A pesar de las numerosas representaciones que se nos muestran, el diablo no tiene un verdadero cuerpo
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El diablo es un espíritu puro, así que no tiene cuerpo. De todas maneras, en ocasiones adquiere una forma física y se muestra coherente con lo que quiere comunicar… Lo explica el famoso exorcista de Roma Gabriele Amorth.
Padre Amorth, a veces preguntan cuál es el aspecto del diablo. ¿Qué nos dice al respecto?
El diablo es puro espíritu, no tiene sustancia corporal, por esto no es representable en forma alguna plenamente comprensible por nosotros.
Esto vale también para los ángeles de Dios, los cuales, si quieren aparecerse a los hombres, deben asumir características comprensibles para nosotros. Un ejemplo es el arcángel Rafael que, en el libro de Tobías, acompaña a Tobías en su misión, bajo la forma de un joven.
Volviendo al diablo, lo que podemos decir es que es mucho más feo de lo que podemos, aunque sea de manera distante, imaginar. Su aspecto horrible deriva del hecho de que está enormemente distante de Dios, por su elección expresa e irrevocable.
Esto lo podemos deducir con una argumentación lógica: si Dios es infinita belleza, evidentemente quien decide distanciarse debe ser su contrario. Estas son argumentaciones de tipo teológico, que se fundamentan en la revelación divina.
¿Cómo podríamos imaginarlo?
Es preciso dejar de lado las imágenes derivadas de la iconografía tradicional, del diablo con cuernos, rabo, alas de murciélago, garras y ojos llameantes. Siendo puro espíritu, no puede evidentemente “encarnar” estas características.
Si bien estas imágenes nos pueden ayudar a temer su acción sobre nosotros, por otro lado existe el riesgo, para nosotros personas del siglo XXI, de considerar el demonio como una herencia medieval, con efectos de tiempos pasados. ¡Gran riesgo es éste, y gran servicio a él!
Permítame insistir. ¿Como podemos representarlo?
Cuando se ve forzado a manifestarse, por voluntad divina o por cualquier otra causa espiritual, se muestra de modo coherente con lo que quiere comunicar: un animal monstruoso, una persona que se manifiesta.
El caso mejor representado en este sentido, me parece que es el de San Pío de Pietrelcina. A este gran santo, el demonio se le mostraba a veces como un perro feroz, algunas veces con la apariencia de Jesús o de María, otras veces bajo la de su confesor.
Frecuentemente bajo la del padre guardián de su convento que le mandaba hacer algo. Y no faltaban veces en que se aparecía como una bella mujer desnuda.
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Por Stefano Stimamiglio, entrevista publicada por la revista italiana Credere