Una prenda histórica de amplio significado a la vez religioso y profano, muy arraigada en el mundo hispano
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Las hay aragonesas, madrileñas, andaluzas, pero siempre mantillas, tocado femenino singular que alcanzó a llegar a nuestra América española e incluso a Filipinas, adornando mujeres de alcurnia y del pueblo con un encanto levemente religioso.
Elevada en una peineta generalmente de carey enclavada en la cabellera con un peinado alto, la mantilla española tiene su historia pero también un hermoso significado. No se trata de coquetería mundanal ni de atraer las miradas de los hombres. La mantilla -que entre otras cosas también es un apellido españolísimo- puso personalidad y distinción a la bella costumbre femenina de cubrirse la cabellera como lo recomiendan Antiguo y Nuevo testamento, pero con una nota de graciosa elegancia sin arriesgar el recato y que da compostura e incluso cierta altivez, que en la mujer española es más un adorno que arrogancia o presunción.
Con la mantilla se iba a misa, a fiestas, romerías y ceremonias religiosas o seculares. Daba un toque sagrado a lo profano y terrenal a lo sagrado, reciprocidad que caracteriza mucho el alma de la legendaria España del señorío y el desafío al mismo tiempo. Hoy por supuesto está casi desapareciendo irremediablemente y a poca gente le importa, incluso en la propia España. La mantilla parecía indicar pensamientos elevados con la curiosa y originalísima característica que de acuerdo a los movimientos de cabeza la mujer parecía añadirle un comentario silencioso a lo que afirmaba, negaba, aceptaba o rechazaba en una animada conversación.
No hubo reina de España que no luciera su mantilla como reafirmándose la auténtica señora de sus gobernados por más extranjera que fuese. Goya las hizo famosas y otros pintores la exaltaron incluso más que la propia figura de la mujer porque la mantilla lo decía casi todo de una personalidad femenina. Generalmente blancas o negras, las hubo también de azul turquí o aguamarina, rojas vivas y en colores pastel. Era el encanto de una tertulia o una fiesta que más parecía un jardín floreciendo que una reunión social. Tejidas con hilos de seda o de lino, tul, blonda o encaje, leves, sencillas o muy trabajadas creaban una atmósfera de cordial algarabía en medio de respetuosos tratos, comportamientos, saludos y despedidas.
Como una fuente tejida con flores, aves y mariposas, que primero salta arriba y después se hace cascada, ha inspirado a poetas y escritores, alegrado la zarabanda del flamenco y adornado el recogimiento también de las santas procesiones. La mantilla española es historia en un tejido, e historia de las mejores porque con mantilla los españoles han vestido bellas imágenes de María que es donde mejor se han visto lucir, como las mantillas que lleva la Virgen de la Macarena, regalos de sus devotos y seguidores que cuando la cargan en andas por las calles de Sevilla parecen gritarle al mundo -no sin una nota de desafío- que están llevando a María, y que va con mantilla muy fina, tejida con mano y bolillo de mujeres españolísimas.
Como lo ha dicho la poetisa Angelita de Sevilla:
La prenda por excelencia/con que la mujer se adorna/
con majestad y presencia/es la mantilla española.
Por Antonio Borda. Artículo publicado por Gaudium Press