La afluencia de numerosos migrantes por motivos de trabajo vuelve difícil encontrar espacios aptos para el culto
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Se había hablado también en el Sínodo sobre Medio Oriente de 2010: mientras que en toda la región se lamentaba la hemorragia de cristianos a causa de los conflictos y la falta de trabajo, en los dos vicariatos de la península arábica – que comprenden Kuwait, Bahrein, Qatar, Emiratos Árabes Unidos, Omán, Yemen y Arabia Saudita -, los cristianos aumentaban a pesar de la falta de cristianos nativos. En los últimos años el número de católicos se ha quintuplicado alcanzando más de 3 millones de fieles en una población que comprende los 65 millones, gracias a la presencia de trabajadores migrantes provenientes de un centenar de naciones, la mayor parte de Filipinas y la India. Una “bendición” que conlleva algunos problemas de espacios.
Quién sabe cuántos obispos de Europa quisieran tener los problemas de monseñor Camillo Ballin, vicario apostólico de Arabia del Norte, circunscripción eclesiástica que comprende Qatar, Bahrein, Kuwait y Arabia Saudita con una extensión equivalente a siete veces Italia: en la misa de la pascua pasada en Doha, la capital de Qatar, habían 3.500 personas en la iglesia y alrededor de 6.000 afuera.
En Qatar los católicos son más de 350.000 en una población de apenas 1.800.000 habitantes y no hay estructuras suficientes para acogerlos. Por eso la fundación de derecho pontificio “Ayuda a la Iglesia Necesitada” nacida en 1947 para sostener concretamente a la Iglesia en países en que las dificultades económicas o la violación de la libertad religiosa vuelven difícil su misión evangelizadora, ha asignado una contribución de 50 mil euros destinados a un centro para la catequesis precisamente en Doha, junto a la iglesia de Nuestra Señora del Rosario (L’Osservatore Romano 27 de febrero).
La fundación pontificia había ya contribuido a la construcción de la iglesia católica consagrada en 2008, la primera erigida en el emirato medio oriental, una estructura imponente capaz de acoger a más de tres mil personas, pero insuficiente para contener un alto número de fieles.
“Tenemos más de 3.500 niños que van a la catequesis – explica monseñor Ballin – y como no hay otros espacios, mientras los niños toman la clase sus padres son obligados a esperarlos en el patio, bajo el sol y con temperaturas de más de 40 grados”.
La nueva estructura podrá contener alrededor de mil personas y servirá para la catequesis de los adultos, pero también para las celebraciones de las misas.
Dada la diversidad de los lugares de proveniencia y de los idiomas hablados por los inmigrantes católicos, las celebraciones litúrgicas deben llevarse a cabo en lenguas y ritos diferentes: “El espacio es un gran problema para nosotros – prosigue el vicario apostólico -: el viernes no hay ni un lugar ni un minuto libre”.
En días festivos, de hecho, se celebran 16 misas, desde las 6.30 de la mañana a las 7.30 de la noche. “En nuestras estructuras podemos llevar a cabo nuestro culto, sin ninguna intromisión o prohibición – declara monseñor Ballin – tenemos libertad de culto, aunque ello no signifique libertad de religión” (www.acs-italia.org).
Ayudan a monseñor Ballin sólo 7 sacerdotes y 200 catequistas voluntarios. La extrema heterogeneidad de la comunidad católica representa un desafío ulterior: “Debemos lograr hacer de tantas iglesias una sola iglesia y no permitir a los diversos grupos cerrarse en sí mismos”, afirma el prelado (www.acs-italia.org).
El crecimiento de la comunidad necesita, por lo tanto, nuevos espacios no siempre fáciles de encontrar. Normalmente los terrenos donde son erigidas las parroquias son regalados por los líderes de los países visitantes, como sucedió recientemente a Awali, en Bahrein, donde el rey Hamad al Khalifa ofreció la parcela de tierra sobre la cual será construida la Catedral de Nuestra Señora de Arabia: un proyecto en el cual Ayuda a la Iglesia Necesitada participará con una contribución de 500 mil euros.