Su religiosidad, como cualquier instinto humano, era buena, pero erraba en la conclusión
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Al escritor la religión se le manifestaba contradictoria. De ahí que iniciara una búsqueda sobre en cuál de ellas reside la Verdad. Pero, como el comprador en un mercado, el escritor escogió lo que más le interesaba de cada una. Aunque para sus elecciones, tuvo el auxilio de la conciencia y también el de una religiosidad que en su caso, era sensible al misterio.
Según Borges, el hombre no es libre
Su religiosidad, como cualquier instinto humano, era buena, pero erraba en la conclusión. Así sostiene el escritor que si Dios conoce el pasado, el presente y lo porvenir, no existe libre albedrío. Es decir, el hombre no es libre. Ante esto bromea: “Se sabe de una raza que obraban mal ex profeso para que se convirtiera en bien en el futuro, o para que se hubiera realizado (el bien) en el pasado. Sabían que obrar bien o mal es indiferente”.
Tras esta negación y esta broma, está el hecho de que a Borges le resulta extraño que un creador, cualquiera que sea, respete la libertad de su criatura. Y que lo haga hasta un límite más extraño si cabe, como es el de permitir la propia ofensa. Esto no lo puede entender Borges, pero su reflexión ante el misterio no deja de ser común. De ahí que el escritor también comparta otro interés con la mayoría.
La condenación eterna
El infierno, dice, es una pena desproporcionada. Sostiene acertadamente que la vida no es un merecimiento. Pero se desvía al concluir que Los actos de los hombres no merecen ni el fuego ni los cielos. Este verso, que pertenece al poema Fragmentos de un Evangelio apócrifo (1969), es la fuente de algo muy revelador, que manifestó en una entrevista en TV:
“Si vivo por ejemplo 80 años: ¿Cómo voy yo a ser premiado con una eternidad de Cielo. O castigado con una eternidad de infierno?. Es una desproporción. Si vivo 80 años: ¿Cómo voy yo a ser premiado con una eternidad de Gloria o castigado con una eternidad de fuego?. Esto no tiene sentido. Por este instante que vivimos aquí, ¿nos van a castigar tanto?”.
Entonces, ante esta paradoja, su opción es un nuevo método.
Religion shopping
En su ensayo titulado Qué es el budismo (1976), con su peculiar astucia, Borges defiende la identidad de religiones. Y esta identidad es la aplicación de la que se ha venido en llamar escuela mitológica de la Historia. Así describe en el Budismo purgatorios para purificar las penas temporales, al modo del que enseña la Iglesia Católica. Esta escuela histórica, pese a su relativa complejidad, responde a un principio muy práctico: Sintetizar las religiones, banalizando sus diferencias. Esto permite escoger lo que más le conviene de cada una. Y la opción de nuestro escritor es clara.
Las religiones orientales
Su obra de no ficción, nos invita a las de China y la India: Confucio y Buda. Sin embargo, estas religiones no tienen moral. Para los cristianos, la moral es lo que entendemos por forjar un alma. Nuestros actos por tanto requieren esfuerzo: “Todo, entre los mortales, tiene el valor de lo irrecuperable y de lo azaroso” – afirma el escritor. Y este nuevo acierto nos lleva a seguir hasta el final.
En el final estas religiones orientales han pospuesto el juicio del último día. De hecho con la idea de la reencarnación, han pospuesto el mismo último día. Y posponiendo el último día, no hay responsabilidad moral. Y aquí radica la inmoralidad de las religiones a las que Borges convida.
Pero el escritor no realizó esta compra, sino que regresó, tal como termina su poema Los conjurados, frente al Cristo de la Cruz, afirmando: no lo veo / y seguiré buscándolo hasta el día / último de mis pasos por la tierra.
Tras este último paso en busca de Cristo, vemos que con Borge, lo había buscado toda su generación. La generación de las guerras y las ideologías definitivas. Dejando testimonio en nuestras iglesias, en las que a veces encontramos por separado el crucificado y la cruz. Lo cual no es incorrecto, pero refleja exactamente lo que sucedió a la generación de Borges: Que unos en Oriente encontraron la cruz, sin Cristo; y los otros en Occidente a Cristo, sin la cruz.
Pese a ser de esta generación, todo lo demás son elogios. Porque como dijo su amado profesor, el español Cansinos Assens, toda crítica de Borges en realidad es un elogio.