La división de los cristianos es un obstáculo para el crecimiento del Cuerpo de Cristo, para la unidad, para la universalidad de su Iglesia y la proclamación del Evangelio.
La cuestión del ecumenismo es central en el Concilio Vaticano II. Un decreto, Unitatis Redintegratio, se le consagra por entero.
Sin embargo, tras su publicación, el concilio fue fuente de polémicas y de nuevas divisiones, en particular sobre esta cuestión de la unidad de los cristianos.
A veces fuente de incomprensión, el movimiento ecuménico tiene por objetivo establecer la plena comunión entre los cristianos, con el fin de que la Iglesia pueda "realizar la plenitud de la catolicidad que le es propia" (Unitatis Redintegratio).
En una catequesis de los miércoles, el Papa recordó que "los cristianos comparten el bautismo y la Cruz". Por esto son hermanos.
A pesar de ello, es forzoso constatar que los discípulos de Cristo, durante los siglos, han tomado caminos distintos, discrepando con frecuencia sobre cuestiones relacionadas con los dogmas y la interpretación de la Palabra.
Entonces, como cuestiona el apóstol san Pablo en su primera Carta a los Corintios, ¿"está Cristo dividido?".
¿Por qué el ecumenismo?
Ante todo, el decreto del Concilio recuerda que "una sola y única Iglesia fue fundada por Cristo el Señor", y que, con el fin de "establecer en todo lugar su Iglesia santa hasta la consumación de los siglos, Cristo confió al colegio de los Doce la misión de enseñar, de gobernar y de santificar".
"Entre ellos, él eligió a Pedro, sobre el cual, tras la confesión de fe, decide edificar su Iglesia; le prometió las llaves del Reino y, después de que el apóstol le diera la prueba de su amor, le confió todas las ovejas para que las confirmara en la fe y para que las pastoreara en perfecta unidad, Jesucristo mismo sigue siendo eternamente la piedra angular y el Supremo Pastor de nuestras almas".
El Concilio añade que el "deseo de unidad" de los cristianos es querido por el mismo Dios:
"Que todos sean uno como tú, Padre, estás en mí y yo en ti: que ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado" (Jn 17, 21).
Este "deseo de unidad" es una gracia que el Señor concede a los cristianos a través de su Espíritu.
Así, y desde esta perspectiva de unidad, el Concilio propone a los católicos "los medios, las formas y los modos de actuación que les permitirán a ellos mismos responder a esta llamada divina y a esta gracia".
¿Cómo ejercer el ecumenismo?
Jesucristo, por su espíritu, nos invita ante todo a dialogar y a exponer la doctrina de manera clara e inteligible.
El objetivo es que "todos adquieran un conocimiento más conforme a la verdad, al mismo tiempo que una estima más justa de la enseñanza y la vida de cada comunidad".
El diálogo debe llevar por tanto a "un conocimiento fraterno recíproco", así como al reconocimiento de "la verdadera posición de la Iglesia católica".
En este sentido, los católicos son invitados a dar pruebas de humildad y de ejemplaridad en su vida cristiana, de santidad, para ser testigos vivos de la Iglesia apostólica de Cristo.
Igualmente, el decreto Unitatis Redintegratio afirma que el camino hacia la unidad de los cristianos va a la par que "la conversión de los corazones".
De la humildad, la generosidad y el amor nacerá esta "conversión interior" necesaria para el inicio de un diálogo fructífero entre los cristianos.
Ecumenismo de la vida
En este sentido, el diálogo debe mantenerse con respeto y amabilidad. De hecho, se trata de colaborar entre cristianos con el fin de "estimar el verdadero valor de la persona humana", "promover la paz", de perseguir "la aplicación social del Evangelio", de desarrollar "las ciencias y las artes en un ambiente cristiano" y de aportar "remedios de todo tipo contra las miserias de nuestro tiempo".
El trabajo ecuménico implica de la misma forma a los laicos y a los consagrados, cada uno de acuerdo con las facultades que le fueron dadas.
