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Fernando de Haro: Seamos serios a la hora de usar la palabra “persecución”

Un cristiano egipcio llora junto a los restos ensangrentados de la Iglesia de Al-Qiddissine de Alejandría, tras un atentado con bomba, 2 de enero de 2011

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Alvaro Real - publicado el 09/04/13
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Los cristianos son incómodos porque no siguen la lógica del poder

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Cristianos y leones, reciente libro de la editorial española Planeta dedicado a la persecución de los bautizados en todo el mundo, sale a la venta hoy en este país. Se trata de el relato estremecedor y apasionante de la persecución que causa 100.000 muertos al año.
 
Su autor, Fernando de Haro explica a Aleteia el porqué de esta persecución y analiza la situación de los cristianos en Oriente Medio, África, China, India o Corea del Norte, donde en estos momentos, “hay 40.000 cristianos internados en los kwanlisos”.
 
– 100. 000 cristianos mueren al año. ¿Por qué?

Fernando de Haro: Las causas de esta gran persecución son muy diversas. Y es difícil precisar una sola. Es necesario asomarse a la complejidad del momento que vive el planeta para poder responder. Pongamos el caso de Iraq,  donde vivía,  hasta el comienzo de la Segunda Guerra del Golfo, una de las minorías de bautizados  más relevantes de Oriente Próximo. Tuve ocasión de conocerla cuando hice una serie de reportajes Bagdad durante los años 90. Vivían tranquilos. Ahora el éxodo está siendo masivo y la presencia cristiana en esas tierras puede desaparecer. Los cristianos son perseguidos porque son incómodos tanto para los chiitas como para los sunníes que luchan por implantar un proyecto hegemónico. Los bautizados son las víctimas del enfrentamiento entre Irán y Arabia Saudí. Algo que ocurre en muchos países de mayoría islámica. Pero la persecución en Iraq no tendría las dimensiones que tiene si Occidente no hubiera comenzado la guerra de 2003. A la lucha de poder entre las dos corrientes más seguidas de cierto islamismo político hay que añadir la torpeza de Estados Unidos, y en parte de Europa, que en nombre de unos valores abstractos han sacrificado a una minoría que era esencial para la paz.

Si hablamos de la India, país en este momento decisivo para el futuro del mundo, hay que hacer referencia al nacionalismo hinduista y su lucha con el islam. Si nos detenemos en China, la gran potencia asiática que disputa el liderazgo a Estados Unidos, hay que examinar el  capitalismo de Estado del régimen comunista que no puede tolerar ciertas libertades. Los fenómenos son muy variados. Pero hay dos rasgos en común. La persecución más violenta suele producirse allí donde hay un proceso de cambio importante: donde hay choque de poderes o donde un poder quiere imponer su proyecto. Y en esa situación los cristianos, como lo fueron durante el siglo I, suelen ser incómodos. Porque no siguen la lógica que quiere imponer el poder.

Lo sorprendente, y eso es lo que querido mostrar en el libro, es que en esas circunstancias tan difíciles aparece el testimonio de vidas bellísimas que no quieren renunciar a la alegría de ser cristiano. Me gustaría que del libro, al lector, le quedara la sorpresa llena de positividad de esas vidas que me ha cautivado a mí.
 
– En Occidente, a veces da la sensación que a los medios de comunicación  no les interesan las persecuciones a cristianos. Se hablan de faltas de libertades pero no de la libertad religiosa. ¿Existe libertad religiosa en el mundo?

Es difícil responder a esa pregunta porque las situaciones son muy diferentes. En cualquier caso, yo no me he ocupado en el libro de la libertad religiosa en general sino de la libertad de los cristianos, de la libertad de la Iglesia o de las iglesias. Y son dos cosas diferentes. Pero no quiero dejar de responder la pregunta. La negación de la libertad religiosa se ha convertido en una norma en el Sur de Asia, en Próximo Oriente y en África del Norte. En el ranking de los países con menos libertad religiosa, China está en lo más alto Hay un primer nivel de persecución: es el nivel de los que se juegan la vida. El de los que tienen que escoger entre ser fieles al bautismo o verse privados de derechos civiles fundamentales o incluso de la vida. Y en esa circunstancia se encuentran importantes zonas del planeta. Es el caso de China, de Corea del Norte, de algunas partes de la península arábiga, de ciertas regiones de África (Sahel, Niger, etc) y de algunos países de Oriente Próximo.

