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La opinión de Bergoglio sobre el régimen de Cuba

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Rafael Luciani - publicado el 18/09/15
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Coordinó un libro titulado: “Diálogos entre Juan Pablo II y Fidel Castro”

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El pensamiento geopolítico de Francisco se inspira en la teología del pueblo, una rama de la teología de la liberación que se desarrolló en Argentina. Por medio de sus escritos y homilías, primero como Jesuita y luego como Obispo, favoreció a la unidad Sudamericana en el marco de un mundo multipolar, se opuso a la visión anglosajona de la globalización y creyó que la esperanza de la Iglesia está en los pobres. Alberto Methol Ferré jugó un papel importante en esta visión.

En 1998 Bergoglio coordinó la publicación de un libro titulado «Diálogos entre Juan Pablo II y Fidel Castro», en el que refleja parte de su visión geopolítica y pastoral, y que consideramos actual para comprender su visita a Cuba.

En esta publicación, el entonces Arzobispo de Buenos Aires subraya que «el mensaje evangélico no se circunscribe únicamente a la esfera del culto, de la práctica religiosa, sino que va dirigido a iluminar a todas y cada una de las acciones humanas». De este modo «la Iglesia se encamina a la búsqueda de la verdad captando el contexto histórico donde su misión debe desarrollarse». Sólo a partir de este encuentro con la realidad, con las personas concretas, es que «comienza a abrirse el diálogo entre ella y el hombre en todas sus dimensiones».

El diálogo es para Bergoglio la acción pastoral por excelencia, la «herramienta básica para poder construir la paz», pues exige que los interlocutores pongan de lado los prejuicios ideológicos y se centren en los problemas de las personas.

No se trata de lograr una conversación entre actores políticos, sino una «revisión de principios de todos aquellos que de algún modo tienen la responsabilidad de gobernar o marcar el rumbo de los pueblos», pues ya «sea que compartan la alegría de la cristiandad o no, participan de este pedido de conversión del corazón en pos de alcanzar el bien común», que es el desarrollo pleno de todo el hombre y de todos los hombres.

Frente «al laicismo y el marxismo que impusieron un dogmatismo que privilegia al Estado como supremo valor de la vida», la Iglesia cree que «el hombre es el camino primero y fundamental» en torno al cual debe girar una acción pastoral y diplomática que procure el bien común.

De este criterio derivan dos críticas. Una, a la política cubana cuya ideología «niega, mutila y oculta derechos fundamentales al pueblo». Otra, al sistema económico neoliberal que se encuentra «en las antípodas del evangelio» porque persigue sólo el lucro económico «marginando fríamente a los sobrantes y preocupándose sólo por números que cierren».

Bergoglio asume el criterio moral de la «primacía de la persona» sobre la economía y el mercado, sosteniendo que «el fracaso de las soluciones marxistas y colectivistas no autoriza al sistema capitalista a comportarse como le venga en gana».

Tampoco consiente a los neopopulismos socialistas porque «el socialismo ha cometido un error antropológico al considerar al hombre solo en su rol de parte en el entramado del cuerpo social, donde el bien de la persona queda subordinado al funcionamiento del mecanismo económico-social, perdiendo su opción autónoma».

A partir de esta visión «la preocupación de la Iglesia —en Cuba— a través de su doctrina, está dirigida especialmente a los problemas que emergen de la convivencia humana, vivida en una coyuntura social donde las soluciones propuestas vienen, sea desde el ateísmo que priva al hombre de una parte esencial, la espiritual, como desde otros sectores consumistas».

Culmina así Bergoglio afirmando que «la Iglesia no viene al pueblo cubano a enarbolar una ideología. Ella viene a ofrecer un camino de paz, justicia y libertad verdaderas» porque «cada nación es hacedora y protagonista de su propia historia, cultura y religiosidad». Por ello, la Iglesia, a través de su pastoral y diplomacia, promoverá la libertad de conciencia y «alzará su voz para que el reclamo de los que sufren sea oído».

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