Cuando la fe se hace presente en el campo de juego
Para ayudar a Aleteia a continuar su misión, haga una donación. De este modo, el futuro de Aleteia será también el suyo.
El deporte, más que el simple entretenimiento, se constituye como un vínculo de convivencia y paz. El fútbol siempre ha despertado pasiones en el público. Mujeres y hombres, niños y adultos se cuentan entre los aficionados.
Por algo dijo el papa Juan Pablo II en el año 2000: “El fútbol es un método excelente para promover la solidaridad en un mundo afectado por las tensiones raciales, sociales y económicas”.
Por su parte, el papa emérito Benedicto XVI, interesado por el impacto en la sociedad global de estos eventos masivos, también hizo comentarios sobre el tema, y dijo que “no hay casi ningún otro acontecimiento en la tierra que alcance una repercusión de vastedad semejante, lo que demuestra que con ello está tocándose algo radicalmente humano, y cabe preguntarse dónde se encuentra el fundamento de este poder en un juego”.
Por todos es sabido que el papa Francisco es un gran aficionado al fútbol, e incluso es miembro permanente de algunas federaciones de su país natal.
Hasta el Vaticano han viajado deportistas a saludarlo, y en una de sus homilías pronunciadas en Río de Janeiro, Brasil, durante el Encuentro Mundial de la Juventud, dijo metáforas alusivas a este deporte.
Varios pontífices han coincidido en que este tipo de encuentros deben ser aprovechados para promover valores, e incluso dar testimonio de fe y evangelizar, y en efecto, mediante espontáneos actos de algunos deportistas, entrenadores y aficionados, esto ha sido posible.
En el contexto de una exposición que tuvo lugar en el Museo de la Basílica de Guadalupe, en el año 2006, titulada Pasión y fe, el entonces rector del Santuario, monseñor Diego Monroy, señalaba que en algunos encuentros deportivos se presentaban sorpresivos momentos místicos, sinceros momentos de euforia, cuando algunos deportistas se persignaban, como lo hace Javier el “Chicharito” Hernández, antes de iniciar un partido; otros caen de rodillas o apuntan con su dedo al cielo para dar gracias después de meter un gol; unos más encomiendan sus acciones a Dios y reconocen los dones recibidos por Él, y portan imágenes religiosas al cuello, como es el caso de rosarios, escapularios o medallas, también camisetas estampadas con la imagen de la Virgen de Guadalupe, debajo de la playera del uniforme.
La lista de jugadores que han recurrido a estas prácticas es enorme, pero se pueden citar como ejemplo a algunos de talla internacional como Pelé, Maradona y Hugo Sánchez, o local como Cuauhtémoc Blanco, Rafael Márquez Lugo, “El Bofo” Bautista, Juan Carlos Medina, Yegros o el “Kikín” Fonseca, entre otros.
Javier el “Chicharito” Hernández ha dicho en repetidas ocasiones que sus plegarias, antes de iniciar cada partido, “son una rutina importante para mí; no es una superstición.”
Estos gestos nos hacen recordar el Evangelio de san Mateo (10: 32-33): “Si alguien se declara en mi favor delante de los hombres, yo también me declararé a favor de él delante de mi Padre que está en el cielo; pero al que me niegue delante de los hombres, yo también lo negaré delante de mi Padre que está en el cielo”.
Ciertamente, algunas personas o instituciones han tratado de intimidar a algunos deportistas para prohibir estas prácticas religiosas que se realizan con plena libertad, de acuerdo al derecho natural a la libertad de expresión que garantizan los derechos humanos.
Aun así, los propios jugadores y entrenadores, en entrevistas cotidianas ante los medios de comunicación, por lo general agradecen a Dios y a la Virgen los dones y favores recibidos durante los entrenamientos y partidos.
Durante el Campeonato Mundial de Sudáfrica 2010, hubo varias muestras espontáneas de fe que sin proponérselo, también fueron transmitidas por la televisión.
