A menudo confundimos bendición con éxito o prevención de dificultades
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Dios ha asegurado que llenará de bendiciones a todos aquellos que le aman. “Bendito el hombre que confía en el Señor…”, dice el profeta. “Venid benditos de mi Padre…”, dice después Jesús.
Pero ante esta promesa de bendición repetida de manera reiterada en la Biblia, ¿qué entender?
A menudo se confunde bendición con éxito o prevención de dificultades: ¿por qué se nos presentan problemas si amamos al Señor, luchamos por vivir en sus sendas y oramos insistentemente día y noche?
Existe un movimiento religioso que ha difundido que a quien ama a Dios y cumple su voluntad nada malo le puede pasar.
Se suele abusar de la Palabra de Dios y utilizar frases como “la Sangre de Cristo tiene poder” o “me cubro con la Sangre del Señor” para pensar que de una manera mágica dicho sellamiento nos protegerá contra todo aquello a lo que normalmente se ve sometido el ser humano.
Mal utilizada, la Sagrada Escritura puede ser profundamente manipuladora y hacer creer cosas que ella no quiere decirnos, como buscar protección con el libro sagrado abierto en el Salmo 91 en la sala de la casa.
Bendición y éxito no están emparentados. Si hubiera que identificar los dos términos, entonces habría que concluir que Jesús no fue un bendecido por Dios ya que su obra fue un aparente fracaso a los ojos del mundo.
También los que aman a Dios se enferman, tienen dificultades y mueren, pero no por eso vamos a afirmar que no son bendecidos por el Señor.
La bendición debe entenderse más bien como el acompañamiento que hace Dios para que, en medio de las tormentas, el barco de nuestra vida llegue a puerto seguro.
Es la certeza de que aunque la senda pueda ser tortuosa y llena de obstáculos, aun así todo aquel que ama a Dios y cumple sus mandatos cuanto emprenda tendrá un buen final (Cf. Salmo 1).
Dios no promete que el proceso estará libre de dificultades y dolor, sino que el resultado final sí hará que su gloria se manifieste y sirva para el beneficio del hombre.
El amor a Dios es un amuleto que protege contra todo.
El mismo espíritu del mal quiso engañar a Jesús con la Sagrada Escritura cuando le citó textualmente aquel versículo del Salmo 91 donde dice que “ a sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden en sus caminos” e invitándolo para que se lanzara de cabeza del alero del templo sabiendo él mismo que si lo hacía se estrellaría contra el suelo muriendo de manera instantánea.
Dios bendice a los que le aman, Él guarda sus pasos, pero no evita que haya dificultades en la vida. Así no tiene chiste la existencia.
Si fuera de esta manera qué fácil sería usar su nombre y su poder abusivamente tal y como el Maligno invitó a Cristo a que lo hiciera.
Bendición de Dios no es ganar la lotería, ni evitar batallas; bendición de Dios es saber con certeza que, pase lo que pase, ´·l siempre estará ahí para fortalecernos, para no dejarnos nunca solos, para que nuestra vida no naufrague en la tempestad.
Bendición de Dios es descubrir que Cristo viaja con nosotros en la misma embarcación y aunque pueda parecer que duerme, vela por nuestro bienestar y nos anima para que no sintamos la tentación de lanzarnos al agua cada vez que sentimos se remece nuestra existencia.
Bendición es la seguridad de que Dios no saldrá corriendo dejándonos solos cuando nos vemos envueltos en el peligro.
La bendición puede que no desvíe una bala que nos han disparado, pero sí es capaz de hacernos comprender, en medio del dolor, que aquel que nos disparó merece nuestro amor y nuestro perdón.
La bendición puede que no alargue la vida, pero sí me enseña a vivirla mejor.
En fin, la bendición no es magia que evita cosas, sino amor que nos capacita para ser mejores hijos de Dios y hermanos entre nosotros.