Hay un segundo nivel de restricción de la libertad de la Iglesia. En este caso la libertad se entiende como un derecho privado o íntimo. Y no están tutelada la dimensión social y pública que conlleva ser cristiano. Esto sucede en muchos países de mayoría islámica, en alguno de los regímenes comunistas que aún perviven y en ciertas zonas de América Latina. Lo preocupante es que esto avance en Europa cuando se prohíbe, por ejemplo, exhibir signos cristianos. Y ahí tenemos la última sentencia del Tribunal de Estrasburgo que impide a una enfermera llevar un crucifijo.

Y hay un tercer nivel que es una restricción cultural. Ese  ese poder del que hablaba Pasolini: un poder sobre la conciencia que pretender reducir el cristianismo a valores, a ética. Es lo que impera en Occidente. Occidente no suele ocuparse de la persecución de los cristianos porque la cuestión no cabe en los esquemas ideológicos habituales: no es tema de derechas o de izquierdas. No da votos, no da dinero. No tiene que ver con el cambio climático ni con el género pero tampoco es clasificable como un producto del “choque de civilizaciones” que tanto les gusta o les gustaba a algunos conversadores.
 
– Son muchos los países en los que muestras que “los cristianos están en el centro de la historia”. En Oriente Próximo, por ejemplo, cada vez hay menos cristianos…

El caso de Oriente Próximo es muy sangrante. Bernard Levy, que es un agnóstico, ha escrito a propósito de este tema que “cuando el mundo árabe prescindió de los judíos y de su memoria, se cometió un crimen irreparable. Si ahora se le priva de sus cristianos, si se hace sufrir a las últimas comunidades católicas capaces de rezar en la lengua de Cristo lo que se hizo sufrir a los descendientes de las tribus de Israel, será, no solo para él, sino para el mundo, una nueva pérdida total, una nueva ruina espiritual y moral, un nuevo desastre civilizatorio y cultural”.

 ¿Cuál es el desastre moral? Hay varios. El primero es que la desaparición de los cristianos en Oriente Próximo supone un atentado contra la fe. Porque, como nos han señalado los tres  últimos papas, el cristianismo no es una doctrina ni una moral sino un acontecimiento que comenzó en un determinado momento de la historia y que ha seguido presente desde entonces. Sin continuidad en los lugares en los que apareció la fe, es fácil que acabe convirtiéndose en un sistema de ideas o en un sistema ético. Y luego hay un desastre para la convivencia, las minorías de cristianos egipcios o caldeos, no hablemos de la libanesa, han sido fundamentales para que no avanzara la restricción de las libertades.

En Europa tenemos un problema para comprender este fenómeno. Porque a menudo adoptamos un esquema neo-conservador que demoniza  al islam. El islam no es el problema, el problema es el islamismo. Hay un islam del pueblo que es realmente religioso. Hay que escuchar más a las iglesias orientales y menos a los predicadores del choque civilizatorio.  “Hay un doble error –explicaba Guitton-. Como se piensa que el cristianismo en mayoritario en Occidente se concluye que no puede aspirar a ser minoritario en Oriente. Y, así, se tiende a transformar a los cristianos orientales en protegidos de los occidentales, lo que les expone a mayores peligros”.

– En África, las persecuciones vienen por el Islam Radical. Lo estamos viendo, por ejemplo esta semana con el obispo de Bangassou en República Centroafricana, monseñor Juan José Aguirre. Sabe que en cualquier momento puede morir- ¿El corazón se conmueve al investigar y contar estas historias?
 
Exacto. Estas páginas están llenas de nombres, de  hombres y mujeres que sufren atentados, que tienen que dejar sus casas, que saben que van a morir. Son fieles, son pacíficos. Son, en muchos casos pobres de solemnidad, pero son grandes y te hacen reconocerte a ti mismo grande. Es sorprendente que en muy pocos casos hayan respondido con violencia.

