Fallecido el 4 de febrero, este gran autor católico permanecerá en la historia como una gran luz y una conciencia del siglo XX
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Siglo de hierro y de fuego inaugurado por la atroz y demencial locura de los años 14 a 18, el siglo XX engendró testigos de la altura de los seísmos que lo devastaron, almas de élite que temían menos la muerte que abdicar de su libertad interior y de su dignidad. Entre ellos había escritores que desafiaron, con su valentía, su fuerza interior y su excepcional longevidad, al mecanismo infernal que debería haberlos aplastado.
Uno de ellos fue el escritor alemán Ernst Jünger (1895-1998), fallecido a los 102 años tras haber expuesto su vida a los mayores peligros y atravesado todas las tragedias de Alemania; otro el ruso Alexandre Soljenitsyne (1918-2008), fallecido a los casi noventa años tras sobrevivir a la Segunda Guerra Mundial y a los campos soviéticos (“El archipiélago del Gulag”); y también el italiano Eugenio Corti, igualmente rescatado del frente ruso, pero en otro campo, que falleció en su casa el pasado 4 de febrero a los 93 años.
Su obra principal, inspirada en la primera mitad de su larga vida, es El caballo rojo; este caballo es el del Apocalipsis de san Juan, símbolo de la guerra universal del final de los tiempos. En esta novela iniciática de un extraño poder evocador escrita en 1983, la guerra ocupa un lugar central que no es exclusivo, porque este “fresco” autobiográfico e histórico llega hasta los años setenta.
Describe entonces la descomposición cultural y moral de Occidente, la degradación de las relaciones familiares, el abandono de la práctica religiosa, el caminar errante de muchos intelectuales y clérigos y el coqueteo de la democracia cristiana transalpina con el comunismo. Su diagnóstico era claro: la libertad interior y el espíritu crítico habían abdicado ante los ídolos materialistas del poder, el dinero y el sexo.
El caballo rojo es en muchos sentidos el Guerra y paz de nuestra época, una comparación que no habría rechazado este gran admirador de Tostoï.
Corti tiene una esperanza lúcida que le anima, su fe en Dios, su amor a la Iglesia, a la patria, a la esposa amada, al prójimo, a la familia (él era el mayor de una familia católica de diez hijos, uno de los cuales fue misionero en África).
“Es porque la experiencia de la guerra revela lo más profundo de la interioridad del hombre por lo que es fundamental en mi obra”, declaró Eugenio Corti en una de sus últimas entrevistas al semanario Famille Chrétienne.
El escritor dedicó su último libro a santa Angelina (1372-1435), una de las grandes figuras de la Edad Media que atrae cada vez más porque esta época arraiga Europa en la tierra de su doble herencia greco-latina y judeo-cristiana.