En vísperas de la canonización, el heladero de la famosa Giolitti nos contaba un pequeño secreto del papa polaco
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El gusto por la buena cocina no es algo extraño a los distintos pontífices de la historia, a juzgar por las recetas tan exquisitas como variadas a las que han dado origen.
Karol Wojtyla era un fan empedernido de los helados, fueran del sabor que fueran, aunque su preferido era oficialmente el de marron glacé (castaña confitada).
En Roma, la heladería Giolitti, una institución que se remonta a finales del siglo XIX, acabó convirtiéndose en su proveedora oficial.
El propietario, Nazzareno Giolitti (de la cuarta generación), cuenta detalles al equipo de Aleteia que se acercó a visitarlo en vísperas de la canonización.
“Un hombre que ya no está entre nosotros y que tenía un bar cerca de la farmacia del Vaticano, me contó que un día, al levantar los ojos de la caja registradora , se encontró cara a cara con el Papa en persona, que había venido a tomar un café”, explica.
“Y hablando unos momentos con él, el Papa Wojtyla le confesó que le encantaba el helado. Entonces, el hombre le recomendó Giolitti”, prosigue.
“Poco tiempo después, llegó un hombre del Vaticano pidiéndome que le proporcionara una muestra de nuestros distintos sabores de helado, sin decirme sin embargo para quién era… ¡Después supe que era para Juan Pablo II!”, añade Giolitti.
Así nació la pasión del futuro santo por el sabor marron glacé. El enviado del Vaticano le empezó a pedir regularmente al establecimiento botes de helado marrón, pero pronto las hermanas encargadas de cocinar para el Santo Padre se sintieron ofendidas y hubo que parar.
Pero así como tuvo cuidado de no ofender a las hermanas que cocinaban para él, no renunció sin embargo a este pequeño placer terrenal y continuó pidiéndolo para los periodos en los que se encontraba en su residencia de Castel Gandolfo.
“Cuando estaba en Castel Gandolfo –explica el heladero- me pedían un bote de helado de marron glacé cada dos o tres días para el Santo Padre. Yo quería regalárselo, pero él quería convencerse de que se me pagaba. Y esto continuó durante mucho tiempo!”.
Nazzareno todavía recuerda riéndose de la vez en que Juan Pablo II visitó la parroquia de Santa María en Aquiro de Roma, una oportunidad para la que le había preparado un postre.
“El cura de la parroquia me conocía bien y me pidió que se lo preparara –relata-. Pero después me explicó que cuando el Papa supo que yo había preparado ese postre, ¡le preguntó por qué no había enviado mi helado de marron glacé!”.
“Para mí era un gran honor servir a Juan Pablo II –prosigue-. Estaba muy orgulloso de que mi sabor marron glacé le gustara tanto. Era un hombre excepcional y un espíritu libre que admiraba mucho”.
El vínculo entre el papado y los Giolitti no viene de ayer: la familia Giolitti está de alguna manera ligada a la presencia del Papa en Roma. De hecho, la familia, originaria de Piamonte, era ya proveedora de productos lácteos del ejército francés que permitió la vuelta del papa Pío IX a Roma en 1849.
La familia Giolitti está desde entonces establecida en Roma, y abrió su primera lechería en 1890. Es el inicio de esta larga historia que les llevará hasta Dubai e Istambul. “Hoy, nuestra quinta generación está preparada para asumir el control!”, anuncia con los ojos brillantes de orgullo y sueños.