Te confieso que al meterme en sus vidas, al recrearlas, me he sentido muchas veces conmovido. Al escribir tienes que ensimismarte, que intentar averiguar o imaginar lo que se le ha pasado por la cabeza a alguien que está en un campo de concentración o a punto de morir. No me avergüenzo confesarlo, hay muchas veces que me he conmovido hasta las lágrimas. Pero ahora el Papa Francisco ha dicho que eso es bueno ¿no?
 
– En América Latina son las sectas, los pandilleros, o la guerrilla y los contrabandistas. ¿Por qué molesta tanto un cristiano?

El asunto de América Latina es apasionante y muy doloroso. Me gustaría hacer una investigación más profunda. Tuve ocasión de conocer de primera mano, al grabar un documental en Caracas, lo que supone la presión del chavismo. También lo viví de cerca en Bolivia donde el indigenismo ejerce una presión insoportable. Me gustaría viajar a determinados sitios, pasar tiempo escuchando y viendo  lo que sucede en algunas zonas de México. Pero para eso haría  falta algún patrocinador generoso. Este sería un buen tema para un nuevo trabajo.

América Latina es hija del catolicismo y de otras tradiciones como la tradición liberal. Pero eso no impide que el catolicismo, vigoroso como en pocos lugares del planeta no esté amenazado. Sufre la amenaza de un laicismo propio del XIX,  que todavía sigue muy vivo,  a la que hay que añadir la de los nuevos populismos. El indigenismo ideológico, el de salón, no el que está con los indios en las selvas de Perú, quiere reducir al cristianismo porque el cristianismo afirma que no todas las culturas son iguales. El catolicismo, que siempre es aliado de la razón, afirma que una cultura debe ser sometida a criterios de juicio universales y que su vocación es abrirse, desde lo particular, al mundo. Y eso el indigenismo no lo soporta porque es pre-ilustrado.

Las sectas son otro problema. Las sectas le plantean un interesante reto al catolicismo. El cristianismo para ser auténtico tiene que ser sometido a prueba, tiene que demostrar que sirve para vivir el presente. Si la gente no ve utilidad existencial en el catolicismo lo abandona. Es lógico. No hay que tener miedo a la libertad.
 
– Ahora que esta tan de moda, desgraciadamente Corea del Norte. ¿Allí hay cristianos? ¿Cómo viven?
 
Corea del Norte es uno de los países del mundo en el que la persecución es más cruenta. La información es confusa. Se estima que hay 40.000 cristianos internados en los  kwanlisos,  campos de concentración en los que mueren uno de cada cuatro internos. Enfermedades como la neumonía y la tuberculosis están muy extendidas, pero no hay tratamiento médico para los prisioneros. Se ven obligados a trabajar enfermos y, si no son capaces de trabajar, son enviados a los sanatorios a esperar la muerte. También son frecuentes las torturas, violaciones y ejecuciones extrajudiciales.

Los cristianos del país para poder celebrar misa tienen que esconderse en “iglesias domésticas”. Corea del Norte no es una broma, es un tierra de terror donde se han detectado muchos casos de canibalismo. Como en la Ucrania de la época de Stalin. 

– Una última pregunta. ¿Te perseguirán por escribir este libro? ¿Quedarás marcado?

No lo creo. Hay que ser muy serio al utilizar la palabra persecución.  En ocasiones se utiliza de un modo frívolo para disimular la dificultad que tiene cierto  cristianismo  de estar al  aire libre, en una sociedad plural,  expresando de forma comprensible y amigable la experiencia de la que nace. A veces, en España, utilizamos la palabra persecución de forma superficial: para no admitir que no hemos sido capaces de retar la libertad de los otros, para no aceptar que lo que decimos es incomprensible para quien no sabe nada de la fe. O lo que es peor, porque en el fondo  soñamos con un cristianismo hegemónico y vemos frustradas nuestras utopías. Tenemos mucho que aprender de los que realmente son perseguidos. 
 
 

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