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El significado de la Navidad en el cine

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CinemaNet - publicado el 15/12/14
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Cómo el cine nos ha presentado la Navidad y los valores que esta fiesta conlleva

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En el historial de búsqueda de la web se hallarán muchos y recomendables artículos sobre el tema, principalmente listados de títulos cuyo visionado, aunque siempre recomendables, cobra especial relevancia en estas fechas.

Con el epígrafe que nos ocupa nos sumamos humildemente a esa lista que, felizmente, nunca pasa de moda, aunque se introduce un matiz importante: aquí no interesa tanto la ubicación de los relatos en fechas navideñas sino en el contenido, las razones argumentales y/o de discurso que inciden sobre el espíritu navideño.

En un artículo publicado en estas mismas páginas sobre cineastas de relevancia del siglo XX, abordé el análisis de la obra del maestro Frank Capra focalizando la misma en el análisis de una de sus piezas maestras, la carismática, celebérrima, siempre vigente ¡Qué bello es vivir! (1945), de la que quizá a estas alturas sea innecesario añadir nada.

Sí quizá se pueda llamar la atención sobre el hecho de que Capra empapó muchas de sus obras de su época dorada de los valores que sostienen el significado de la Navidad, especialmente el altruismo y la entrega incondicional al prójimo no entendidos como un sacrificio sino como un acicate que, de realizarse, puede acercar al ser humano a vivir una vida en plenitud.

Obras como Dama por un día (1933) y su tardío remake Un gángster para un milagro (1961), o como la emotiva Juan Nadie (1941) ejemplifican elocuentemente lo que digo. Y de hecho, la lista no se cierra ahí: invitar al lector/espectador a acercarse a cualquier película de Capra es una invitación a degustar e involucrarse según las reglas del drama que el cineasta tan bien manejó siempre en los valores aludidos.

La sombra de esos contenidos, que de hecho a menudo se llegan a citar como “caprianos”, puede rastrearse en no pocas películas contemporáneas que han revisado convenientemente la fórmula para adaptarla a las lecturas de nuevas generaciones.

Pensamos por ejemplo en Family Man (Brett Rattner, 1995), fábula en los tiempos modernos de un evidente trasunto de George Bailey, el sufrido personaje que encarnaba Nicholas Cage, o en la comedia Los fantasmas atacan al jefe (Richard Donner, 1988), donde un despiadado ejecutivo de una empresa, Bill Murray, descubría lo nocivo de su comportamiento merced de una curiosa epifanía.

El título de Donner, de hecho, no hace otra cosa que recordarnos el parentesco de lo “capriano” con lo “dickensiano”: su relato Canción de Navidad, también conocido como Cuento de Navidad o El cántico de Navidad (A Christmas Carol, Charles Dickens, 1843) ha sido una cantera formidable de películas de todas las épocas y formatos que nos recuerdan una y otra vez cuál es el auténtico significado de la Navidad a través de una historia traumática, una pesadilla (la aparición de diversos fantasmas) que funciona como catarsis.

La cita de todas las versiones que se han realizado de ese ultraclásico sería interminable; por citar algunas y de formatos diversos, Cuento de Navidad (1938), versión de la MGM firmada por Edwin L. Marin, el magnífico musical Muchas gracias, Mr. Scrooge (Ronald Neame, 1970), la entrañable versión disneyana La Navidad de Mickey (Burny Mattinson, 1983) o la reciente (y estimable) versión rodada por Robert Zemeckis en 3D y con la técnica de animación por captura de movimiento, Un cuento de Navidad (2010) (y anotamos que experimentando con las mismas técnicas el propio Zemeckis había filmado unos años antes otro título navideño para toda la familia, Polar Express, 2004).

Regresando a las codificaciones narrativas y alegóricas del Hollywood de la era de los grandes estudios, podemos rastrear innumerables títulos en los que el significado de la Navidad funciona como un acicate (fantástico, o directamente milagroso) que lleva a los personajes a la trascendencia.

Un ejemplo muy significado y prototípico sería la historia sobre el Santa Claus de la calle 34 en De ilusión también se vive (George Seaton, 1947), pero llama más la atención la sofisticación, a veces sutil y otras no, de otras plataformas narrativas que progresan a partir de la promesa redentora de la Navidad, como la agridulce y hermosísima comedia protagonizada por Barbara Stanwyck y Fred MacMurray Recuerdo de una noche (Mitchell Leisen, 1940) o nada menos que el western de John Ford Tres padrinos (1948), en realidad un remake de un filme silente propio (Marked Men, 1919), en la que tres fugitivos –nada menos que John Wayne, Pedro Armendáriz y Harry Carey jr– , se adentran en el desierto tratando de burlar la justicia y encuentran a una mujer moribunda que está a punto de dar a luz…

Y para cerrar este recorrido por el cine americano clásico, me atrevo a sugerir que el significado de la Navidad, o más bien su pérdida, desentraña el anagnórisis más célebre de la Historia del Cine, el trineo “Rosebud” en Ciudadano Kane (Orson Welles, 1941).

En el apoderamiento naturalista, moderno, más difuso en conceptos del cine contemporáneo hallamos paráfrasis muy distintas en sus sentidos e intenciones sobre el significado de la Navidad.

Citando dos aproximaciones bien distintas al tema que nos ocupa, en la delicada fábula francesa Un cuento de Navidad (Arnaud Desplechin, 2008), un encuentro navideño familiar funciona como caja de resonancia del drama que esa familia debe afrontar para luchar contra una rara enfermedad genética que ya les ha arrebatado a un hijo y ahora amenaza a un segundo; y en el drama costrumbrista Un cuento de Navidad (Abel Ferrara, 2001), se relata una extravagante catarsis en el seno de una familia de traficantes de baja estofa de un barrio neoyorquino.

Son dos ejemplos a los que sumar las aportaciones que se le ocurran a cualquier lector: probablemente, sean cuales sean las película que acudan a su pensamiento, se tratará de fábulas más sofisticadas que las antes citadas según la codificación clásica.

Pero, atención, escarbando bajo la maleable superficie seguro que hallaremos la reivindicación de los mismos valores, de la misma esencia. Clara demostración de que ciertas cosas son imperecederas.
 
 
Artículo originalmente publicado por CinemaNet
 

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