El Domingo de Ramos es simbólicamente la "puerta de entrada" en la que los cristianos se preparan para comenzar la Semana Santa y, por tanto, dirigirse a la Pascua. El Evangelio de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén le da todo su sentido a la bendición de las palmas.
1Bendito el que viene en nombre del Señor
Se reviven los momentos en los que la multitud acoge a Jesús en la ciudad de David, "ciudad símbolo de la humanidad" (Juan Pablo II), como un rey, como el Mesías esperado desde hacía varios siglos.
Aclaman a Jesús a las voces "Bendito el que viene en nombre del Señor" y "Hosanna" (en hebreo significa literalmente "¡Salva, pues!", y se ha convertido en una exclamación de triunfo, pero también de alegría y confianza).
Jesús es un Rey, pero un Rey de paz, de humildad y de amor. Sobre un asno, una montura modesta, un animal de carga, el Señor se presenta a la multitud. Zacarías había anunciado (9,9):
"He aquí que viene a ti tu rey: justo él y victorioso, humilde y montado en un asno, en un pollino, cría de asna".
La gente tendía sus mantos a su paso, lo cubría de palmas, como relata Mateo en su Evangelio:
"La gente, muy numerosa, extendió sus mantos por el camino; otros cortaban ramas de los árboles y las tendían por el camino" Mt 21,8.
Todavía hoy, la bendición de las palmas atrae a multitudes, con un público a veces poco habitual seducido por estas palmas y ramas de olivo (o de boj, o de laurel, según los países) que se pueden conservar en casa hasta el año siguiente.
2Acompañar a Cristo en su pasión
La palma o ramo se coloca en las casas o adorna los crucifijos: hace entrar a Jesús resucitado en los hogares.
Estos ramos que se toman en las manos para aclamar la cruz de Cristo y se colocan también -a veces- sobre las tumbas y entonces adquieren un significado funerario.
No es solo para honrar la memoria de un ser querido, sino también para manifestar la propia esperanza de ver renovar y florecer la propia fe en la resurrección de Jesucristo, y en la de los muertos.
Normalmente, las parroquias organizan una procesión tras la bendición de los ramos, antes de la Misa. En las grandes ciudades, la asamblea puede reunir hasta varios miles de personas.
Los fieles entran después en la Iglesia, detrás del sacerdote. Eso significa que acompañan a Cristo Rey hacia su pasión.
3Celebración desde el siglo IV
Diversos testimonios revelan que Jerusalén ya celebraba, en el siglo IV, la entrada triunfal de Jesús en la ciudad. Una peregrina llamada Egeria, que recorrió Tierra Santa en el año 380, da testimonio de ello en un manuscrito hallado en 1884. Desde Jerusalén, la procesión se extiende al mundo entero.
Egeria, o Eteria, nos describe la procesión que, del Monte de los Olivos al Santo Sepulcro, celebra la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén:
"Y ya, cuando comienza a ser la hora undécima (17h), se lee aquel pasaje del Evangelio, cuando los niños con ramos y palmas salieron al encuentro del Señor diciendo: 'Bendito el que viene en el nombre del Señor'. A continuación se levanta el obispo y todo el pueblo, se va a pie desde lo alto del Monte de los Olivos, marchando delante con himnos y antífonas, respondiendo siempre: 'Bendito el que viene en el nombre del Señor'".
En su testimonio, Egeria insiste en la gran participación de niños en esta procesión:
"Todos los niños que hay por aquellos lugares, incluso los que no saben andar por su corta edad, van sobre los hombros de sus padres, llevando ramos, unos de palmas, y otros, ramas de olivo".
Desde Jerusalén, la procesión se extiende a todo Oriente y hace del domingo de Ramos el momento inaugural de la Semana Santa.
Desde principios del siglo VII, llega a Hispania y probablemente a la Galia (certificada en el siglo IX) y después se desarrolla ampliamente en todo el imperio carolingio.
En Roma, en el siglo V, solo se leía la Pasión. A principios del siglo XII, cuando los usos franco-germánicos penetran en Roma (tras su propia decadencia litúrgica), la Procesión de las Palmas se menciona en los libros romanos.
4Antiguo y Nuevo Testamento
La celebración excepcional que propone la Iglesia católica el Domingo de Ramos remite a varios textos del Antiguo y del Nuevo Testamento que hacen entrar progresivamente al creyente en la celebración del "Misterio pascual de Jesucristo".
Durante la Misa, las distintas lecturas y el Evangelio de la Pasión (sobre los sufrimientos y suplicios que precedieron y acompañaron a la muerte de Cristo) introducen al creyente en la Semana Santa y en sus distintas etapas, a la luz de la Pascua.
Primero el profeta Isaías enseña que el Siervo de Dios acepta sus sufrimientos:
"Mi rostro no hurté a los insultos y salivazos. Pues que Yahveh habría de ayudarme para que no fuese insultado, por eso puse mi cara como el pedernal, a sabiendas de que no quedaría avergonzado". (Is 50, 6-7)
Después san Pablo explica que Jesús, Cristo y Señor, de condición divina, no ha retenido el rango que le igualaba a Dios, "sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo … por lo cual Dios le exaltó y le otorgó el Nombre, que está sobre todo nombre" (Fil 2, 6-11).
Entre estas dos lecturas, se intercala el Salmo 22 que el Señor rezó en la cruz y que es una interrogación profunda sobre el Misterio de su abandono:
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Todos los que me ven de mí se mofan,
tuercen los labios, menean la cabeza:
«Se confió a Yahveh, ¡pues que él le libre,
que le salve, puesto que le ama!»
(···)
5El relato de la Pasión
Además, el relato de la Pasión se hace a varias voces: la voz del sacerdote encarna al personaje de Jesús.
Jesús sabe que su triunfo ha provocado la envidia y el furor de los sacerdotes, que han decidido matarlo.
Durante la última cena con sus discípulos, instituye la Eucaristía: hace ofrenda de su cuerpo y de su sangre como "verdadera" comida y "verdadera" bebida que dan la Vida eterna.
Así anticipa, a través de este gesto, el sentido profundo de su próximo sacrificio, su muerte en la cruz.
"Tomad, este es mi cuerpo... Esta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos", relata el Evangelio de Marcos.
Después, Jesús lleva a sus discípulos al Monte de los Olivos y les advierte de lo que va a soportar. Ellos le prometen su apoyo incondicional, pero sucumben al sueño.
Entonces Judas, uno de los doce apóstoles, llega para traicionarlo y entregarlo a las autoridades judías.
Poco después, Pedro, atemorizado, niega conocer a Jesús confirmando lo que este último le había anunciado antes: "Yo te aseguro: esta misma noche, antes que el gallo cante, me habrás negado tres veces".
Juzgado escuetamente, Jesús es crucificado por los romanos. En camino a su resurrección, se rebaja a lo más bajo.
Tras los cantos de alegría que le han acogido, son gritos e insultos los que le acompañan cuando, llevando su cruz, sale de Jerusalén.
Así ha comenzado la Semana Santa. La siguiente celebración será el Jueves Santo, dando pie al Triduo pascual.