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La relación entre los santos y el Cuerpo de Cristo nos interroga
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La experiencia de los místicos puede ayudarme a mí y a muchos otros que no son místicos. Santa Catalina de Siena deseaba tanto recibir la santa comunión que un día la hostia consagrada voló hacia ella encontrándose al fondo de la iglesia.
En otra ocasión un episodio similar se tiñó de aspectos prácticos que se volvieron cómicos.
Catalina deseaba recibir la comunión y fue a la cercana iglesia de Santo Domingo donde el fraile Raimundo de Cápua, su confesor, celebraría la misa.
Era tarde y, como Catalina entraba en éxtasis después de haber recibido al Señor sacramentado, le prohibieron comulgar porque la iglesia debía cerrar y no sabían qué hacer con alguien en aquel estado.
(También san José de Cupertino entraba en éxtasis cuando iba al coro y se levantaba en vuelo, tanto que le prohibieron bajar al coro con los demás. Cuando se dice que los santos molestan…).
¿Dónde estaba la hostia?
Catalina pacientemente aceptó no recibir la comunión. Pero mientras fray Raimundo de Cápua concluía el rito, se dio cuenta de que una parte de la hostia consagrada, que había fraccionado, ya no estaba.
Pensando que se hubiera caído, la buscó por todos lados y dijo al sacristán que no tocara nada porque debía ir con la santa y a su regreso aún la estaba buscando.
Catalina le habló y al final de la charla le dijo, con una sonrisa, que no se angustiara por esa fracción de hostia que no encontraba. Fray Raimundo entendió.
Y también yo entiendo mejor cómo me debo acercar al más bello don de Dios.