Inaugura en la basílica de la Sagrada Familia, de Barcelona, la gira El Gran Misterio
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Hoy jueves, el tenor italiano Andrea Bocelli inaugura en la basílica de la Sagrada Familia, de Barcelona, la gira El Gran Misterio, promovida por el Consejo Pontificio para la Familia, para celebrar la belleza de la institución familiar. «Mi familia y la música han sido esenciales en mi vida», reconoce
¿Qué importancia ha tenido la familia en su vida?
Creo firmemente en la familia y en los valores que trae consigo. La familia es el principal cimiento de la sociedad. Como ya he dicho en alguna ocasión, quienes menosprecian la familia, evidentemente, ponen al Yo en el lugar de Dios, y han perdido la memoria de todo lo que han recibido de niños: un tesoro hecho de afecto intenso y desinteresado. Para mí, poder estar junto a mi familia, vivir la paz de mi casa cuando estoy libre de compromisos artísticos, es la mejor manera de invertir mi tiempo.
En alguna ocasión ha contado que a su madre le propusieron el aborto…
Mamá Edi es una mujer extraordinaria. Entre las muchas enseñanzas que he podido recibir de ella y de mi padre, Sandro Bocelli, está la fuerza, el coraje y la capacidad de no rendirse que ellos mismos mostraron cuando, encinta, los médicos le aconsejaron abortar, porque su hijo iba a nacer con graves patologías.
Ignoró esos imprudentes consejos y siguió adelante con el embarazo, con el apoyo de mi padre. Sin aquel gesto de coraje y de fe, hoy yo no estaría aquí para contarlo. Si he hecho pública esta vivencia privada, ha sido para ofrecer mi pequeña contribución para dar un apoyo psicológico y un destello de esperanza a todas aquellas mujeres que, por miles de motivos, no se encuentran con fuerza para defender la vida que llevan en su seno.
¿Se imagina su vida sin su familia, sin su mujer, sin sus hijos?
Me resulta imposible imaginarla así. Mi esposa Verónica es mi compañera, amiga, amante, cómplice, en la alegría y en el dolor; es mi punto de referencia esencial, que me da calor, serenidad y unidad. Y mis hijos son mi prioridad absoluta, están antes que cualquier otro compromiso, son la primera razón de mi vida. Busco siempre estar cerca de ellos, a pesar de mi profesión, e intento transmitirles mis valores, más que con las palabras, con el ejemplo.
Usted también se ha declarado católico en varias ocasiones. ¿Qué importancia tiene la fe en su vida?
Es un elemento crucial. Es el argumento que afronto cada día, en familia, con aquellos que me son más queridos. La fe es un don, y sólo puedo dar gracias por haberlo recibido; un don que intento conservar y acrecentar día tras día. De adolescente, seguí aquellos principios morales que mi familia me había transmitido, sabiendo que podían bastar para una vida serena.
Al pasar los años, algunos interrogantes existenciales han vuelto y me interpelan: ¿Quién nos ha puesto en el mundo? ¿Somos hijos de la casualidad, o somos hijos de Dios? No hay una tercera posibilidad. Concebir la vida como algo sobrentendido es poco conveniente y poco lógico. Se trata de creer, o no creer. Yo he elegido el camino que me parecía más lógico, aquel que mi inteligencia, aunque limitada, me señalaba.
¿Quién es Dios para usted? ¿Cómo reza Andrea Bocelli?
Es el Padre de todos nosotros, el que todo lo sabe, el creador de todo, el que no tiene inicio y jamás tendrá fin. En cuanto a la oración, aparte del hecho de que la música puede ser una plegaria extraordinaria –san Agustín decía que «quien canta reza dos veces»–, soy un defensor convencido de la oración cotidiana. Como cualquier disciplina, necesita empeño, constancia, sacrificio. Para perseverar en la fe, son necesarias prácticas muy simples, a veces aparentemente tediosas. Si se quiere progresar en la fe, hace falta perseverar en la oración.
¿Qué opinión tiene del Papa Francisco?
El Papa Francisco es un gigante, porque tiene la grandeza de los buenos y la bondad de los grandes. Él se da al prójimo sin reservas, y esto para los cristianos es el más precioso de los dones. Él mismo es un don de Dios, y una gran fuente de esperanza para todos los hombres de hoy.
Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Artículo originalmente publicado por Alfa y Omega