Habla el profesor y compositor católico Enrique Igoa: se puede mejorar mucho la música en los templos
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Fue reconociendo la llamada de la música a las teclas de “un viejo piano negro” de su abuelo, al tiempo que era tildado en los sesenta como “un bicho raro” en el colegio, asegura Igoa. Ha sido un camino largo y costoso, hasta llegar a su pasión actual con lo que hace, en el que debía compaginar estudios generales con los musicales. Valora la LOGSE, que ha dado un impulso grande a la formación musical, por la que contamos en España con “intérpretes reconocidos en todo el mundo”.
Pero ese nivel le duele que no acampe en la Iglesia, de la que se siente miembro, y no comprende que se falte a la dignidad en la Liturgia con actuaciones de músicos, coros –como el del funeral de Suárez- y composiciones “infumables”, lo que le ha llevado a preguntar a sacerdotes si “dejarían salir a predicar a un individuo que no supiera hablar” cuando dejan tocar “a ‘muñones’ que no dan bien dos acordes seguidos”.
-¿Cómo se inició en la música?
En mi casa había un viejo piano negro (no era muy habitual en los sesenta en España) porque mi madre era muy aficionada a la música, que heredó de mi abuelo, apasionado de la zarzuela. Empezó a venir una profesora a enseñarla y yo escuchaba, luego las reproducía de oído o las que escuchaba en la radio. Se dieron cuenta que tenía aptitudes y empezaron a darme clases.
-¿Le ha resultado muy sacrificado este trayecto?
Lo ha sido, porque había que compaginarlo con los estudios generales, ya que hay que procurar que crezcan las manos en los instrumentos; por no decir que era el bicho raro en mí colegio, puesto que era el único que estudiaba música. Además, yo me implicaba más ya que, aparte de estudiar lo que me mandaban, hacía música práctica; es decir, tocaba en Misa, empecé a componer muy pronto y les daba a cantar mis piezas a los compañeros que lo hacían bien.
-¿Qué prefiere: componer, tocar o dar clases?
Componer, primeramente, pero no puedo dejar de reconocer que las clases me han aportado mucho. En este sentido, me han obligado a analizar mucha música (llevo 30 años en la enseñanza) para avanzar en la construcción y en los procesos musicales de las composiciones.
-¿Ha sido relevante el papel de la Iglesia en cuanto a la promoción y conservación de la música?
Mucho hasta el siglo XVIII, porque más de la mitad de los músicos eran religiosos. En cualquier templo importante había capillas en las que se entraba por oposición, tanto cantores como instrumentistas. Ojalá hoy hubiera empleos de maestros de capillas. Aquellos Soler, Victoria, Pelestrina, Monteverdi, Bach… Esto decae por distintas factores en el siglo XIX en toda Europa, pero sobre todo en España. Hoy en día, vas a cualquier iglesia de Alemania o Austria para oír Misa dominical –y yo voy- y es cantada e instrumentada sin ser un concierto.
-¿Observa una diferencia con respecto a España?
Aquí deja mucho que desear el rigor con el cual se selecciona a los músicos y coros que actúan en las iglesias. En España, se rechaza que haya que pagar a los músicos, cuando no hay discusión para hacerlo para el arquitecto, la luz, la calefacción, las flores… Un organista podría ofrecer una música muy digna para las celebraciones.
-Se nota que echa en falta más dignidad en las celebraciones, ¿asiste a misa?
Sí. A veces me dan ganas de acogotar al cura y decirle: ¡Cómo ha dejado tocar a ese “muñones” que no da bien dos acordes seguidos! Es una vergüenza que dejen tocar cosas tan indignas en una celebración religiosa. A algunos sacerdotes les pregunto si dejarían salir a predicar a un individuo que no supiera hablar.
-Por lo que comenta, parece que el nivel general es penoso.
Hay cinco o seis iglesias en Madrid en las que se hacen bien las cosas. Entre ellas san Ginés y los Redentoristas de Olavide. En la catedral de La Almudena, tienen un buen organista, no así el coro, compuesto por aficionados que no bajan de setenta años (han cantado una Misa mía), con lo que suena a un coro de barrio que el otro día cantó en el funeral de Suárez. Una catedral de Madrid tendría que tener 16 ó 20 músicos profesionales a tiempo parcial.
Salvo honrosas excepciones, hoy en día la ignorancia musical llega hasta la Iglesia cuando nunca antes ha sido así. En cualquier pueblo de Alemania –y he asistido a misas de Norte a Sur-, cualquier iglesia tiene un organista que debe demostrar competencias en órgano, liturgia y latín. Además hay un público que sabe leer música.
