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Julián Marías: una filosofía para prepararnos para los grandes debates

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Ignacio Pérez Tormo - publicado el 03/11/14
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Tuvo una gran intuición: si queremos defender la vida humana, hay que volver al concepto de persona

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Qué difícil es describir a este gran hombre. Julián Marías tenía la vista velada por las cataratas. Pero sus ojos ya habían visto lo más bello del siglo: a Lolita que los enamoró, a Ortega que los instruyó y el cinematógrafo que los fascinó. Luego se habían inclinado hacia los poetas e historiadores franceses. Aunque lamentablemente, antes de todo esto, habían tenido que ver una guerra.

Perder la guerra

Durante tres años, los estudios en las Universidades habían quedado suspendidos. Para recuperar el tiempo perdido, los aprobados estaban siendo generosos. Pero hoy un joven iba a ver muy de cerca que en las guerras pierden todos. ¿Por qué la suya iba a ser diferente?

La mañana en que empieza nuestra historia, en el Salón de Actos de la Complutense, cinco hombres aguardaban para examinar las tesis doctorales. 
                  – ¿Quién es el siguiente?
                  – Julián Marías.
                 
El estudiante comenzó la defensa de la tesis, mientras los miembros del Tribunal parecían muy interesados en su exposición. A su término, el bedel ordenó dejar libre el salón para la deliberación. 
                  – ¿Cuál es su pasado? 
                  – Un excelente expediente académico.
                   – No. Su pasado político. 
                  – Pacifista. Es decir, un rojo. Por supuesto, está suspendido. 
                  – Además, no menciona la Escolástica. Es seguidor de Ortega y Gasset.
                   – En esta Facultad, hay que ser escolástico. 
                 
El hombre más pequeño, que estaba sentado en el centro, haciendo las veces de presidente, musitó:
                  – La Escolástica puso buenos andamios, pero no terminó la casa. El concepto de persona, por ejemplo. Boecio, Ricardo de San Víctor o Duns Escoto… no pudieron solucionar algunas cuestiones … No alcanzan a responder ¿por qué una persona se sabe diferente a otra? o ¿por qué se relacionan entre sí las personas?
                 
El más joven coincidió:
                   – Además, los propios comentaristas de Santo Tomás reconocieron no haber alcanzado esas respuestas. Se necesita una visión dinámica.
                   – Es igual la Escolástica o la que sea. Pero esta nación está necesitada de doctrina única – el secretario concluyó. 
                 
El bedel dio permiso para entrar. El secretario tomó la iniciativa, diciendo "NO APTO". Con voz más baja, continuó "por acuerdo unánime" y miró de reojo al presidente. Este examinaba mientras tanto el ciclostil que les habían facilitado, en el que había intercalado documentos propios para adelantar trabajo.
                 
Entre el público, una joven, se secaba la nariz y los ojos, con el puño desabrochado de la camisa, como el niño que reprime ante sus hermanitos el sollozo. Recompuesta, se acercó al estudiante y le dijo: 
                  – Julián, saldremos de España.
                   
La incompleta noción de persona que disponían en la generación de Julián Marías  
                 
El antiguo concepto estaba formulado precisamente por los autores de la Escolástica. Para desarrollarlo, habían utilizado enunciados de la Metafísica griega. La definición así formulada resultaba estática e incompleta, pues efectivamente dejaba sin respuesta algunas preguntas.
                 
Estas cuestiones eran importantes, pues las ciencias de la vida avanzaban a gran velocidad y los grandes debates sobre la vida humana estaban preparándose.
                 
El reto consistía en que el concepto de persona fuera desarrollado más dinámicamente. Se necesitaba un gran intelectual que recogiera el guante. 

                 
Regreso a España
                 
Unos años después, el panorama político era menos hostil para los exiliados. Nuestra historia prosigue en Madrid, en el aeropuerto de Barajas. Del avión descendía un joven matrimonio, a quienes conocimos en la presentación de la tesis. Él, detrás de sus enormes gafas, se mostraba emocionado al volver a pisar aquel suelo.  Regresaban de Estados Unidos, donde había impartido clases y conferencias de filosofía, adquiriendo un gran prestigio.
                 
La persona como proyecto de vida
                 
En las conferencias defendía que la persona camina hacia su destino. Es una novela hacia su desenlace. Ni la muerte, ni la corrupción biológica pueden impedir que llegue.
                 
No busquemos los difuntos en los cementerios, afirma el profesor. “Los procesos químicos que descomponen el cuerpo no son la terminación de la persona, mientras esta camina al Amor”.
                   
En la medida en que se ama, – dice-, se necesita seguir viviendo. Y luego se resucita para continuar amando, o dicho con sus palabras: volver a vivir después de la muerte, para seguir amando.
                 
Se vive para amar y luego se vuelve a vivir para continuar amando.  Marías facilitará aún más la idea, sintetizándola, al decir que la persona es: proyecto de vida hacia el amor. Esta es la definición buscada y al final, hallada de persona.
                 
El concepto de persona, un buen instrumento para defender la vida humana
                 
La intuición de nuestros abuelos ya consideraba el aborto como una monstruosidad. Pero la intuición no bastaba, pues los avances de la Ciencia hacían necesarios argumentos basados en los nuevos conocimientos de que disponían sobre la vida humana. La muerte provocada del no nacido es el campo al que por vez primera se aplicó el concepto de persona de Don Julián Marías, demostrando su utilidad práctica. Y al final de su carrera, en el respeto de sus adversarios en los debates y en el aplauso tras las conferencias, resonaba un eco poniendo el pasado al día: apto.
 

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