Borges y Castellani, su contacto en Chesterton
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El año 1899 fue particularmente significativo para las letras argentinas: en ese año nacieron Jorge Luis Borges y Leonardo Luis Castellani, compañeros de generación aunque de disímiles posturas. Andando el tiempo, se convertirían en figuras representativas de dos tipos de intelectuales argentinos. El primero, Borges, intelectual ilustrado, poseedor de una vasta “cultura de salón”, memorioso, habitué de cafés y tertulias culturales paquetas y articulista permanente en las revistas literarias que buscaban colocar a la Argentina en consonancia con la “movida” intelectual internacional.
Lector incansable y escritor prolífico, se convirtió en maestro de varias generaciones de escritores argentinos y extranjeros que encontraron en él el secreto para construir urdimbres lingüísticas y juegos del lenguaje, sin un mayor compromiso ético o filosófico; puros discursos retóricos que minusvaloran la función referencial del lenguaje. Respecto de la escritura, pone en boca de Asterión: “No me interesa lo que un hombre pueda transmitir a otros hombres…pienso que nada es comunicable por el arte de la escritura.” Por otra parte, en Tlön, planeta construido por el lenguaje, “los metafísicos no buscan la verdad ni siquiera la verosimilitud: buscan el asombro. Juzgan que la metafísica es una rama de la literatura fantástica”.
Por su parte, Castellani es el tipo de intelectual rumiador, lector curioso y crítico, enamorado de la Verdad y dispuesto a encontrarla y a mostrarla en todos sus escritos; autor de una considerable cantidad de obras literarias, filosóficas, exegéticas, teológicas, acostumbrado a cantar “en cosas de jundamento”.
Para él, la literatura sí es vehículo de ideas, porque si bien el fin del arte consiste en la producción de un objeto bello, la Belleza es inseparable de la Verdad y del Bien. Un texto no es bello cuando no es verdadero; la suya es una poética al servicio de la Verdad. Sacerdote y escritor, se ha convertido en maestro de generaciones de intelectuales que asientan su pensamiento en la sólida roca del tomismo.
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