El Papa es fiel al magisterio y fiel a los principios fundamentales de la gran maestra en humanidad que es la Iglesia. Sabe que sin ella los hombres –aún aquellos que la aborrecen— estaríamos perdidos, sin brújula, sin norte, sin horizonte. Como “el hombre acabado” de Papini, viviríamos siempre al acecho de los demás, para, en el momento oportuno, vengar en ellos la decepción de ser que nos corroe las entrañas.
Las mentiras sobre el Sínodo: Eso no fue…
El Observador - publicado el 24/10/14
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