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¿Cómo evaluar las propias decisiones?

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AICA - publicado el 10/04/14
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Si los defectos dominan el corazón y producen pena, es preciso preguntarse en qué medida se es culpable de lo que ocurre, y qué decisiones llevaron a esta situación para revertirla

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Cada "decisión deja una huella en tu vida, en la de tus seres cercanos y en corazones que no conoces, pero que, de modo misterioso, quedan bajo la influencia de tus actos”, destaca el obispo de Catamarca, monseñor Luis Urbanc, en una reflexión acerca del “misterio de vivir”.
 
“Con el pasar del tiempo, las decisiones configuran un mosaico. En cierto sentido -como enseñaba San Gregorio de Nisa-, somos padres de nosotros mismos a través de nuestros actos”.
 
“¿Qué imagen has trazado en tu alma? ¿Hacia dónde está dirigida tu mirada? ¿Qué buscas, qué sueñas, qué temes, qué lloras, qué te causa alegría? ¿Hacia dónde orientas el cincel cada vez que modelas la estatua de tu vida?”, invita a preguntarse.
 
El obispo señala que si los defectos dominan el corazón del hombre y producen pena en él, es preciso preguntarse en qué medida se es culpable de lo que ocurre, y qué decisiones llevaron a esta situación de apatía, de tibieza, de orgullo, de envidia o de rencor.
 
“En ocasiones –dice- andarás buscando la culpa fuera de ti. Incluso tal vez tengas algo de razón: hay personas que te han herido profundamente, que un día llegaron a provocar esa angustia o ese odio que te carcome a todas horas. Pero en otras ocasiones tendrás que reconocerlo: la culpa es completamente tuya”.
 
“Necesitas abrir los ojos ante tu situación actual y verla con realismo y con esperanza. Sobre todo, necesitas aprender a leer tu vida desde un corazón que te conoce como nadie: el corazón de Dios”, aconseja.
 
“A Él puedes preguntarle si eres culpable de las veces que te has dañado tontamente, si has permitido que te ahoguen asuntos insustanciales, si te has encerrado en un pesimismo dañino”, afirma.
 
Monseñor Urbanc señala que “atendiendo al diagnóstico del Médico divino” es posible abrirse a su gracia para curar la voluntad y orientar los pensamientos “a un mundo nuevo y bello, para dar pasos concretos que te permitan perdonar y pedir perdón”.
 
Artículo publicado originalmente por Aica

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