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¿Me mandará Dios al hombre perfecto?

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Aleteia Team - publicado el 05/09/13
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Si rezas mucho, Dios te mandará al Príncipe Azul que estabas esperando. O tal vez no.

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“Y vivieron felices y comieron perdices”. Pocas historias terminan con un “cliché” mejor que éste, tan famoso y tan usado, que generaciones de cuentos de hadas, películas de Disney y comedias románticas los han utilizado con mucho éxito al modelar la idea generalizada de una relación perfecta. Las mujeres, especialmente, son muy vulnerables a esta forma de pensar, porque la sociedad tiende a identificar lo romántico con las audiencias femeninas. Esto no es diferente en la cultura popular cristiana – las mismas reglas y las mismas tendencias románticas se alientan a las mujeres cristianas jóvenes. Aunque hay dudas sobre si los enfoques de esta “espiritualidad romántica” son bienintencionados, ya que tienen un efecto más siniestro sobre las jóvenes de lo que se sospecha.
 
Un cosa común entre las mujeres cristianas jóvenes es considerar a Dios como un casamentero espiritual. Esto no quiere decir que los varones no tienen también las mismas expectativas – pero la cultura popular cristiana atribuye el romance “regalado” por Dios específicamente a las chicas. No hay que buscar mucho para encontrar ejemplos de esto. Una frase popular que va y viene en las redes sociales afirma que “si tu bailas con Dios, Él cederá el turno de baile al hombre perfecto”. Estas palabras se usan mucho poniendo como fondo la imagen de una pareja en una especie de éxtasis romántico mientras miran las estrellas o bailan en París.
 
¿Cuál es exactamente el problema aquí? Después de todo, no es malo que una joven esté entusiasmada con su fe y ponga su confianza en Dios. No hay nada malo en tener fe en un Dios que cumpla nuestros deseos más íntimos y nos conduzca a una vida santa y bella, pero el marco de este pensamiento se vuelve problemático cuando la relación total con Dios se construye solamente sobre la base de una promesa de que Él proveerá al “hombre perfecto” que toda chica está esperando, siempre y cuando rece lo suficiente cada noche. De esta manera, se puede encontrar no distinguiendo entre el verdadero espíritu de oración y las propias expectativas de que el deseo se cumpla.
 
La situación se vuelve más complicada cuando consideramos el concepto de “hombre perfecto”. ¿Cuál es exactamente el pensamiento de una joven cuando parece escuchar la promesa de que recibirá al hombre perfecto si reza a Dios? Las expectativas construidas durante años de fiel oración pueden ser devastadoras cuando se produce el encuentro con un ser humano normal, con fallos. Una vez escuché describir al “hombre perfecto” como “una mezcla de príncipe azul y san José”. Es más, muchas jóvenes están ansiosas por encontrar a San Príncipe y no pararán hasta hacerlo. San Príncipe es el equilibrio perfecto entre la piedad y el romance – un verdadero modelo entre el cortejo y el noviazgo, nunca sobrepasando los límites y siempre centrado en Dios. San Príncipe no suele pecar, no discute y nunca pone en peligro la relación por ser mediocre y humano. Gracias a Dios, San Príncipe no existe.
 
Sin embargo muchas jóvenes cristianas están convencidas de que sí existe, gracias a cierta teología endeble que pinta a Dios como un casamentero personal, y no como el infinito Creador de todo el universo. Esto no quiere decir que pedirle a Dios cosas personales esté mal. “Pedid y se os dará” es el sello distintivo de las interacciones bíblicas entre la humanidad y Dios. Sin embargo, debe haber un poco de perspectiva. De todas las ricas lecciones que existen en la teología cristiana, esta noción de Dios como una especie de “servicio urgente de paquetería” esponsal no debería ser tan común entre los jóvenes como realmente es.
 
En el fondo, las mujeres que se enamoran con este concepto de romance idílico están buscando ilusiones. Están abocadas a la decepción porque el hombre perfecto, el que pedía en sus oraciones, no aparecerá. No es ninguna sorpresa que las tasas de divorcios (incluso entre las parejas religiosas) sean más altas que nunca. Estas parejas se enfrentan a un posible fracaso de su relación por culpa de la creencia, que dura años, de que los problemas o las discusiones son un signo seguro de que la relación está a punto de desmoronarse.
 
Esta guía espiritual que enfatiza el romance deja al final a una generación de mujeres confusas, heridas y olvidadas que no entienden por qué sus oraciones no han sido respondidas. Ha habido una preocupante falta de comunicación entre la vida real y la fe en Dios. En una sociedad cada vez más secularizada, los creyentes deberían animar a sus jóvenes a desarrollar un enfoque más profundo y completo de su relación con Él.
 
En resumen, casamiento y mortaja del cielo bajan, pero Dios es mucho más que un casamentero.
 
 
 

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