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Libertad religiosa en Europa: la vocación especial de la reconciliación

El cardenal Peter Erdö, arzobispo de Esterzgom-Budapest

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Chiara Santomiero - publicado el 14/05/13
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Entrevista al presidente del Consejo de los episcopados europeos

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Una relación de las actividades desarrolladas y un calendario lleno de compromisos futuros en los que destaca el seminario en colaboración con el Patriarcado ecuménico de Constantinopla que se desarrollará en Estambul el 17 y 18 de mayo con el tema de la libertad religiosa después de 1700 años del Edicto de Milán de Constantino: son estos los argumentos del primer encuentro de la presidencia del Consejo de las Conferencias Episcopales Europeas (CCEE) con Papa Francisco.
 
Se ha reunido con el Papa el presidente del CCEE, el cardenal Péter Erdő, arzobispo de Esztergom-Budapest, y el vicepresidente, el cardenal Angelo Bagnasco, arzobispo de Génova y mons. Józef Michalik, arzobispo de Przemyśl. Durante la conferencia de prensa que ha seguido al encuentro, se ha afrontado el tema de la libertad religiosa en Europa y en el mundo,
 
La presidencia del CCEE destacó la llamada de los obispos de Bosnia Herzegovina para que se asegure el derecho a los católicos de volver a su tierra de origen veinte años después del final del conflicto en la ex Yugoslavia y ha expresado su honda preocupación por la suerte de los dos metropolitas ortodoxos raptados en Siria hace algunas semanas. Al final de la rueda de prensa, el cardenal Péter Erdő ha profundizado con Aleteia en algunos de los aspectos afrontados.
 
¿Hay un deber específico de reconciliación entre los países que la Iglesia europea está llevando adelante?
 
Card. Péter Erdő:  Es una vocación especial de la Iglesia católica que, en cuanto universal, no es una Iglesia nacional. A la luz de nuestra fe podemos apreciar la existencia de distintas naciones, distintas lenguas y culturas porque son expresión de la experiencia histórica de varias comunidades y contribuyen al progreso de la humanidad entera. Si apreciamos la variedad de las plantas o de los animales de diversas especies en cuanto a que manifiestan la riqueza de la Creación, tanto más la variedad de las lenguas y de las naciones humanas son verdaderamente preciosas. Si un hombre apreciar la propia cultura como don de Dios, debe reconocer también el valor del otro, respetar al otro.

Hay, por tanto, un significado teológico en la base de nuestro esfuerzo de reconciliación. Estamos convencidos, además, que este es una de las contribuciones más importantes que la Iglesia puede dar a Europa, al refuerzo de la conciencia europea que hoy todavía es escasa en sus ciudadanos. Una conciencia que desprecia los valores culturales que nos unen y afirma que todo esto ha pasado, una conciencia demasiado globalizada, no puede convertirse en una ayuda para Europa.

Europa tiene la característica de ser rica en muchas naciones, diversas culturas y todas estas se han desarrollado también en base al cristianismo y por tanto tenemos una vocación especial. Las naciones son preciosas pero no tanto que justifiquen un comportamiento nacionalista, un comportamiento que define la propia identidad contra otros y limita la posibilidad de la coexistencia.

Desde esta perspectiva la serie de actos de reconciliación iniciada hace décadas entre polacos y alemanes, proseguida después por la Iglesia polaca y la Iglesia ortodoxa rusa o la greco-católica en Ucrania, continua y se extiende. Hay mucho que hacer, por ejemplo, en los Balcanes: hemos tenido una asamblea general muy bella en Tirana y una sesión común con la Conferencia de las Iglesias Europeas (KeK) en Belgrado. Hemos estado, además, en numerosas ocasiones en Sofía, ya que Estambul es uno de nuestros puntos de referencia, Es necesario continuar este diálogo con las demás confesiones cristianas.
 
La próxima asamblea plenaria del CCEE de octubre en Bratislava se dedicará a “Dios y el Estado. Entre la laicidad y el laicismo”: ¿Cuál debe ser la relación entre la religión y el Estado?
 
Card. Péter Erdő: En las antiguas obras legislativas hay siempre un capítulo introductorio en el que el legislador se coloca en medio del cosmos. En el código de Hammurabi, por ejemplo, en la introducción está escrito que el legislador desciende de tal divinidad y así justifica su obra. O bien en el derecho romano, el código de Justiniano comienza con la profesión de fe. También las leyes de San Esteban en Hungría empiezan con la expresión de fe. Sucesivamente las Constituciones nacionales no inician ya con las profesiones de fe, pero hacen referencia a valores generales. No basta sólo la voluntad de un cierto número de personas que puede fundar un Estado sino que todo debe referirse a un conjunto de valores más grande.
 

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