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Migrantes de paso por México: una prueba del amor cristiano

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El Observador - Jaime Septién - publicado el 27/08/13
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Entrevista al padre Alejandro Solalinde, dedicado a los extranjeros en Oaxaca

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Con motivo del descarrilamiento del tren que transporta migrantes conocido como  “La Bestia” ocurrido el 25 de agosto y que dejó un saldo de 6 muertos y 18 heridos, Aleteia-El Observador platicó con el sacerdote Alejandro Solalinde, un hombre comprometido con la protección de los extranjeros que cruzan México para llegar a Estados Unidos.

El padre Solalinde ha sido durante muchos años un luchador incansable para lograr un trato justo a los migrantes centroamericanos de paso por México; lucha que le ha costado una buena cantidad de amenazas en contra de su vida por parte de grupos de tratantes y de “coyotes” que llevan gente hasta el otro lado de la frontera.

Es reconocido internacionalmente como coordinador del albergue “Hermanos en el Camino”, en el Estado mexicano de Oaxaca, una de las rutas de “La Bestia”, el tren que descarriló el domingo pasado, dejando un saldo de seis migrantes hondureños muertos.

Sobre este hecho, el padre Solalinde criticó la negligencia de las autoridades mexicanas que no han adoptado mecanismos de protección para los indocumentados centroamericanos y que, como en el caso de “La Bestia”, el descarrilamiento pudo haber sido evitado.

“Digo que fue provocado porque quitaron elementos de la vía que llevó al descarrilamiento; pero independientemente de todo eso, hay una negligencia, una omisión y una responsabilidad del Gobierno Federal. Varias veces lo hemos denunciado, pero parece que al Gobierno no le ha importado la situación de los migrantes”, dijo Solalinde a los medios de comunicación.

¿Qué evidencia el descarrilamiento de “La Bestia”?

Es una prueba más de la vulnerabilidad que experimentan en México las personas migrantes del sur continente. Es la evidencia de la negligencia de autoridades federales, en concreto del Ejecutivo, pues desde el 24 de febrero del 2011 los legisladores de México –por unanimidad– pidieron se expidiera un permiso de 180 días para  que las personas migrantes pudieran atravesar el territorio mexicano sin arriesgarse a tomar las rutas clandestinas controladas por grupos criminales y servidores públicos corruptos. Se contemplaba que si Estados Unidos no los aceptaba, hubiera un plan “B” con los Gobiernos de origen para ofrecer alguna alternativa para ellos.

Esto desgraciadamente se vio impedido porque al hacer la Ley secundaria del Reglamento Migratorio, el Ejecutivo  federal negó todo permiso, poniendo más obstáculos para entrar que los que nos pide Estados Unidos a los mexicanos.

Lamentablemente todo volvió a quedar en la misma situación: los pobres son los que terminan en el tren, exponiéndose a descarrilamientos y extorsiones.

¿En qué ha fallado la autoridad mexicana?

Los temas migratorios no son una prioridad para el Gobierno, tanto la Ley Migratoria como la Constitución mencionan que las autoridades son responsables de la integridad de las personas que estén en territorio nacional, independientemente de su estatus migratorio. Todo esto revela el poco interés de las autoridades federales.

Como católicos, ¿qué debemos hacer?

Debemos entender que son nuestros hermanos. Para nosotros es una prueba de nuestro amor cristiano y guadalupano. En Honduras también aman a la Virgen de Guadalupe, es la misma Madre, son los mismos hijos, los mismos pobres.

Es el tiempo de cerrar filas en torno al valor de la persona, Jesús dio la vida por el ser humano y con eso nos demostró que somos más importantes que el dinero, pero la sociedad actual ha puesto en segundo lugar al ser humano. Nos tiene que doler la tragedia humanitaria que están sufriendo nuestros hermanos y hermanas.

¿Han recibido apoyo los albergues de la región para atender a los heridos?

Gracias a Dios, la dimensión pastoral de la Movilidad Humana está dando una buena respuesta en Tabasco con Fray Tomás Gonzalez; también la Diócesis de Coatzacoalcos está intentando dar soluciones, y pienso que aún falta coordinar más, pues no estamos preparados para una eventualidad de este tamaño.

¿Cuál es el reto?

Quiero decirles que en México vivimos un momento de abrir bien los ojos, de hacer un análisis de la realidad tan cruel que vivimos, de cómo la violencia se ha extendido y cómo la paciencia de la sociedad civil se está agotando.

Vemos la incapacidad del Gobierno y la necesidad de aliarse con la Iglesia para asumir la responsabilidad de la situación de los de abajo. Es el momento de hacerlo, México es un polvorín que en cualquier momento puede detonarse en una situación mayor.

Es tiempo de que como Iglesia demos una respuesta pastoral adecuada, seamos sensibles, oír a todos, pero sobre todo a los grupos más vulnerables. Si nos decimos católicos debemos centrarnos en el Reino de Dios, ese es el proyecto  de Jesús y si viviéramos ese proyecto tendríamos un México muy distinto.

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