Esclavitud en Tailandia, eugenesia en la India, abandono, pedofilia y cosificación de bebés en el “Primer Mundo”
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Muchos casos recientes del así llamado “vientre de alquiler” parecen surrealistas:
En 2014, la pareja Farnell, de Australia, contrató a una agencia tailandesa de vientres de alquiler para gestar a dos bebés. Pattharamon Janbua, la madre de alquiler, recibió 12.000 dólares para gestar a los bebés. Se descubrió, avanzado el embarazo, que uno de los bebés tenía síndrome de Down.
La pareja australiana exigió entonces a la agencia que les devolvieran el dinero y pidió que Janbua abortara, a pesar del alto riesgo que la gestante correría en esa altura de la gestación. Janbua no abortó. Cuando los bebés nacieron, los Farnell sólo se llevaron a Australia al bebé que no tenía síndrome de Down.
El bebé con síndrome de Down fue rechazado y dejado en Tailandia, donde Janbua y el marido lo acogieron. Los gastos médicos derivados de las complicaciones enfrentadas por el bebé fueron financiados con la ayuda de una campaña internacional de recaudación de fondos, que recogió 240.000 dólares en donativos.
Con la repercusión mundial del escándalo, los Farnell afirmaron en un programa de televisión que nunca quisieron abortar al bebé y que volverían a Tailandia para buscarlo (si bien no manifestaron concretamente esa intención durante los seis meses anteriores).
Janbua les respondió que no entregaría al bebé. El caso llevó al gobierno tailandés a proponer la prohibición legal del vientre de alquiler en el país.
En cuanto a la pareja David y Wendy Farnell, se descubrió tras el escándalo que ellos se habían casado mediante una agencia china de matrimonios, después de que él saliera de la cárcel donde cumplía pena por pedofilia.
Empresa sin responsabilidades
En 2011, también en Tailandia, 14 mujeres vietnamitas fueron rescatadas del cautiverio en que se encontraban por otra empresa de vientre de alquiler, la Baby 101. Fueron engañadas con la promesa de una alta ganancia.
La Baby 101, sin embargo, confiscó sus pasaportes y pretendía mantenerlas en una cárcel privada hasta que dieran a luz. Una de las rehenes logró comunicarse por e-mail con la embajada de Vietnam en Tailandia y pidió ayuda. La Baby 101, sin embargo, continuó anunciado sus servicios por Internet.
Transformar en realidad… ¿sueños o pesadillas?
En la India, el vientre de alquiler es legal y está regulado. Las agencias cobran a los clientes entre 25.000 y 45.000 dólares, pero las gestantes reciben de 6.000 a 8.000 dólares por embarazo exitoso (si perdieran al bebé, no ganarían nada).
Es famosa en el país la clínica Akanksha por sus “altos índices de éxito”. Situada en el estado de Gujarat, esta clínica, en el segundo mes de embarazo, separa a la gestante de su familia y la mantiene en un centro propio, junto con otras 10 o 15 embarazadas que comparten un mismo cuarto.
Aunque no cumple los protocolos médicos relativos a la implantación de los embriones en el útero de las gestantes de alquiler, la clínica es elogiada en Occidente por “transformar los sueños de madres en realidad”.
Es que el padre ya no es mi marido
En Estados Unidos, la comediante Sherri Shepherd esperaba “emocionada”, en 2014, la llegada de un bebé gestado por un vientre de alquiler y “desesperadamente deseado”. Según el diario Daily Mail, sin embargo, cuando faltaba poco para el nacimiento, “ella ya no quiso saber más del bebé”.
Su matrimonio con el guionista Lamar Sally terminó y el bebé que iba a venir al mundo, aunque había sido un “pedido” y un “deseo” de ella, era hijo biológico de una donadora anónima de óvulo y de su entonces marido.
Sentencias difíciles
También en Estados Unidos, la joven J.J.E aceptó ser inseminada con el “material” de un italiano que había viajado al país con su novia para “encargar” un bebé.
J.J.E. sería remunerada con 73.000 dólares. Después del parto, la pareja italiana le pidió que amamantara al bebé, aunque eso no formara parte del contrato.
J.J.E terminó encariñándose con el bebé y decidió no renunciar a sus derechos como madre. Un tribunal del estado de Tennessee determinó que tanto ella como el padre biológico tenían derecho a solicitar la custodia del bebé, así como la obligación de mantenerlo. En cuanto a la compañera italiana del padre, el tribunal no reconoció ninguna relación legal entre ella y el bebé.
Cuestiones “incómodas”
La explotación económica y moral de mujeres vulnerables parece ser el problema más evidente del mercado del vientre de alquiler, pero existe una cuestión de fondo que no acostumbra recibir la debida atención: ¿existe el “derecho a tener un hijo” a toda costa?
¿El supuesto “derecho a tener un hijo” cueste lo que cueste no reduce acaso a ese hijo a un objeto de deseo “por encargo” y, en ese sentido, descartable, como se observa en los casos de la pareja australiana y la comediante norteamericana?
Cuando un hijo es encargado como un producto de consumo, ¿qué impide que después de ser “encargado” (de preferencia con características eugenistas), él también pueda ser “devuelto” si los “clientes” desistieran del “negocio”?