El dictador nazi planeó invadir el Vaticano, saquear sus archivos y llevar al papa a AlemaniaAdolf Hitler creía que el papa Pío XII había persuadido al rey italiano Víctor Manuel III a abandonar el Eje y unirse a los Aliados. Para el dictador nazi, el rapto del papa convencería a Gran Bretaña y a los Estados Unidos a cambiar de posición en la guerra y a luchar contra los soviéticos.
El 13 de septiembre de 1943, el general alemán Karl Friedrich Otto Wolff, asistente de Himmler, fue convocado a la Guarida del Lobo (Wolfsschanze, o cuartel general en la Prusia Oriental, donde tendría lugar más tarde la Operación Valquiria). Hitler confiaba en él, que era miembro de las SS y antisemita convencido. El general registró posteriormente las palabras del propio Hitler:
"Wolff, tengo una misión especial para usted. Será obligación suya no discutir esto con nadie antes de que yo le de permiso para hacerlo. Quiero que usted y sus tropas ocupen la Ciudad del Vaticano cuanto antes, tomen sus archivos y tesoros artísticos y traigan al Papa a Alemania. No quiero que él caiga en manos de las fuerzas aliadas o que quede bajo presión política o influencia de ellas. ¿Cree que conseguirá cumplir la misión y cuando? Quiero que sea cuanto antes".
Sentado, aturdido y en silencio, Wolff pensaba. El había renunciado a la fe protestante al ingresar en las SS y las únicas cosas que sabía sobre el catolicismo venían de las proclamas enloquecidas de Himmler. Sabía, sin embargo, que el papa Pío XII era el líder religioso más influyente del mundo y concluyó que el secuestro arruinaría su imagen. Pero no podía rechazar una orden de Hitler.
Wolff respondió que necesitaba tiempo para cumplir la misión: de cuatro a seis semanas. A Hitler no le gustó, pero el general justificó su exigencia y aplacó al dictador nazi con un cumprimento. Decidió para sí lo que haría: atrasar y sabotear el plano, ganando la gratitud de Pío XII.
En el avión, volviendo a Roma, elaboró un plan para mostrar a Hitler: serían necesarios 2.000 soldados de las SS para rodear el Vaticano; un pelotón ocuparía Radio Vaticano y cortaría las emisiones. Otros entrarían en el Palacio Apostólico y apresarían al papa y a su séquito, llevándolos en seguida a Munich. En ese tiempo, especialistas valorarían los cuadros y esculturas vaticanas, y retirarían en camiones los libros y documentos de los Archivos Secretos. Todo sería enviado a Alemania.
Wolff sabia que el plan dejaría a Hitler satisfecho y emocionado, pero también sabía que las SS estaban ocupadas en todos los frentes y que buscar especialistas llevaría el tiempo suficiente para que los Aliados ya estuvieran cerca, forzando a los nazis a replegarse y dejando a salvo al Vaticano. Envió un mensaje criptografiado a la Embajada de Alemania y fue a encontrarse en la Villa Bonaparte con Ernst von Weizsäcker, opositor del nazismo. Wolff le explicó el plan de Hitler y le dijo que no cumpliría la orden.
Un agente del MI9, desmembrado del MI6 (la agencia secreta británica), llamado Tony Simonds, llegó a Roma y se reunió con el embajador Osborne y con el cardenal Hugh O’Flaherty, irlandés, que tenía una red de ayuda a huidos de campos de prisioneros. El cardenal había leído informes de los nuncios apostólicos en Madrid y Lisboa sobre el plan de Hitler y los reveló a Simonds, que transmitió dichas preocupaciones. El informe llegó a Stewart Menzies, jefe del MI6, en Londres.
Menzies llamó a Sefton Delmer, ex-corresponsal extranjero del Daily Express y famoso por sus scoops periodísticos. Delmer ahora estaba en el MI6 y Menzies le encargó la nueva tarea de "fomentar el máximo de sospechas entre Hitler y sus generales". Utilizando sus habilidades periodísticas, Delmer creó programas de radio que supuestamente se originaban desde una estación secreta en Alemania (en verdad, se hacían en una casa de campo cerca de Londres). El equipo de emisión en lengua alemana fue escogido a dedo: "alemanes fieles, dedicados a la patria madre, pero perturbados por las políticas fanáticas de Hitler". Algunos eran estudiantes de universidades alemanas, otros eran judíos huidos a Inglaterra. Para enfatizar su papel, Delmer la llamó Radio Republicana Fascista Libre (en inglés, las siglas son FFRR).
Así se creó una transmisión radiofónica dirigida a la población católica del Tercer Reich. El 7 de octubre, la radio anunció: "Se han preparado las acomodaciones para el papa Pío en Alemania, lugar a donde será llevado y donde permanecerá". La transmisión también mencionó una supuesta conversación del papa con el secretario de Estado, cardenal Luigi Maglione (las palabras fueron creadas por Delmer): "Fui colocado aquí por voluntad de Dios y, por tanto, no debo salir. Ellos tendrán que atarme y sacarme por la fuerza, porque aquí pretendo quedarme ".
La amenaza a Pío XII fue entonces publicada en periódicos de todo el mundo, generando indignación en los países católicos. Wolff aprovechó la oportunidad para salir del plan: fue entonces a encontrarse con Hitler y le dijo que toda la Italia católica defendería el Vaticano para proteger al papa, añadiendo que habría que retirar tropas del frente meridional, donde estaban intentando detener a los Aliados.
Wolff relató la reacción de Hitler: "Sus manos temblaban. Estaba parado frente a una ventana de su despacho, mirando fijamente hacia fuera, en dirección a los árboles; su expresión era la de quien ha recibido malas noticias". Cuando se retiró de la ventana y canceló el plan, Hitler tenía "la locura y la rabia más que evidente en sus ojos ".
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