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¿Sabes reconocer tus errores como padre de familia?

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Aleteia Team - publicado el 21/10/14
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Tips para ser objetivos como esposos y como padres

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Señalamos algunos tips para poder adquirir la madurez como esposos (as) y padres de familia y educar a nuestros hijos con mayor eficacia, para poder cumplir con el proyecto de Dios para ellos.

1. Objetividad: Podemos decir que la objetividad es la capacidad que tiene el individuo para reconocer defectos y virtudes, aciertos y errores de su propia conducta para que con base en ese conocimiento sea mejor persona.

• Al reconocer con toda sinceridad y humildad que somos vulnerables, que no somos el esposo o la esposa perfectos y que tenemos  defectos que impiden en algunas ocasiones una armonía o un matrimonio estable.

•  Pero también reconociendo que poseemos  virtudes, que van a ser las que enriquezcan nuestro matrimonio, las que si sabemos  cultivar con amor y dedicación, darán mucho fruto.

Reconociendo  nuestras  limitaciones: egoísmo, ambición, orgullo, debilidad, prepotencia, inseguridad… características todas ellas que impiden una buena convivencia en el matrimonio, si no se “trabajan” en “común” para el bien del matrimonio y la familia. Hay que verlas como oportunidades de crecimiento y de amor, para ayudar al otro a ser lo mejor que puede ser.

Identificando las virtudes y defectos del  cónyuge, apreciar las virtudes y ayudarle para que éstas crezcan y se multipliquen. Con los defectos, también hay que identificarlos, aceptarlos como parte  del otro y ayudarle a vencerlos, a mejorarlos o al menos que no dominen, que se vean superados por las virtudes.

Teniendo la sencillez y la humildad de aceptar consejos, opiniones de otras personas: amigos, parientes o consejeros profesionales, que nos hagan ver aquellos caminos que nos pueden ayudar a ser mejores como matrimonio o como personas.

Pidiéndole al Espíritu Santo en la oración personal, que nos ilumine, que nos haga ver con claridad aquellas áreas de oportunidad en las que podemos mejorar para lograr un matrimonio tal y como Dios lo pensó.

Aceptando a nuestros hijos tal y como son, aunque no sean como los habíamos “soñado”. Reconocer que posiblemente no tienen el carácter o el físico, que habíamos esperado… pero así son, esos son nuestros hijos, los que Dios nos mandó para que educáramos y formáramos.

Identificando sus virtudes, para ayudarlos a ser lo mejor que pueden ser, con base en lo que ellos “pueden” y “quieren”, no en lo que nosotros “deseamos y pretendemos.

Brindándoles el apoyo y el amor que necesitan, no más ni menos…evitar la sobreprotección que limita y el abandono que anula.

• Sea apoyo, pero sin estorbar ni imponer; ser guías, que indiquen el camino con claridad y precisión; ser estímulos que motiven y animen.

Ayudándoles a forjar un carácter fuerte, sólido que les permita ser lo que deben ser y lo que Dios quiere para ellos.

Ser para ellos un ejemplo de vida, un modelo que impacte por su valor intrínseco, real, no por la apariencia ni lo pasajero, sino por la esencia y el valor que trasciende.
 
Podemos ser objetivos como padres de familia, cuando reconocemos que nuestros hijos no son nuestros, son de Dios y nosotros somos simples colaboradores de Él para la formación de esas almas que nos encomendó para algún día llevarlas al cielo con Él.

En la medida que “aceptemos” a esos hijos con sus virtudes, valores, defectos, circunstancias y veamos en cada uno de ellos esa posibilidad de “hacer” de ellos lo que Dios quiere con nuestro amor, nuestro apoyo, nuestra incondicionalidad y nuestro servicio como padres y matrimonio cristiano, estaremos contribuyendo a una tarea única y con sentido eterno.

Por Cecilia Elizondo
Artículo publicado por el semanario Desde la fe

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