Los obispos se preguntan cómo debe llevarse a cabo la misión en ambientes de violencia
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Comenzó la 96 Asamblea Plenaria de la Conferencia del Episcopado Mexicano con una rueda de prensa para los representantes de los medios de comunicación; en ella, en nombre de los obispos del país, el cardenal Francisco Robles Ortega, arzobispo de Guadalajara (presidente); el obispo de Zamora, Javier Navarro (vicepresidente); y el obispo auxiliar de Puebla, Eugenio Lira (secretario), dieron a conocer los principales tópicos de la asamblea y de los planes de la CEM para el 2014.
Compartieron los tres temas centrales del trabajo a realizar en el próximo semestre: la nueva evangelización como respuesta a los desafíos de la secularización, el congreso continental mariano para involucrar a más Iglesias de América en la misión y la visita Ad limina que los obispos mexicanos harán al papa Francisco el próximo año.
Sin embargo, el tema que acució la prensa fue el de la denuncia que desde hace meses han venido realizando diferentes obispos del país sobre el clima de violencia, criminalidad y corrupción en el país. Ambiente en el cual el gobierno pastoral de los obispos se ve coartado y que exige una mayor sensibilidad hacia el consuelo, el acompañamiento y la búsqueda del perdón y de la paz solidaria.
En la rueda de prensa el cardenal Robles Ortega advirtió que los obispos mexicanos no están reunidos para abordar de manera exclusiva el tema de la violencia: “El tema de la asamblea no es el tema de la violencia e inseguridad; pero para llevar a cabo la evangelización se hace un discernimiento sobre la realidad interna y el entorno, el contexto donde realiza su misión. Allí el tema de la violencia es considerado, por eso entra colateralmente, no es el tema central”.
El arzobispo tapatío insistió en aclarar que los obispos consideran “que no hay una acción que apunte al sector eclesiástico, sacerdotes y obispos, como objetivos del crimen organizado” y aseguró que en los casos de sacerdotes desaparecidos o muertos se ha comprobado que el crimen obedeció a móviles ajenos a la operación del de bandas delictivas.
Por su parte, Javier Navarro adelantó que los obispos de Michoacán y Guerrero realizarán una intervención ante el episcopado nacional en torno al tema: “no trataremos de la violencia, sino cómo la misión debe llevarse a cabo en ambientes de violencia”. Recordó que los obispos han apoyado al pastor de Apatzingán, Miguel Patiño, quien ha denunciado a detalle la problemática social que advierte. Y reconoció que la denuncia de su homólogo “es una amplificación de las voces de mucha gente que se siente indefensa, desprotegida, que ha tenido que lamentar muchos atropellos sin que finalmente vea que priva la ley y el respeto de la vida humana”.
Navarro fue categórico al rechazar que existan amenazas hacia los ministros ordenados de la Iglesia católica: “Ni los obispos ni sacerdotes estamos perseguidos, estamos realizado el trabajo evangelizador en situaciones de más violencia que en otros estados. Los obispos de Michoacán y los sacerdotes no estamos amenazados por ningún grupo; sí corremos los riesgos de cualquier ciudadano al querer transitar de un lugar a otro, porque nuestra labor es visitar comunidades, alentando y consolando a los pueblos. Tenemos en claro que el riesgo que corremos es el que corre toda la gente. Tenemos claro que en nuestra labor no tenemos por qué pactar con ningún grupo criminal y que a nuestras autoridades hay que hablarles con la verdad desde nuestra perspectiva de pastores”.
Parte de los riesgos de este clima enrarecido se explicitan en el caso de la iglesia de Vista Hermosa donde cierto colectivo impide la gestión episcopal de Navarro a través de un párroco legítimo: “El 8 de octubre di su carta de cese como administrador parroquial al padre Ricardo que atendía la parroquia de Vista Hermosa. En mi carta no me refiero a ningún grupo porque no hay ningún grupo criminal detrás; me refiero a que fuerzas contrarias a la vida de fe y a la organización y estructura pastoral han influido para que su servidor el obispo de Zamora no haya podido nombrar un párroco en Vista Hermosa. Nombré uno el 3 de enero, pero no pudo llegar por amenazas; nombré otro el 18 de marzo, y el 19 alguien empleando la fuerza, lo despidió. Pretendí empezar el proceso para nombrar por tercera vez uno el 31 de agosto y luego nos llegaron llamadas intimidantes. Descubrimos que no se trata de un grupo organizado de crimen sino de un grupito que empleando los mismos métodos y recursos nos quería hacernos desistir de proveer otro párroco”.
El obispo zamorano también recordó el caso del sacerdote Santiago Álvarez Figueroa: “Un sacerdote de mi diócesis de Zamora fue desaparecido el 27 de diciembre del año pasado y hasta la fecha no tenemos ninguna noticia, ninguna pista”.
En este panorama, el obispo dijo que parte de lo que la Iglesia local desea hacer frente a esta incertidumbre es “consolar a la gente, orar e invitarles al perdón”. También tienen previsto en el próximo 1° de enero durante la Jornada de Oración para la Paz trabajen específicamente en su difusión pues la desean “potenciar más que otros años porque pareciera que el contexto de violencia se recrudece”.
En esta voz conjunta de alivio por no ser los blancos del crimen organizado los obispos sienten por ello una mayor responsabilidad frente al panorama; mientras todos los órdenes de gobierno, ciudadanos comunes, empresarios, comerciantes, políticos, policías, profesionistas, empleados, estudiantes, amas de casa, campesinos, rancheros, transportistas y feligreses sí son coaccionados por el crimen, amenazadas sus familias, corrompidos por el dinero, atemorizados en su vida cotidiana o francamente eliminados a voluntad de bandas criminales, el orden eclesiástico tiene una posición felizmente privilegiada para consolar y acompañar a los traspasados por el flagelo de la violencia y para buscar caminos de reconciliación y pacificación en un ministerio que hoy más que nunca exige entregar la vida por las ovejas.
Artículo publicado por Felipe Monroy, director de Vida Nueva México, en El Observador