Un mes después de la liberalización, el tórrido verano uruguayo huele a cannabis
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Marihuana libre en un estado libre. Uruguay ha llegado el primero, en Sudamérica y en el mundo, y ya se ven los agujeros que la primacía empieza a excavar en la vida cotidiana. Apenas un mes después de la aprobación de la ley que liberaliza producción, comercio y consumo de la célebre planta, las playas de Punta del Este, la Rímini uruguaya, ya huelen a cannabis. Día a día, con los turistas argentinos y brasileños que invaden como siempre la renombrada localidad turística, aumentan también las demandas en las farmacias locales para saber “si ya se puede comprar”. Es casi inútil especificar qué: la marihuana, la misma, en las dosis permitidas por la ley aprobada por mayoría en el senado el 10 de diciembre. La respuesta de los farmacéuticos, por el momento, es un “no” condicional. Condicional por el hecho de que en Uruguay desde hace tiempo quien fuma porros de cannabis no está perseguido por la ley, por el hecho de que no han transcurrido aún los 120 días que la norma prevé para la promulgación y entrada en vigor, y por el hecho de que la marihuana en todo caso no se venderá a extranjeros que no sean residentes en el país y registrados en las listas de los que detentan el derecho a la producción, venta y consumo. Dos “hechos”, al menos los últimos, que son destinados caer “ante los hechos” con el simple transcurso del tiempo.
En resumen, nativos y turistas deberán esperar hasta primeros de abril para poder comprar los 40 gramos de marihuana previstos al mes, o cultivar hasta seis plantas por familia, hasta un máximo de 480 gramos de cosecha anual. Pero la curiosidad entre los turistas del primer verano con la marihuana libre es mucha, y las respuestas del personal médico y de la policía son aún genéricas por falta de directivas específicas desde arriba.
Entre tanto, las opiniones de los uruguayos – 66% contra la liberalización, 24 a favor, 10% los indecisos en el último sondeo previo a la aprobación – se mezclan con los primeros lamentos de quienes, en las terrazas de los hoteles, en la arena de la playa Mansa y de la Brava, en la puerta de los bares y tiendas, protesta por el olor inconfundible de la marihuana que se expande en el aire.
También los futuros productores se preparan a lo que tiene todo el aspecto de un nuevo negocio, como la exportación de los famosos novillos de las praderas argentinas. El primer paso, el asociarse, ya se ha dado. Ha nacido la Federación Nacional de Cannabicultores del Uruguay, que ha elegido a sus propias autoridades para las futuras reivindicaciones de mayor libertad. Las perspectivas son muy buenas, si es verdad, como revela El Observador de Montevideo, que empresarios canadienses ya han tomado contacto con organizaciones sociales y miembros de la política uruguaya para comprar cantidades de cannabis tanto para uso medicinal como para usos de investigación y laboratorio. La misma Junta Nacional de Drogas, el organismo creado para vigilar y regular la nueva materia, ha recibido peticiones de Israel y Chile para adquisiciones de cantidades exportables de marihuana.