Se comprende entonces la necesidad de una formación teológica e histórica. La formación de los sacerdotes es por tanto fundamental para comunicar con precisión la verdad revelada de Cristo.
"Es de la formación de los sacerdotes de la que depende principalmente la necesaria educación y formación espiritual de los fieles y religiosos", dijo el Concilio Vaticano II.
El Concilio invita finalmente a la oración por la unidad de los cristianos.
Por otro lado, se aconseja rezar conjuntamente con nuestros amigos separados de Roma, pero aclarando que "es la autoridad episcopal local la que debe prudentemente dar instrucciones".
La oración común aparece como "un medio eficaz para pedir la gracia de la unidad".
Las diferentes divisiones con la Iglesia católica
La última parte del decreto ecuménico del Concilio Vaticano II trata sobre las diferentes divisiones que han afectado a la Iglesia católica a lo largo de los siglos. El análisis se hace en dos partes.
Viene en primer lugar la cuestión de Oriente. "Hay en Oriente muchas Iglesias particulares o locales, de las cuales las de primer rango son las Iglesias patriarcales".
El decreto recuerda que la Iglesia latina se apoya en gran medida en las riquezas de la Iglesia de Oriente, en materia de liturgia, de la tradición espiritual y del derecho.
El desarrollo de los monasterios en Occidente viene de Oriente, por ejemplo. Del mismo modo, los orientales profesan a María una devoción admirable. Fue precisamente en Oriente donde se celebró el Concilio Ecuménico de Éfeso que la proclama como la "Santísima Madre de Dios".
La búsqueda de la unidad con las Iglesias de Oriente no se puede hacer sino mediante la comprensión de su historia particular.
Esta última comienza en los primeros años del cristianismo. Por lo tanto, "la herencia transmitida por los apóstoles fue recibida de diferentes maneras, y ya desde los orígenes mismos de la Iglesia, se ha explicado de diferentes formas según la diversidad de la cultura y de las condiciones de vida".
El Concilio recomienda a los católicos que aprendan a conocer las riquezas de Oriente para una comunión cada vez más fructífera.
En todo caso, subraya que "no es en absoluto contrario a la unidad de la Iglesia que haya diversidad de normas y de costumbres"; "semejante diversidad contribuye a su belleza y es una ayuda preciosa para el cumplimiento de su misión".
Semana de oración
Viene a continuación la cuestión de Occidente. Las escisiones tuvieron lugar a final de la Edad Media. Estas "Iglesias y comunidades eclesiales" son muy diferentes entre sí. Es muy importante considerarlas individualmente.
Presentan grandes divergencias con la Iglesia católica en términos de "interpretación de la verdad revelada" y de magisterio apostólico.
Estas iglesias y comunidades tienen en cambio una gran devoción a las Santas Escrituras. “La vida cristiana de estos hermanos se nutre de la fe en Cristo, se beneficia de la gracia del bautismo y de la escucha de la Palabra de Dios”: en Cristo se encuentra nuestra unión.
Finalmente, en la cuestión de Occidente, la Unitatis Redintegratio, se expresa en estos términos:
Pero si muchos cristianos no entienden siempre el Evangelio en su aspecto moral, en la misma manera que los católicos, ni admiten las mismas soluciones a los problemas más complicados de la sociedad moderna, no obstante quieren seguir, lo mismo que nosotros, la palabra de Cristo, como fuente de virtud cristiana, y obedecer al precepto del Apóstol: todo cuanto hacéis de palabra o de obra, hacedlo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por El. De aquí puede surgir el diálogo ecuménico sobre la aplicación moral del Evangelio".
El ecumenismo es una tarea diaria que debemos asumir. La Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos es una buena oportunidad en este sentido.
Pero no hay que olvidar que esta obra titánica de la reconciliación de los cristianos, de una Iglesia, "va más allá de los poderes y capacidades humanas".
Por eso el Señor nos cuida y nos envía su Espíritu para llevar a cabo el proyecto.