¿Cómo evitar hablar mal de alguien? ¿Cómo hacer si el difamado soy yo?
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Pues yo os digo: Todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal; pero el que llame a su hermano imbécil, será reo ante el Sanedrín; y el que le llame renegado, será reo de la gehenna de fuego.
Mateo 5, 22.
La difamación es un pecado gravísimo, que en internet, donde parece que nuestra identidad e integridad están más protegidas, se multiplica constantemente. Se dicen cosas y se acusa a gente, y muchas veces no contrastamos la información y los difamamos. O incluso peor, muchos medios y sitios lo hacen a propósito, con el objetivo de desacreditar al prójimo. Sin embargo, Benedicto XVI ya explicó en su día que a la cultura diabólica del mundo de hoy de la calumnia y la mentira, los católicos deben decir siempre no, ya que por ser bautizados pertenecen a Dios y por ello deben vivir en la verdad (L’Osservatore Romano).
La difamación hace ciegos
Así pues, un católico que difame, calumnie, haga uso de la maledicencia, o haga juicios temerarios de forma pública, reiterada, y consciente, está cayendo en un pecado muy grave del que es imperativo salir; pues el respeto de la reputación y del honor de las personas prohíbe toda actitud y toda palabra de maledicencia o de calumnia (Catecismo 2507). Porque recordemos que Dios siempre tiene misericordia, y el Sacramento de la Reconciliación está abierto a quienes se arrepienten de sus faltas pasadas y desean elegir sinceramente a Cristo y su Palabra.
Especialmente en internet estos sitios se reconocen enseguida: el tema es monótono y recurrente, se habla siempre mal, no se reconoce nada bueno sobre el tema del que tratan, se exponen hasta los fallos más tontos e insignificantes, los comentarios suelen ser un continuo de acusaciones y ataques, etc. En definitiva: todo vale para hacer daño. Además, si el sitio en cuestión se denomina como “Católico” no faltarán las interpretaciones libres y sacadas de contexto de la Biblia y de la doctrina de la Iglesia.
Pero ante esto… ¿Qué hacer? Pues inicialmente y por el bien de esas personas, si se puede, corregir con amor y lo más en privado posible. Si tras varios intentos no se consigue nada, pues rezar por ellos y no volver a visitar ese sitio más, como dice San Pedro: Rechazad, por tanto, toda malicia y todo engaño, hipocresías, envidias y toda clase de maledicencias (1 Pedro 2, 1). ¿Y si eres tu el objeto de la difamación? Bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os difamen (Lucas 6, 27).
¿Y qué podemos hacer para evitar caer en la difamación accidentalmente? ¡Ejercer la prudencia y el discernimiento! De esta forma dirás lo apropiado una vez has contrastado toda la información, y siempre con la mirada misericordiosa de los ojos de Dios. En definitiva: sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo (Lucas 6, 36). Él te ha perdonado, te ha amado, te ayuda en tu vida diaria, y te ha dado la Vida Eterna. Cuida pues tu lengua, pues principio de toda obra es la palabra, y antes de toda acción está la reflexión (Eclesiástico 37, 16). De esta forma tratarás a tu prójimo como Dios te ha tratado a ti… ¡Con Amor!
Artículo La difamación en la red publicado en Mensajero del Amor de Dios.