-¿Este nivel bajo lo observa también en los cantos?
Por supuesto. Normalmente, son de sacerdotes y parecen tener derecho a que sus composiciones sean grabadas en disco y que se considere oficial en los circuitos religiosos. Así pasa, que se escucha cada cosa de la que te preguntas ¡quién habrá escrito esto¡; muchas son de quinta fila, infumable. Hay algunos muy dignos como Palazón y Espinosa, pero el nivel es muy bajo.
Por otro lado, toda la música que se hace es muy convencional. A nadie se le ocurre hacer una música mínimamente cercana al siglo XX, y no me refiero a la música de vanguardia. En este sentido Messiaen, en Francia, organista católico francés, ha hecho una música impresionante para órgano.
-¿Se ha “lanzado a la arena” para mejorar la situación?
Sí, pero muchas veces los propios curas han rechazado mi ofrecimiento, a pesar de informarles de mi trayectoria profesional. ¡Y luego dicen que la gente no participa! Deben creer que la iglesia es suya y no que están de paso. Algo parecido pasa también con los organistas (en las escasos templos que hay), quienes piensan que el órgano es de su propiedad y no te dejan que te acerques a él
-¿Cómo valora la enseñanza de la música en España?
En los últimos 15 ó 20 años, ha mejorado muchísimo con la LOGSE, pasando de cursar dos años a cuatro, se estableció un nivel superior, se implantó un cuerpo teórico de materias alrededor de lo que es el instrumento: análisis, historia, armonía… Esto ha llevado a que podamos presumir que muchos de nuestros alumnos triunfen en Europa en concursos, conciertos, composición y dirección.
-Con la reforma, ¿cuántos años conlleva estudiar música?
Actualmente, el itinerario son 14 años en total: cuatro en escuela, seis en un conservatorio profesional (grado medio) y cuatro, con un ingreso más exigente, en el conservatorio superior. En Madrid, tenemos la mejor plantilla de profesores instrumentales de España.
Ahora la LOMCE deja muy mal a la música. La Administración no distingue entre lo que es una enseñanza general de la artística, porque normalmente prima en ella lo burocrático frente a lo artístico. Aquí no ocurre lo que en otros países de Europa donde es mayor la flexibilidad laboral y de horarios con el profesorado, ya que priman, y entienden, que tener un buen profesor equivale a tener un buen instrumentista, el cual debe tener libertad para dar conciertos y para ello debe tener flexibilidad laboral.
-En su currículo aparece que ha compuesto música de todo tipo…
No soy un autor muy prolífico, pero tengo un catálogo con 70 obras. He escrito partituras para piano, música de cámara –que es la más fácil de mover-, coral, misas, salmos, electrónica, ópera de cámara, para armónica solista y se estrenará próximamente una obra para cinco trombones.
-¿Es la música el arte más espiritual por el nivel de abstracción que comporta?
Así es, al no ser figurativa ni textual, como el teatro, la pintura o la literatura. Es un arte abstracto que requiere de su propia lógica, que conecta con el espíritu porque no hay lenguajes intermedios de representación, lo que lleva a que se produzcan esas emociones tan fuertes y personales en nosotros que no sabemos expresar. Sobre todo ocurre con la mejor música, aquella que requiere una atención especial.
-¿Ahora qué prepara?
Salvo los grandes directores, ahora hay que moverse y proponer las obras a los grupos, corales, intérpretes…, porque ellos no vienen a buscarnos. Lo que se trabaja mejor son las trascripciones de obras que se crearon para una finalidad y luego se adaptan a las necesidades de quienes las demandan para versionar.
-A su juicio, ¿quiénes son los grandes de la música española?
Primeramente están, Falla y Albéniz, sobre toda en la Iberia, que es admirada por todo el mundo. En Falla hay mucho más que el Amor brujo, pues escribió mucho neoclásico que no suena a andalucista; luego está su obra cumbre, La Atlántida, que es un oratorio con solistas, coro y orquesta, que es una obra cumbre del siglo XX.
Después está Granados, Turina, el maestro Rodrigo, que es el más conocido por una obra, El concierto de Aranjuez, y el autor que más dinero ganó, con mucha diferencia, de la Sociedad General de Autores; no por esta obra, sino por la multitud de adaptaciones que se hicieron, ya que Él las permitió.