro Ville marxiste Madeleine escribió:
(Teresa de Jesús me enseñó que) “Podemos amar a Dios como amamos a una persona. Esta verdad, recibida gratuitamente, la debo dar también gratuitamente: se la debo a Dios, que me la ha dado; se la debo a los hombres, que me la han mostrado. El amor apostólico es una obra de justicia”.
El cardenal Veuillot, que había seguido de cerca la trayectoria de Madeleine Delbrêl, lamentaba en su cama del hospital no haber podido cumplir su promesa de prologar su libro La alegría de creer, pero aún pudo dictar a modo de agradecimiento este mensaje:
“El secreto de la vida de Madeleine es una unión tal con Jesucristo que le permitía todas las audacias y todas las libertades. Por eso su caridad pudo hacerse concreta y eficaz para todos los hombres.”
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