Celebrado en el norte de Italia un congreso sobre los 50 años de la Sacrosanctum Concilium
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La Constitución conciliar sobre la divina liturgia Sacrosanctum Concilium fue el primer texto aprobado por los padres conciliares el 4 de diciembre de 1963. No se trató de una simple coincidencia sino más bien, como observó Benedicto XVI “comenzando con el tema de la liturgia, el Concilio puso de manifiesto la primacía de Dios, su prioridad absoluta”. Cincuenta años después de la promulgación del documento, el XI Congreso litúrgico internacional de Bose, organizado como cada año por la comunidad monástica presidida por Enzo Bianchi en colaboración con el Departamento para los bienes culturales eclesiásticos de la Conferencia Episcopal Italiana, quiere explorar la actualidad y los problemas abiertos por una reforma litúrgica aún en marcha.
Una reflexión tanto más urgente cuanto que la liturgia, en los últimos veinte años, de “lugar de comunión” ha pasado a ser “lugar de conflicto, contraposición, deslegitimación de unos y otros, de acusaciones que se nutren en una lógica sectaria y no conforme con el espíritu del Evangelio”. De ello está convencido el prior de Bose, Enzo Bianchi, quien en su presentación dividió los cincuenta años del post concilio y de la reforma litúrgica en dos periodos: el primero, hasta 1990, en el que se registra una “recepción convencida” de la reforma litúrgica y otro, en los años posteriores hasta hoy, en que se pasa al contrario, de una “estasis” a una “desconfianza” hacia la reforma que lleva a una “interpretación restrictiva” y también a una “corrección” del camino ya recorrido. El culmen de esta nueva fase de la recepción es para Bianchi, la instrucción Liturgiam authenticam, promulgada en 2001 por la Congregación para el culto divino.
La liturgia es el lugar, afirmó el prior de Bose, de la experiencia de la Palabra y del Espíritu, pero al mismo tiempo “lugar que sigue siendo humano, humanísimo, en el que el hombre entero, en su unidad de cuerpo, psique y espíritu, es sujeto de la experiencia de Dios que viene al hombre”. Sólo con una atención y una inteligencia que sepa “captar la humanidad de la liturgia” es posible “acoger en ella el misterio de la fe”.
En particular, el prior de Bose expresó preocupación por la persistente dicotomía entre la liturgia y la oración cristiana que empobrece a ambas. De hecho, “la liturgia corre el riesgo de ser prevalentemente 'rito' y la oración 'devoción'”, mientras que la liturgia debería ser huella e inspiración de la oración personal, haciendo más presentes los tiempos del año litúrgico, como pide la propia Sacrosanctum Concilium. ¿Por qué en Italia, pregunta Bianchi a modo de ejemplo, las diócesis y sus oficinas litúrgicas, cuando hay una asamblea diocesana o de presbíteros o de religiosas, en lugar de celebrar la liturgia de las horas, “prefieren fabricar, incluso con dilettantismo, liturgias en las que no se es capaz de expresar una lex orandi?”. Incluso en momentos relevantes como el último Congreso eclesial nacional de Verona en el año 2006, en la hora del ocaso, se prefirió “una celebración con imágenes que aparecían en una pantalla a la celebración de Vísperas”.
Sobre esto, para Bianchi, debería concentrarse en el futuro próximo el empeño de las Iglesias locales, apelando también a la responsabilidad de los operadores litúrgicos y pastorales que “de hecho no reconocen a la liturgia la cualidad de fuente de la teología, de la espiritualidad y en consecuencia de la pastoral”. De ello deriva una espiritualidad cada vez más “narcisista” “individualista”, “preocupada por proporcionar soluciones terapéuticas” que, como tales, son un elemento que obstaculiza la participación en la liturgia de la Iglesia, que es “participación activa cuando puede alimentar, es decir, ser acogida como alimento en la vida de fe del creyente”.
Otro vínculo que hay que poner de manifiesto en las tareas para el futuro próximo es, para el prior de Bose, el que existe entre liturgia y evangelización, a pesar de que “la impresión es que se ha tomado el camino contrario” como lo ponen de manifiesto las escasas referencias contenidas en las Orientaciones pastorales de la Conferencia episcopal italiana para la década 2010-2020 “Educar en la vida buena del Evangelio”. Es necesario afinar la sinergia entre liturgia y misión – reconociendo a la primera un carácter de fuente respecto a lo que la Iglesia vive – y sin embargo sigue habiendo entre ellas una oposición de hecho.
“Pero si no somos capaces de mostrar esta evidencia en el tejido de la acción eclesial – pregunta Bianchi -, ¿por qué nos lamentamos después de la escasa relación que los creyentes tienen con la eucaristía dominical?”. ¿No deriva más bien del hecho de que “la liturgia no es sentida como anuncio de la buena noticia, como comunicación del Evangelio, sino que se vive más bien como algo que le toca al cristiano, como una especie de obligación que forma parte de la vida cristiana pero que no es la fuente de la misma?”.
“Habría que plantear esta y otras preguntas – concluyó Bianchi – que no son retóricas, sino que en mi opinión serán precisamente las respuestas que se den a ellas las que marcarán itinerarios decisivos para el futuro de la Iglesia”.