El cardenal Ortega valora la visita del Papa Francisco a Cuba
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El cardenal y arzobispo de La Habana, monseñor Jaime Lucas Ortega Alamino, uno de los grandes constructores del momento actual en Cuba –de la apertura hacia la libertad religiosa y de la apertura al mundo, en especial a Estados Unidos, del régimen—tuvo una pequeña pero significativa intervención en la multitudinaria Misa celebrada hoy en la Plaza de la Revolución “José Martí”.
Sembrador de inquietudes
El cardenal cubano le agradeció al Papa Francisco su amistad personal, su cercanía, pero, sobre todo, a nombre del pueblo cubano (creyentes y no creyentes) el que el Pontífice haya aceptado visitar Cuba, de camino a Estados Unidos, y “por haber sembrado, con su Pontificado, inquietudes buenas y necesarias en nuestras conciencias, tan adormecidas y acostumbradas a la mediocridad”.
El arzobispo de La Habana sabe de lo que habla. El vendaval del Pontificado de Francisco ha roto moldes en América Latina, incluso entre aquellos que parecían irrompibles, como la coraza que envolvía las relaciones entre Cuba y Estados Unidos. O la persecución religiosa del régimen comunista, instaurado por Fidel Castro a principios de los años sesenta del siglo pasado, de la cual el propio cardenal Ortega Alamino puede dar testimonio.
Esperanza para las periferias
En este sentido, fiel a su ánimo mediador, el cardenal de La Habana agradeció a Francisco “por los nuevos aires de esperanza que surgen de su ministerio de Padre y Pastor y que parecen inundar nuestro mundo, cuyo frescor renovador sienten especialmente los pobres de nuestros campos y ciudades, de las periferias sociales, económicas y políticas, de todos los pueblos de la tierra, también del nuestro”; es decir, de Cuba.
Aceptar “periferias” en Cuba tiene sus bemoles. O tenía. Porque era de suponerse, de acuerdo a la lógica del régimen, que eso sucedía solamente en donde reinaba el sistema contrario al implantado en la isla caribeña, Pero son nuevos tiempos, y el cardenal Ortega Alamino lo sabe. Por ello, su siguiente agradecimiento fue al indudable papel catalizador del Papa en la incipiente, pero real, recuperación de relaciones diplomáticas con Estados Unidos.
“Gracias, Santo Padre, por haber favorecido el proceso de renovación en las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, que tanto beneficiará a nuestro pueblo”, expresó en su intervención dentro de la Misa en la Plaza de la Revolución de La Habana monseñor Ortega Alamino.
A los políticos y al pueblo
Y fue más allá, mucho más allá del simple agradecimiento. Cobijado por la multitud y por la figura, cada vez más decisoria en los procesos de América Latina del Papa Francisco, el cardenal Ortega Alamino pidió que el llamado a la paz del Pontífice “se extienda no solo a los altos niveles políticos, sino que llegue a los pueblos de ambas naciones y muy especialmente a nuestro pueblo cubano que vive aquí y en Estados Unidos”.
Los cubanos saben que están escindidos, que hay “otra Cuba” que se ha exiliado, que hay un pueblo en pugna entre los que se quedaron y los que se fueron. Sin juzgar, como lo hace el Papa, el cardenal Ortega Alamino deseó que esta visita alcance a que, con “espíritu cristiano de perdón y de misericordia”, exista “la anhelada reconciliación entre todos los cubanos, los que vivimos en Cuba o fuera de Cuba”.
Y terminó diciendo una frase que definirá el futuro de esta reconciliación de los cubanos y de la América completa, pues, como dijo el Papa a su llegada a La Habana, Cuba juega un papel principal en este proceso de reconciliación continental: “Sólo el amor y el perdón entre todos nosotros será un medio válido para una verdadera y pacífica renovación de nuestra nación cubana”, y de todo el Nuevo Continente.