El cierre al Espíritu Santo no es solamente la falta de libertad, sino es también pecado. Hay muchas maneras de cerrarse al Espíritu Santo: con el egoísmo del propio beneficio, con el legalismo rígido – al igual que los doctores de la ley que Jesús llama hipócritas – con la falta de memoria de lo que Jesús enseñó, con el vivir la vida cristiana no como un servicio, sino como un interés personal y así sucesivamente.
El mundo necesita del coraje, de la esperanza, de la fe y de la perseverancia de los discípulos de Cristo. El mundo necesita de los frutos del Espíritu Santo: "amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio propio" (Gálatas 5:22). El don del Espíritu Santo fue otorgado en abundancia a la Iglesia y a cada uno de nosotros, para que podamos vivir con fe genuina y caridad activa, para que podamos difundir las semillas de la reconciliación y la paz.
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