Entrevista a Lucetta Scaraffia, diretora del suplemento femenino de “L’Osservatore Romano”
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Al igual que muchos diarios, también el periódico de la Santa Sede, L’Osservatore Romano, desde 2012 cuenta con un suplemento femenino. Pero a diferencia de buena parte de los diarios, este suplemento no se concentra en moda o la jet set; más bien habla de los grandes desafíos y problemas que hoy día afrontan las mujeres, y en particular, de su papel en la vida de la Iglesia. Su título: Mujeres, Iglesia, mundo.
Dirige este suplemento mensual Lucetta Scaraffia (Turín, 1948), quien además es historiadora y profesora en la Universidad de la Sapienza, en Roma. A finales de los años ochenta experimentó una auténtica conversión al cristianismo, atraída desde siempre por la figura de santa Teresa de Ávila. Desde entonces se ha dedicado a la historia de las mujeres y a la historia religiosa, prestando particular atención en numerosos libros a la religiosidad femenina.
Durante el pontificado del Papa Francisco, Scaraffia se ha convertido en una de las voces periodísticas más escuchadas e interesadas por el papel de la mujer en la Iglesia. En esta entrevista con Alfa y Omega es posible comprender por qué.
Usted ha conocido al Papa Francisco y ha profundizado en su pensamiento, ¿cuál es la visión que este Papa tiene de la mujer?
El Papa Francisco tiene una visión al mismo tiempo concreta y profunda del problema.
Concreta, pues comprende bien, y lo ha dicho varias veces con su lenguaje muy claro, que hoy una Iglesia en la que las mujeres no se ven, o desempeñan sólo trabajos subordinados, a pesar de constituir más de la mitad de los religiosos y de los fieles, suscita una mirada crítica y desconfiada desde el exterior.
Sobre todo no atrae conversiones o vocaciones femeninas en los países avanzados, que en el mundo laico encuentran sin embargo paridad y respeto.
Profunda, pues también ha dicho varias veces, que es necesario profundizar en la teología de la mujer.
El Papa Francisco no quiere una simple adecuación de la Iglesia al mundo moderno, sino una profunda reflexión interna, una “conversión” que comience por los orígenes y retome el hilo interrumpido del papel extraordinario que Jesús confió a las mujeres.
El cristianismo tiene que volver a apropiarse de algo específico: haber establecido por la primera vez en la historia la igualdad entre hombres y mujeres.
El Papa está promoviendo una auténtica renovación en la Iglesia. ¿Tendrá un impacto esta renovación también en el papel de la mujer en la vida eclesial?
Espero que sí, aunque no será fácil, pues está encontrando muchos obstáculos. Por lo que se refiere a las mujeres, casi todos están de acuerdo en postergar hasta tiempo indeterminado, lejano, una revisión de su papel.
Pero de todos modos se siente la necesidad de dar la palabra a una mujer al menos en las reuniones, y siempre hay al menos una mujer en las comisiones que el Papa está nombrando. Además se da una cierta actividad cultural —libros y congresos— dedicada a las mujeres, algo totalmente nuevo. Pero entre esto y pasar a innovaciones más concretas queda todavía mucho trecho.
Sobretodo sería importante que fueran escuchadas las voces femeninas: las mujeres tienen mucho que decir en las cuestiones que la Iglesia tiene que afrontar: se trata de cosas importantes y con frecuencia nuevas.
Usted dirige el suplemento femenino del diario del Papa. ¿Han recibido indicaciones del Papa? ¿Algún consejo?
No, nos movemos con total libertad. Obviamente tratamos de responder a sus peticiones: durante todo el año 2014, por ejemplo, hemos dedicado una página grande a la teología de la mujer, confiada a teólogas y teólogos de todo el mundo, y esta serie concluyó con una mesa redonda con otros exponentes de la teología.
Todo este material ha sido recogido en un libro que está a punto de ser publicado y que quiere contribuir a afrontar el problema que ha señalado el Papa.
En el año 2015, la página teológica está dedicada a la familia, por petición del Sínodo.
En la elección de los temas y las mujeres que interpelamos, tratamos de seguir las líneas de interés indicadas por el Papa: hemos dedicado recientemente un número a la pobreza de las mujeres, por ejemplo.
Y naturalmente tratamos de mantener una visión mundial, ayudadas también por el hecho de que se está ampliando el círculo de nuestros lectores y lectoras, que nos escriben y proponen artículos y temas de reflexión.
¿Cómo es su experiencia como escritora, periodista, mujer, en esta aventura eclesial que está viviendo?
Se trata de una experiencia maravillosa: cuando se trabaja en la Iglesia, todo adquiere una dimensión más amplia en el espacio (el mundo) y en el tiempo (los dos mil años de vida del cristianismo). Por tanto, toda cuestión que afrontamos adquiere profundidad y amplitud, se convierte en más interesante e importante.
Hablar de mujeres, por otro lado, significa descubrir un mundo sumergido, el de las mujeres en la vida de la Iglesia, un mundo de una riqueza extraordinaria y profunda espiritualidad. Es como descubrir un tesoro escondido, dar voz a quien no la tiene, y enriquecer de este modo la vida de la Iglesia. No logro imaginar algo más bello…