“Nuestros castillos deben ser las familias y las parroquias, la pequeña y la gran comunidad…”
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Es ocasión de acudir a santa Teresa de Jesús. Lo es porque el 2015 celebramos su quinto centenario, pero también porque vivimos en tiempos inciertos, y no muy buenos, aunque como dice Olegario González de Cardedal, ninguna época se encuentra más lejos de Dios que otra.
En estas situaciones, la gran mística de Ávila es una ayuda segura, y no porque inspire una pretendida fuga de la realidad, sino al contrario, para contemplarla desde una perspectiva anclada en la fe.
En Camino de Perfección, santa Teresa presenta el símil con el defender desde el castillo para ganar (cap 3.1) y al hilo de su reflexión se nos ocurre que nuestros castillos deben ser las familias y las parroquias, la pequeña y la gran comunidad.
No para vivir encerrados en ellas, sino porque en ellas encontramos la fuerza para proseguir. Defender y preservar para vencer con la fe.
Si los monasterios reconstruyeron una nueva civilización en años de oscuridad, la parroquia es –debería ser- el monasterio del siglo XXI, viviendo intensamente la fe y la fraternidad cristiana, para proyectarla, con acierto y capacidad de acogida, puertas afuera, hacia todo su entorno, creyente o no.
Habla también santa Teresa del papel de los predicadores y teólogos, (3.2) de los segundos los hay, pero los primeros casi han desaparecido. ¿Dónde están quienes tienen como oficio sagrado llevar la Buena Nueva, la palabra de Dios a la plaza pública, en la forma y método acorde con los tiempos? Este es un abandono terrible.
Y que no se diga que los predicadores hoy son los medios de comunicación, porque es lo mismo que decir que la predica en el siglo XV eran los libros.
Los predicadores son personas concretas que buscan ser escuchadas por las gentes. Y recordemos que no sólo lo hacían en la cristiandad, sino en difíciles tierras de infieles y paganos, por utilizar el lenguaje de la época.
El diálogo interreligioso no debe disuadir de llevar la palabra de Jesucristo, porque si se considera que está la razón para no hacerlo, lo que se está diciendo en el trasfondo es que la Revelación y la Encarnación carecen de sentido, porque todo puede andar igual sin que ellas se hagan presentes.
Se refiere con énfasis la santa a los eclesiásticos que actúan en el mundo como una actividad necesaria, porque “buenos quedarían los soldados sin capitanes. […] Han de vivir entre los hombres, tratar con los hombres… pensáis hijas mías que es menester poco tratar con el mundo y vivir en el mundo y tratar negocios del mundo y ser en el interior extraños del mundo y enemigos del mundo, y estar como quien está en destierro”.
Necesitamos también de estos “capitanes” y de esa actitud, espíritu y fuerza. Para que se dé es necesario que, quienes son los sujetos eclesiásticos, se crean plenamente su papel y no lo confundan con el de un animador social, un sociólogo, un profesor, un gestor parroquial: puede ser todo esto y mucho más pero lo que le da su especificidad es su carácter eclesiástico en los términos que utiliza santa Teresa.
Predicadores y sacerdotes que capitaneen el camino de Dios, sólo con eso casi todo puede ser hecho.
P.D. Para esta época y Santa Teresa recomendamos un pequeño y magnífico libro de la editorial Narcea, Juntos andemos Señor, “una selección cuidadosa de pequeños textos de la santa inteligentemente editados, que son perfectos para meditar y orar.
Artículo originalmente publicado por Forum Libertas