Si tienes miedo en la tempestad, agárrate de la roca de Cristo que hace todas las cosas nuevas, anima el Pontífice en la homilía
El Papa Francisco recordó la poesía que le recitaba, cuando él era pequeño, su abuela “nonna Rosa”, su primera catequista, este domingo 21 de junio en Turín, la capital de la tierra de sus abuelos piamonteses, inmigrantes en Buenos Aires.
Una poesía del autor italiano Nino Costa que sabe de memoria desde niño, que conserva en su breviario (libro de oraciones en el que guarda también el "testamento" de la abuela Rosa), y que recuerda la confianza en Dios y la honestidad del amor reflejado en las obras de la vida diaria. “Soy nieto de esta tierra”, dijo el Papa Bergoglio.
“Queridos hermanos y hermanas turineses y piamonteses, nuestros antepasados sabían bien qué significa decir ser una “roca”, qué significa “solidez". Tenemos un bonito testimonio de un famoso poeta nuestro:
Derechos y sinceros, lo que somos, parecemos:
cabezas cuadradas, pulsos firmes e hígado sano,
hablan poco pero saben lo que dicen,
aunque caminan lento, van lejos.
Gente que no ahorra tiempo y sudor
-raza nuestra libre y terca-
y cuando pasan…todo el mundo los mira”.
El Papa se ha emocionado al citar este fragmento de la poesía Rassa nostrana, y al hacer memoria de sus antepasados inmigrantes ha recordado el deber de acoger a su vez a los refugiados que vienen desde África y Oriente Medio y que escapan de la guerra y la violencia.
La poesía ha sido declamada por el Papa en medio de la predicación ante 45.000 fieles reunidos en la plaza Victorio de Turín. En este escenario, centró su homilía en la fidelidad del amor de Dios. “Jesús encarna este amor, es su testimonio. Él no se cansa de nunca de querernos”.
Asimismo, señaló que el amor de Jesús hace nuevas todas las cosas. Así invitó a las personas a reconocer los propios límites y debilidades. “Reconocer nuestros pecados”. “Experimentemos su paciencia, su voluntad de salvarnos a todos. La señal de que todos hemos sido hechos nuevos”.
El espíritu del mundo está siempre a la espera de novedad, pero el espíritu de Jesús hace hombres nuevos, afirmó. “El amor de Dios es estable y seguro”, explicó.
"¿Creemos que el Señor es fiel? ¿Como vivimos la novedad de Dios que todos los días nos transforma? ¿Cómo vivimos el amor saldo del Señor, que se pone como una barrera segura contra las olas del orgullo y de las falsas novedades?", planteó.
El Espíritu Santo nos ayuda a ser siempre conscientes de este amor “rocoso” que nos hace estables y fuertes en los pequeños y grandes sufrimientos, nos hace capaces de no cerrarnos frente a la dificultad, de enfrentar la vida con coraje y mirar el futuro con esperanza, continuó.
"Como entonces sobre de Galilea, también hoy en el mar de nuestra existencia Jesús es quien vence la fuerza del mal y las amenazas de la desesperación -añadió-. La paz que Él nos da es para todos; también para tantos hermanos y hermanas que escapan de la guerra y de las persecuciones en busca de paz y de libertad”.
El Papa al final invocó la bendición de la Virgen Consolata, patrona de la ciudad italiana, cuyo santuario visitará de manera privada después de la comida en el arzobispado con jóvenes de una cárcel de menores, inmigrantes y una familia gitana.
El Papa Francisco se ha referido en varias ocasiones a su abuela como a su primera catequista y también ha recordado las enseñanzas de su abuelo Mario, que lo previno de los horrores de la guerra, porque fue un "soldado de la primera guerra mundial".
Antes de llegar desde la catedral de Turín a la plaza Victorio donde se ha celebrado la misa, el Papa se ha detenido para una pequeña oración en la iglesia de Santa Teresa, templo donde fueron bautizados sus abuelos.