En los últimos años han aparecido varias grandes obras que tienen la fe en el eje de su argumentoEl novelista español, el contemporáneo, tiene una sola pregunta pendiente: ¿podemos hablar de Dios? Desde 1955 –desde La mujer nueva, la novela católica y renovadora de Carmen Laforet (Barcelona, 1921-Madrid, 2004), más allá de la fama de Nada–, la literatura española prácticamente ha dado la espalda a la confesionalidad católica, a lo que un día se llamó la novela militante, la que se interrogaba a la manera de Paul Claudel: ¿qué es creer?
Sin embargo, aunque el número de novelas propiamente católicas –más allá de las denominadas espirituales– es escaso, es cierto que en los últimos veinte años, desde 1994, es posible repasar, al menos, una docena de grandes novelas que tienen la fe en el eje de su argumento. Diversas, marcadamente diferentes, algunas están firmadas por autores católicos, algunos a la manera de Unamuno, o incluso ateos.
Estamos hablando de Gustavo Martín Garzo, Miguel Delibes, Fanny Rubio, Eduardo Mendoza, Francisco González Ledesma y Álvaro Pombo, además de Jesús Sánchez Adalid y Pablo d’Ors, dos destacados sacerdotes y novelistas, los más importantes de cuantos escriben hoy día. A ellos hay que sumar otros escritores más desconocidos, como Miguel Aranguren, Enrique Álvarez o Pablo Bujalance, entre otros.
Es cierto que la frase “hoy no se escribe novela católica” la seguimos oyendo en boca de muchos lectores, pero no es del todo justo –admitiendo el reducido número de ellas– dar por cierta la frase sin más matices. “Para encontrar una novela religiosa interesante y potente, hay que remontarse a Chesterton o a Paul Claudel. Es decir, ¿qué novela religiosa hemos leído? No hay, no existe”, afirma d’Ors, que acaba de publicar, precisamente, su novela más abierta y directamente –todas en cierto modo lo son– católica.
En beneficio de los autores españoles contemporáneos, habría, no obstante, que matizar que ya parten de una desventaja patente: tampoco en la segunda mitad de siglo XX, y marcando a la generación posterior, ha habido en la literatura española una notable novelística religiosa. Sin embargo, no todo es –ni mucho menos– silencio.
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