Por ejemplo, el delantero Wayne Rooney, de origen irlandés y estrella del equipo, declaró que llevaba un rosario al cuello desde que contrajo nupcias cuatro años antes, y que incluso él pudo haber sido sacerdote porque disfrutaba mucho de la educación religiosa que recibió de niño.
El futbolista holandés Wesley Sneijder, autor del gol que eliminó a Brasil -y quien, antes de viajar a Sudáfrica, se convirtió al catolicismo y recibió el Bautismo en una capilla de Milán, Italia-, rezaba todos los días el rosario, los domingos asistía a Misa y durante el campeonato llevó puesto un rosario al cuello.
En agosto de 2010, directivos de la Real Federación Española de Futbol, encabezados por Ángel María Villar, luego de ganar la copa de Sudáfrica, viajaron hasta la Basílica de Guadalupe para cumplir con una promesa anda que hicieron en abril, y le llevaron la dorada copa hasta su santuario.
Otros jugadores de la selección española, como Fernando Torres y Carlos Marchena hicieron promesas similares y peregrinaron a Santiago Compostela durante el Año Jacobeo.
Otro caso más se verificó el 16 de julio de 2010, día de la Virgen del Carmen, cuando el centrocampista David Silva cumplió su manda y fue a pie hasta el santuario de su pueblo Arguineguín, para agradecer el triunfo de su equipo.
Estos son algunos casos que trascendieron, pero son incontables las visitas a los templos por parte de los jugadores de todo el mundo.
El 10 de julio de 2011, durante la final del campeonato Sub 17, cuando la Selección Mexicana llegó invicta y derrotó a la de Uruguay, 2-0, al término de ese encuentro, los jóvenes y su entrenador rezaron un Padrenuestro en la cancha del Estadio Azteca, antes de recibir la copa por su victoria.
En otro momento, el futbolista Oribe Peralta, seleccionado nacional, encabezó una plegaria frente a una multitud vestida de blanco, tras una balacera ocurrida en el exterior del estadio de Torreón, el 20 de agosto de 2011, y en declaraciones a la prensa, dijo que “el fútbol es parte de la medicina” que se requiere para aliviar el dolor que ha generado la violencia en el país a causa del narcotráfico.
En el 2006, antes de la Copa que se disputó en Alemania, integrantes de la Selección Mexicana peregrinaron a los Altos de Jalisco para rezar en el santuario del mártir de la cristiada, San Toribio Romo.
En el Museo Guadalupano, en el Tepeyac, se custodian algunos objetos y trofeos de importantes atletas, entre ellos, balones y camisetas autografiados, copas, medallas y otras preseas, entre ellas, una réplica de “La Bota de Oro” que donó Hugo Sánchez, quien ganó cinco Pichihis como máximo goleador en España. También hay exvotos pintados sobre láminas, que recrean momentos deportivos.
Algunos analistas hacen referencia a las canchas deportivas como espacios sagrados en cuyo historial se cuenta, desdela bendición del estadio por algún sacerdote, sus capillas con veladoras en donde rezan en privado los jugadores y empleados, hasta los casilleros donde guardan estampas y otras imágenes religiosas.
En cuanto a las crónicas deportivas, los propios locutores confirman que el fútbol se liga al fenómeno religioso, y constantemente hacen alusión a términos como “la mano de Dios” al referirse a un gol de Maradona, y otras frases como “la catedral del futbol”, “alcanzar la gloria” o “el paraíso del fútbol”.
En México, el cardenal Norberto Rivera Carrera, en un mensaje que, tiempo atrás, dio a la Selección Mexicana, habló de la responsabilidad de los deportistas “quienes están llamados a convertir el deporte en ocasión de encuentro y de diálogo, superando cualquier barrera de lengua, raza o cultura. El deporte puede aportar al entendimiento pacífico entre los pueblos y contribuir a que se consolide la civilización del amor”.
Y los campeonatos son una oportunidad más para alcanzar estos justos objetivos, aprovechando algunas de las bondades de la globalización, en donde al menos por algunos días, la convivencia fraternal y pacífica entre los seleccionados, más allá de la sana competencia, pueda evocar a la reconciliación y a la paz.
Artículo originalmente publicado por Desde la Fe