Unos pequeños niños de la calle consiguen robarnos el corazón en esta película del director de “Billy Elliot”
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En el año 2000, el inglés Stephen Daldry estrenó una película, Billy Elliot, en la que narraba la historia de un niño que, en una sociedad abiertamente machista, prefería el baile al fútbol y se involucraba en una gran hazaña para ser bailarín a pesar de la oposición de su familia y su ambiente.
Con Billy Elliot descubrimos que Stephen Daldry tenía una talento extraordinario para trabajar con niños en la pantalla. Años después rodó Tan fuerte, tan cerca que narraba los acontecimientos del 11S tras la mirada de un niño.
Con Trash, ladrones de esperanza, Daldry riza el rizo y vuelve a contar una historia protagonizada por niños brasileños que viven en la máxima pobreza.
La película explica la vida de dos chavales de 14 años, Rafael y Gardo, que viven en las favelas de Río de Janeiro y trabajan en un basurero escarbando entre la inmundicia para encontrar alguna cosa de valor.
Un día encuentran entre los residuos una cartera con unos documentos que desvelan una trama de corrupción política escandalosa.
Cuando la policía local aparece para ofrecerles una generosa recompensa por la cartera, los dos chavales desconfían y recurren a su amigo Rata, que vive en las alcantarillas, para descubrir el secreto que se esconde en la cartera.
La policía, comprada por el poder corrupto, inicia una persecución inhumana contra los tres chavales. Llegarán las huidas, las humillaciones, las torturas y las serias amenazas de muerte.
Sólo un cura comprometido, (Martin Sheen) y Olivia, una cooperante europea (Rooney Mara), ayudarán a los adolescentes en su empeño de hacer que la verdad se descubra.
La crítica, por Josan Montull, colaborador de CinemaNet:
Nos encontramos ante una película ágil, interesante y moral. La narración es trepidante; el montaje, la fotografía y la vigorosa música de Antonio Pinto hacen que nos sintamos sumergidos en la historia; desde sus primeras imágenes, Trash cautiva al espectador con un ritmo frenético y una realización magnífica. A los cinco minutos de film el espectador ya ha sido atrapado por la historia.
Por otra parte, tiene el film –junto a la aventura y la acción- una reflexión moral importante, hay que hacer lo que es correcto, aunque comporte riesgos y dificultades.
Los chavales lo tienen muy claro, no hay que ceder a chantajes, ni al miedo (como hacen tantos en el mundo de la corrupción), hay que conseguir que el propietario de la cartera vea su sueño cumplido. Y esto hay que hacerlo porque “es lo correcto”. Desde el basurero de Río estos meninos da rúa dan una lección de integridad moral digna de encomio.
Sorprende, además, muy gratamente el tratamiento religioso del film, los chavales son creyentes, rezan, dan gracias a Dios, piden no sólo por ellos sino también por los que están sufriendo los atropellos policiales. “Dios nos escucha” dice Gardo a sus amigos en los momentos de debilidad.
La Iglesia se muestra en la película tremendamente humana y acogedora. A pesar de las debilidades con el alcohol del padre Juilliard y de la aparente fragilidad de Olivia, será en estas personas en donde los chavales busquen y encuentren refugio, protección y amor.
La fe en Dios aparece como exigencia ética para vivir la solidaridad y la justicia. Dios impulsa a hacer lo correcto y en Él encuentran los protagonistas el sentido último de la vida. No es una fe remilgada ni desubicada del contexto, la relación con Dios se ve con una normalidad apabullante; en la capilla se encuentran como en casa, duermen (incluso sobre el altar), se protegen y hasta bailan.
Al final, como no podía ser de otra manera, triunfa el amor, la amistad y la justicia. Hacer lo correcto siempre lleva a buen puerto.
Hay que dice que Trash es demasiado esperanzadora y edulcorada. Creo, más bien, que estamos ante una película excelente que reivindica valores como la amistad, la generosidad y la solidaridad con una desenvoltura notable.
El hecho de que los profetas de la justicia sean unos chavales sacados de un basurero aumenta el valor moral de esta historia.
Claro que esta película no hubiera sido lo mismo sin el trío protagonista. Ninguno de ellos había sido actor, es más, nunca habían entrado en un cine. La habilidad del director para sacar lo mejor de estos chavales hace que la película tenga una frescura encomiable desde el principio.
Los chavales ríen, corren, saltan, lloran, se abrazan, se discuten, se quieren; combinan la inocencia y la picaresca con una naturalidad maravillosa. Su presencia llena la pantalla y le da a la historia y una ternura que sin ellos hubiera sido imposible; A la vez que su aventura se va convirtiendo en más peligrosa, descubrirán el valor de una amistad creciente.
Y es que estos ladrones de esperanza consiguen robarnos el corazón.
Artículo originalmente publicado por CinemaNet