La Iglesia puede ayudar si hay voluntad de diálogo
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Entrevista con Mons. Diego Rafael Padón Sánchez, Arzobispo de Cumaná y Presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana
– Ha estado usted en Roma junto con otros miembros de la Conferencia Episcopal Venezolana y han sido recibidos por el Santo Padre, ¿qué le han dicho al Santo Padre?
La entrevista con el Papa Francisco, el pasado 26 de septiembre, fue ocasión para ratificar la filial adhesión del Episcopado venezolano a la persona y magisterio del Santo Padre. Le hablamos del significado y proyección del Concilio Plenario de Venezuela, de nuestra unidad como Iglesia y de nuestras preocupaciones por la situación del país.
– El Santo Padre pidió a la Iglesia en Venezuela ser una Iglesia cercana y abierta a todos, que promueva la paz y la reconciliación en el país. ¿Es eso algo novedoso?
En efecto así es, y el Papa nos insistió tanto en la cercanía con el pueblo como en el rol mediador de la Iglesia para el diálogo entre los diversos sectores del país y, en definitiva, entre las partes llamadas «oficialismo» y «oposición».
– Para que haya diálogo tiene que haber dos interlocutores, la Iglesia está dispuesta al diálogo, pero no siempre ha sido fácil entablarlo y cuando lo ha habido, ha quedado a menudo en promesas y palabras. ¿Diría que la situación está mejor hoy en día?
Diría que se ha iniciado un camino. Es decir, se han dado los pasos desde ambas partes para un encuentro o encuentros y se ha abierto una puerta que, meses atrás, estaba cerrada. En ese sentido me atrevo a decir que la relación Iglesia-Gobierno ha mejorado. El Gobierno sí reconoce a la Iglesia como interlocutora y, después de nuestro último encuentro, también como mediadora entre las partes antes mencionadas.
– ¿Y la oposición?
Muchas veces y en muchos países la Iglesia en su papel mediador y conciliador es criticada por miembros de ambos bandos, que querrían que tomara partido por unos u otros… También con los líderes de la Oposición hemos tenido varios encuentros y diálogos. Dado que actuamos con libertad de criterios, en favor del pueblo en general y no de un sector en particular, no percibo que seamos objeto de crítica por dialogar con unos y con otros. Lo seríamos si no dialogaramos con ninguna o con una sola parte.
– El 7 de octubre se ha cumplido un año de la reelección del fallecido presidente Hugo Chávez. Este último año ha sido agitado para el país. Al fallecer el presidente después de una larga enfermedad y haber sido sustituido por Maduro, no sin protesta por parte de la oposición. ¿Cómo es su balance de este último año? ¿Ha cambiado algo?
Evidentemente que ha habido cambios, empezando porque Maduro no es Chávez. En segundo lugar, porque aunque el Presidente Maduro se ha empeñado en llamarse «hijo de Chávez» y seguir sus pasos, su gobierno es un nuevo ejercicio. Para él todo es nuevo y él es nuevo en todo. Hasta ahora el balance es claramente negativo. Los planes del Presidente Maduro son planes de emergencia, basados quizás en un dicho venezolano: «Como va viniendo, vamos viendo». En otras palabras, me parece que sus planes son respuestas inmediatas a cada situación.
– Nos llegan noticias alarmantes de falta de productos de todo tipo, también de uso primario como pueden ser alimentos y objetos de higiene… Anecdótica quizá fue la falta de vino de misa porque faltaban botellas para almacenarlo. ¿Es la situación tan drástica como la pintan?
Claro que sí. Es drástica, porque hemos pasado de ser un país exportador a un país que todo lo importa. Hemos pasado de ser un país donde había de todo a un país donde escasean los productos más elementales. Pero no puedo seguir hablando de escasez, porque está prohibido.
– Venezuela era un país rico, ¿sigue siéndolo?
Ud. ha dicho muy bien «era» un país rico, lo sigue siendo en la capacidad de la gente, en la riqueza de sus tierras, en la abundancia de recursos del subsuelo. Pero es pobre en los medios y sistemas de producción. Hoy Venezuela no produce casi nada. Repito: todo lo adquirimos, incluso a precios altos, fuera del país. Por otra parte, la moneda nacional está muy devaluada. Por eso, aunque haya más dinero en la calle, la gente está más pobre; la gente siente que el dinero no le alcanza.
– Todavía más preocupante son las noticias sobre la violencia en el país. La Iglesia también se ha visto afectada por este problema. Las instalaciones de la Conferencia Episcopal en Caracas fueron asaltadas nueve veces en un plazo de dos semanas. Un botón de muestra en un país donde se cuentan 19.000 muertos anuales por violencia. ¿Hay palabras para eso? ¿Se puede detener esa ola de violencia?
No solamente la Iglesia católica, otras Iglesias también se han visto afectadas. Pero no es eso lo más grave, sino que hoy no hay prácticamente familia alguna que no tenga que lamentarse de algún hecho de violencia. En eso si somos todos iguales. La violencia no distingue entre oficialistas y oposición ni entre capitalistas y socialistas. Sin embargo estoy convencido de que ese cuadro social puede cambiar y va a cambiar. Los planes que ha implementado el Gobierno son insuficientes. No basta atacar los efectos o los síntomas sino las causas.
– Por no hablar solo de las cosas más tristes, la JMJ en Brasil estaba llena de jóvenes venezolanos, una ola de color que se hacía notar y en noviembre se realizará, en Maracaibo el Congreso Misionero Latinoamericano. Hay pues movimiento y vida en la Iglesia venezolana ¿Qué supondrá, qué traerá la celebración del Congreso Misionero en Maracaibo?
Sí, no todo es oscuridad. En medio del dolor y la tristeza de una situación tan dura, los jóvenes, en general, no se han resignado. En particular los jóvenes de la Iglesia han tenido el coraje para enfrentar los retos que se les presentan. A pesar de la situación económica tan adversa, en la JMJ participaron 6.000 jóvenes venezolanos. Tan elevado número es un signo de esperanza. Lo que más trasmiten los jóvenes de la Iglesia es audacia y esperanza. El pueblo católico está orgulloso de sus jóvenes. Lo mismo va a suceder en el Congreso Americano Misionero. Con la ayuda de Dios va a ser un extraordinario evento en el Año de la Fe que nos impulsa a todos a dar testimonio por la coherencia de vida, solidaridad y misión. Esto es, en parte, lo que nos dejará el CAM a la Iglesia y al país.