El pasado jueves publicamos una breve nota en nuestro servicio diario sobre un concierto que celebrará próximamente en Madrid y Barcelona el grupo Hillsong, vinculado a la Iglesia pentecostal australiana Hillsong Church. Nos sorprendió bastante la riada de críticas que recibió nuestra nota – breve y bastante aséptica, por lo demás, pues se limitó a especificar que se trataba de un grupo no católico, y que hacía dos jornadas de su gira en España:
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Tratándose de un grupo muy apreciado por muchas congregaciones católicas, que en sus conciertos suele ser enormemente respetuoso con las creencias de sus fans – no es casualidad que los organizadores de la JMJ Sydney 2008 contaran con ellos en el programa de actos – y que su fórmula música-adoración está siendo modelo de nueva evangelización para muchos grupos católicos, ¿cómo explicar esta animadversión?
En nuestra reunión de trabajo de la edición española, tras leer los mensajes, llegamos a la conclusión de que el problema se puede resumir en uno, y os lo exponemos, queridos lectores, como un argumento para el debate: no es la primera vez que, hablando de evangelizar con la música, encontramos esta resistencia. Nos recuerda mucho a las reacciones indignadas contra la presencia de sor Cristina Scuccia en el programa The Voice, y a otras reacciones parecidas cuando sacamos temas sobre grupos de rock cristiano.
En primer lugar, está la confusión entre la música moderna y la música litúrgica: los abusos en este sentido han despertado en muchos la desconfianza hacia los grupos cristianos que utilizan la música moderna, como si quisieran “invadir” un espacio que no les corresponde.
En segundo lugar, está el rechazo a la música moderna como algo ajeno a la esfera de la cultura cristiana. Y ahí está el punto: ¿Se puede utilizar la música contemporánea para acercar el evangelio al hombre de hoy? ¿Se puede utilizar el lenguaje moderno para transmitir un mensaje que abra a los hombres alejados de la fe un horizonte de trascendencia? Podríamos incluso considerarla como un ambiente de pre-evangelización: una preparación para escuchar posteriormente un primer anuncio, sencillamente ofrecer una ocasión de apertura a lo divino que hoy el hombre ya no tiene en su experiencia vital.
Esto es lo que los grupos protestantes han comprendido desde el primer momento y que, observamos, los católicos tardan en asimilar. Excepto en lugares concretos como Brasil y Estados Unidos, en general la música contemporánea hecha por católicos encuentra muchísimas incomprensiones y dificultades. El resultado, ellos tienen grandes grupos y sellos discográficos, organizan conciertos espectaculares, dominan mejor los nuevos lenguajes. Los católicos no, y encima les miramos mal.