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Los 3 desafíos que cristianos y musulmanes deben afrontar juntos

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Mathilde Rambaud - publicado el 09/01/15
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La identidad, la diferencia y el pluralismo, según el cardenal Tauran

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Cristianos y musulmanes deben afrontar juntos tres desafíos: el de la identidad, el de la diferencia y el del pluralismo. Lo afirmó en la catedral de Versalles el pasado 15 de septiembre el cardenal Jean-Louis Tauran, entonces presidente del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligoso.

El cardenal ofreció una conferencia sobre “la visión cristiana de las relaciones entre cristianos y musulmanes” y reconoció que el título puede parece un poco provocativo en un momento en que el mundo está en las garras de semejantes tormentos.
 
Lejos de lamentarse sobre el presente o de contentarse con mirar al pasado, el que fuera protodiácono propuso un análisis diferente: “Las religiones no están en el origen del caos actual. Pero no se puede comprender el mundo de hoy sin tener en cuenta las religiones. Estas serán un elemento clave en la resolución de los conflictos en curso”.
 
A pesar del contexto actual y de los horrores perpetrados por el autoproclamado Estado Islámico, el diálogo entre las dos grandes religiones monoteístas prosigue con paciencia y discreción.
 
“Constatamos que, a pesar de la cantidad de esfuerzos recientes, todavía no nos conocemos”, lamentó el cardenal Tauran. “Tenemos miedo unos de los otros; evidentemente el terrorismo practicado en nombre del islam por musulmanes desviados no contribuye mucho a favorecer la confianza mutua”.
 
Numerosos puntos comunes
 
Muchas veces se refirió a san Juan Pablo II, que recordó ya en 1982 en Kaduna, en Nigeria, que cristianos y musulmanes tienen muchos puntos en común:
 
“Vivimos bajo el sol del mismo Dios misericordioso. Creemos, unos y otros, en un solo Dios, creador del hombre. Tenemos el privilegio de la oración, el deber de una justicia acompañada de compasión y caridad y ante todo un respeto sagrado por la dignidad del hombre”.
 
La lista de similitudes que unen a las dos religiones es más larga de lo que uno a menudo se imagina: la adoración de un “Dios único y misericordioso”, la veneración a la Sagrada Familia y a María como virgen y madre de Jesús, …
 
Y sobre todo, pocos cristianos lo saben pero los musulmanes también esperan su vuelta en la gloria como signo del final de los tiempos, aunque Le “veneren como un profeta y no como Cristo”.
 
“Hay parcelas de Verdad en todas las religiones”
 
Desde el Concilio Vaticano II, la Iglesia alienta a cristianos y musulmanes a olvidar las rencillas del pasado.
 
Dos grandes textos, “adoptados por una abrumadora mayoría”, precisó el prelado, son todavía hoy la base del diálogo islámico-cristiano.
 
El primer texto es la Lumen Gentium y presenta el islam como la primera religión monoteísta no bíblica: “Pero el designio de salvación abarca también a los que reconocen al Creador, entre los cuales están en primer lugar los musulmanes, que, confesando adherirse a la fe de Abraham, adoran con nosotros a un Dios único, misericordioso, que juzgará a los hombres en el día postrero” (LG, nº 16). 
 
El segundo texto se encuentra en Nostra Aetate: “La Iglesia mira también con aprecio a los musulmanes que adoran al único Dios, viviente y subsistente, misericordioso y todo poderoso, Creador del cielo y de la tierra, que habló a los hombres (···). Si en el transcurso de los siglos surgieron no pocas desavenencias y enemistades entre cristianos y musulmanes, el Sagrado Concilio exhorta a todos a que, olvidando lo pasado, procuren y promuevan unidos la justicia social, los bienes morales, la paz y la libertad para todos los hombres” (NA, nº3).
 
Por primera vez en su historia, la Iglesia reconoció a través de un texto del magisterio que hay parcelas de Verdad en las demás religiones. Y este cambio ha abierto nuevas perspectivas para ir más lejos.

 
En el diálogo, todavía hay confrontación. En la colaboración, se está junto al otro, mirando juntos en la misma dirección -analizó el cardenal en Versalles-. Trabajando juntos, en nombre de nuestra fe común en Dios, ayudamos al hombre a realizar todas las dimensiones de su humanidad”.

En camino juntos hacia la Verdad
 
El diálogo interreligioso no tiene la vocación de crear una religión mundial que convendría a todos. “Tiene como objetivo crear un espacio para un testimonio entre creyentes”, recordó el cardenal Tauran, “un espacio que permite el conocimiento de la religión del otro”.
 
Definiendo el diálogo interreligioso como “una larga peregrinación hacia la Verdad que realizan los creyentes y los buscadores del Absoluto”, recordó la necesidad, para cada creyente, de convertirse él mismo antes de querer convertir al otro.
 
“El que está comprometido en el diálogo debe aprovecharlo para dejarse convertir más por Dios, porque toda persona está obligada a buscar la Verdad, y cuando la encuentra, a adherirse y a conformar según ella su vida”.
 
El diálogo interreligioso no tiene como objetivo la conversión del prójimo, “aunque cree un clima que sea favorable a ella”. Sin nunca edulcorar su propia identidad religiosa –insistió el cardenal-, “hay que ser capaz de dar forma a una actitud plena de respeto al otro, saber acoger y callar para escuchar al otro y ofrecer una postura de bondad”.
 
“No, no hay que temer al islam”
 
El cardenal Tauran fue claro: “Estamos condenados al diálogo. Evolucionamos en un mundo en el que todo se conjuga en plural, incluso la religión”. Esto no significa que los cristianos deban sentirse arrinconados o en posición de debilidad.
 
“No, no hay que temer al islam si somos cristianos formados e informados, miembros activos de la Iglesia, coherentes en nuestros compromisos, abiertos a los demás para dar y recibir”, dijo.
 
Cristianos y musulmanes están llamados a afrontar juntos un triple desafío –concluyó el cardenal: el de nuestra identidad; el de la diferencia (el otro no es necesariamente un adversario) y el del pluralismo (Dios está misteriosamente presente y actúa en cada una de sus criaturas”).
 
Un solo futuro es posible “respecto a lo que enseñan la historia y las religiones”: un “futuro compartido” que se construye “en las familias pero también en la escuela, en las iglesias, las mezquitas o las sinagogas”.

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