Una periodista comprometida con la igualdad social camino de ser santa
Para ayudar a Aleteia a continuar su misión, haga una donación. De este modo, el futuro de Aleteia será también el suyo.
No podemos cambiar el mundo, pero podemos hacerlo un poco más tolerante.
La Radical Piadosa, como sería conocida Dorothy Day vino al mundo en 1897 en Bath Beach, Brooklyn. Su padre era periodista de Tennessee, escribía novelas y aventuras sobre deportes, amenizaba sus artículos con citas de Shakespeare y de la Biblia.
La Familia vivía en Chicago, en condiciones muy pobres, la madre de Dorothy la enviaba a comprar plátanos pasados porque costaban solo diez centavos la docena. La infancia de Dorothy se desarrollará con normalidad en el seno de una familia protestante.
La joven que hasta entonces no había tenido la menor noticia de la situación política en vísperas de la primera guerra mundial, comenzó a interesarse por la realidad social. Devoró las descripciones de miseria de Jack London, así como varias teorías anarquistas.
Con una beca fundada por directores de periódicos pudo la inteligente joven de dieciséis años comenzar a estudiar en la universidad de Illinois, y al mismo tiempo ingresaba al Partido Socialista de América. Después de 2 años, Dorothy se retira de la universidad, y al encontrar rechazo por parte de su padre al volver a casa, se instala en el barrio judío Eastside y se hace periodista, colaborando en el diario socialista Call (La voz). Escribía sobre manifestaciones de protesta, intervenciones brutales de la policía, mítines de huelga y actividades pacifistas.
En Chicago se hizo reportera judicial.
Se casó con Forster Buttermann, un hombre de ideas radicales y buenas, con él tuvo una hija, Tamar, y luego le abandonó. En estos años Dorothy experimenta una profunda conversión al catolicismo, ve en la iglesia católica un cuerpo vivo que ha sobrevivido por siglos. Producto de esta conversión será su separación de Forster -el hombre de su vida- con el cual Dorothy ha tenido una hija, Tamar, la cual es bautizada por el rito católico. Con tiempo, hizo oblación en la orden benedictina como laica.
El 1 de mayo de 1933 -mientras 50.000 personas recorrían Nueva York, oponiéndose a la amenaza nazi- pone en marcha el primer número del Catholic Worker ‘El trabajador Católico’. El periódico costaba un centavo de dólar, contenía informes de huelgas, análisis, trabajo infantil, huelgas de los agricultores, describía pésimas condiciones en el pago de salarios a los negros, artículos de fácil lectura y docenas de mensajes sobre una sociedad donde los hombres estén a gusto.
El Catholic Worker, con su entusiasmo y lenguaje claro cayó como una bomba. Del número inicial se imprimieron 2.500 ejemplares, a finales de años se vendían 100.000 y en 1936 se elevaba a 150.000.
Jóvenes comprometidos llevaban el diario al hombro por todas partes; estaciones de buses, universidades, oficinas públicas, etc. Se mostraban entusiastas y llegaban para fregar, pintar y limpiar. La casa donde se encontraban era tan pobre como la mayoría de sus seguidores. Los Workers fundaron comedores benéficos, recogieron muebles y ropas y buscaban habitaciones vacías.
Mucho más cierto que decir que fuera una católica comunista es decir que fue una Católica Romana “Enciclicista” ya que defendía y apoyaba las encíclicas sociales de la Iglesia Católica.
Dorothy Day escribió su autobiografía Loneliness "La Larga Soledad", en ella profundizará sobre las bases del amor el cual se logra mediante la comunidad. En este libro Dorothy indicó la forma en que el distributismo estaba en el corazón del programa del Trabajador Católico en su aspecto agrario.
En 1996, se realizó una película titulada "La Fuerza de un Ángel" dirigida por Michael Ray Rhodes. La frase "Entreteniendo a los Ángeles" se refiere a la práctica de tratar a todos los huéspedes, sean reyes o mendigos, como si fueran verdaderos ángeles que nos visitan.
El 29 de noviembre de 1980, a los 83 años, muere Dorothy Day, víctima de cáncer. El Papa Juan Pablo II la declaró Siervo de Dios en 1996, y en marzo 2000, el mismo Papa autorizó al Arquidiócesis de Nueva York a empezar el proceso de promover su causa para canonización.
Dorothy Day es una conversa, inmersa en una sociedad concreta a la que trató de llevar los valores del Evangelio y toda la riqueza de la Iglesia. Dorothy nos invita hoy a seguir el camino de la santidad en medio de lo cotidiano, como Santa Teresita de Lisieux de la que tanto aprendió. Como aprendió de Dostoyevsky, la práctica del amor activo; de los Maritain, la revolución del corazón y la necesidad de mantener la fe en tiempos atribulados; o de Mounier, la responsabilidad personal en la historia.
En su oficio de periodista vivió y se comprometió en los acontecimientos centrales del siglo XX.
Participó en una delegación en la última sesión del Vaticano II donde apoyó la objeción de conciencia. Escribía para consolar al afligido y afligir al comodón y promovía el retiro espiritual periódico como "tratamiento de choque".
Su espiritualidad está marcada por las enseñanzas de la Iglesia, la vida litúrgica y sacramental, el amor a las Escrituras, la convivencia con los pobres y la lucha contra una sociedad que les quita la vida, la dignidad y la libertad aún cuando se burlaran de ella por esto.
El Papa Benedicto XVI elogia a Dorothy Day:
¨La habilidad para oponerse a las marcas ideológicas de su tiempo para elegir la búsqueda de la verdad y abrirse al descubrimiento de la fe, es evidenciada por otra mujer de nuestro tiempo, la estadounidense Dorothy Day. En su autobiografía, ella confiesa abiertamente haber sucumbido ante la tentación de que todo podía ser resuelto a través de la política, adhiriéndose a la propuesta marxista: “Yo quería estar con los manifestantes, ir a la cárcel, escribir, influenciar a otros y dejar mis sueños al mundo.
¡Cuánta ambición y cuánta búsqueda de mí misma en todo esto!”. El camino hacia la fe en un ambiente tan secularizado, era particularmente difícil, pero la Gracia actúa aún así, como ella lo señala: “Es cierto que sentí la necesidad de ir a la iglesia más seguido, de arrodillarme, de inclinar la cabeza en oración. Un instinto ciego, uno podría decir, porque yo no era consciente de rezar. Pero fui, me resbalé en la atmósfera de la oración….”. Dios la guió hacia una adherencia consciente con la Iglesia, en toda una vida dedicada a los pobres¨.