Lo que es locura a los ojos del mundo, es sabiduría en el Espíritu Santo, recuerda san Juan Pablo II
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En la arquidiócesis de México hay 39 conventos de distintas órdenes religiosas y “el Señor nos sigue mandando vocaciones”, manifestó la madre Guadalupe, al poner como ejemplo las diez jóvenes que recientemente hicieron sus votos perpetuos como religiosas de la Cruz del Sagrado Corazón de Jesús.
¿Para qué sirven las monjas de clausura?, es la pregunta que muchas personas se hacen sobre las religiosas de vida contemplativa, porque al escuchar esta palabra se imaginan a un grupo de mujeres encerradas en un convento, alejadas del mundo, casi invisibles, extrañas a las necesidades de los hermanos y sin hacer nada de provecho.
San Juan Pablo II dijo en una ocasión que “la opinión pública e, incluso, desgraciadamente a veces, muchos cristianos, se ven tentados a considerar la vida contemplativa como una evasión de lo real, una actividad anacrónica e incluso inútil, pero lo que es locura a los ojos del mundo, es sabiduría en el Espíritu Santo. No intenten justificarlo. Todo amor, desde el momento que es auténtico, lleva en sí mismo su justificación”.
“La vida contemplativa –continuó– ha ocupado y seguirá ocupando un puesto de honor en la Iglesia. Dedicada a la plegaria y al silencio, a la adoración y a la penitencia desde el claustro”, porque “la Iglesia sabe bien que su vida silenciosa y apartada, en la soledad exterior del claustro, es fermento de renovación y de presencia del Espíritu de Cristo en el mundo”.
Y es que, como lo explica la madre Guadalupe Labarthe Cabrera, coordinadora de la Unión de Contemplativas de la Arquidiócesis de México, “la vocación a la vida contemplativa es un regalo de Dios a una personas que quiere centrar toda su vida en Jesús; es una llamada al amor por el amor en Sí mismo; se trata de una vida sumamente sencilla, pero que está centrada en Jesús”.
Las religiosas contemplativas viven en un ambiente de oración continua, silencio y trabajo, teniendo a Dios como el centro de su vida, sin esperar recompensas o frutos materiales.
Una voz en el silencio
La vida contemplativa tiene gran relevancia para la Iglesia, porque por medio de la fe y la oración, las religiosas contemplativas presentan ante Dios las necesidades de todo el mundo.
“Oramos por las situaciones complejas de la familias, por los que no tienen trabajo, los enfermos, los drogadictos, los jóvenes, por el dolor moral de tantas personas, para que a todos les lleguen sus bendiciones y ayuda”, señala la madre Guadalupe.
Cada orden religiosa tiene sus carismas propios, que la definen como tal y que revelan la intención del fundador; en base a esto, se desarrolla la vida en los conventos y monasterios. Algunas se dedican las 24 horas del día a la adoración del Santísimo expuesto en sus capillas, ante quien siempre hay una religiosa intercediendo por toda la humanidad, especialmente por los sacerdotes santos.
Otras, se dedican a la oración personal, muchas veces desde sus celdas, mientras que otras hacen presente ante Jesús, por medio de la celebración de la Liturgia de las Horas, las penas y pesares que las personas les dejan por diferentes medios: teléfono, internet, de manera personal, etc.
Aunque el centro de la vida consagrada es el seguimiento a Jesús, la madre Labarthe Cabrera señala que también es esencial la devoción a la Virgen María, así como la intercesión de los fundadores de algunas órdenes.
El ambiente de silencio es fundamental para crear un momento de oración en los monasterios de vida contemplativa, pero las religiosas también tienen espacios de convivencia, hacen oración en comunidad, además, deben realizar trabajos como la elaboración de ornamentos, hostias, galletas, rompope, dulces y otros alimentos para obtener algunos ingresos que les permitan subsistir.
¿Han pasado de moda?
La vida silenciosa y apartada de las religiosas contemplativas no pierde sentido, porque hoy más que nunca los problemas de la humanidad claman por sus oraciones para enfrentar los problemas característicos de un mundo materializado, como son la injusticia, el odio, la violencia, la corrupción, la carencia de valores y la pérdida de la fe.
En la arquidiócesis de México hay 39 conventos de distintas órdenes religiosas y “el Señor nos sigue mandando vocaciones”, manifestó la madre Guadalupe, al poner como ejemplo las diez jóvenes que recientemente hicieron sus votos perpetuos como religiosas de la Cruz del Sagrado Corazón de Jesús.
Al explicar a las jóvenes de hoy que se puede ser plenamente feliz dejándolo todo para entregar su vida a Dios y a los demás –aún encerrándose de por vida en un monasterio dedicadas rezar y trabajar– destaca que lo “más bonito es la relación con Jesús: “dejamos todo por amor a Él, pero no te separa del mundo, porque Jesús vino al mundo a salvarnos a todos, al contrario, nosotras somos como un puente para interceder por todo lo que la humanidad necesita, como una voz silenciosa en la Iglesia”.
Por Zoila María Bustillo
Artículo originalmente publicado por SIAME