Recuperando la virtud cristiana del “desprendimiento”
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El Papa Francisco habló de forma improvisada en La Habana y, como suele suceder, cuando habla con el corazón provoca confusión. Estaba rezando vísperas con un grupo de sacerdotes, seminaristas, religiosos y religiosas. En un momento dado dejó de lado el discurso para hablar apasionadamente sobre la pobreza. La transcripción de sus palabras las encuentras aquí:
Las declaraciones espontáneas del Papa son inspiradoras y conmovedoras, pero se arriesga a que le malinterpreten. Él habló de la pobreza en términos elogiosos. “Nuestra Santa Madre Iglesia es pobre”, afirmó el Papa, “Dios la quiere pobre, al igual que a María, su Madre. Amar la pobreza como a una madre. Les sugiero que cada uno de ustedes se mire a sí mismo y se pregunte: ¿Cómo está mi espíritu de pobreza? ¿Cómo llevo mi desprendimiento interior? Creo que puede ser bueno para nuestra vida consagrada, nuestra vida sacerdotal. Después de todo, no olvidemos que es la primera de las Bienaventuranzas: ‘Felices los pobres de espíritu’, aquellos que no están cogidos a las riquezas, a los poderes del mundo”.
Parecía que el Papa Francisco convertía la pobreza en una virtud, y esto llevó a los medios de comunicación a preguntar: “¿Esa es la postura de la Iglesia católica? ¿Piensan que la pobreza es algo bueno? ¿Enseñan que los pobres deben estar callados y aceptar su situación? ¿Es por eso que existe tanta pobreza en países católicos?”.
En cierta manera las preguntas son justas: sugerir que la pobreza es una virtud se arriesga a transmitir mal la enseñanza católica sobre la pobreza y la concepción del mundo físico. Si la pobreza es una virtud, entonces podemos suponer que las riquezas y los bienes materiales son malos. Si las posesiones son pecaminosas es porque son algo físico y, por tanto inferior, sin valor para uno que busca un camino más alto y espiritual.
Esta no es lo que entienden los católicos por el mundo físico, la riqueza o la pobreza, y atribuir esto a la enseñanza del Papa es sacar todo fuera de contexto. El Santo Padre hablaba a las personas consagradas que, como el mismo Papa jesuita, han hecho votos de pobreza. Para entender sus palabras debería analizarse otro término que usa muy a menudo en sus enseñanzas: “desprendimiento”.
Cuando un sacerdote o un religioso católico toma un voto de pobreza, no la abraza como algo bueno en sí misma. En vez de eso el camino de la pobreza le lleva a lo que todos los místicos llaman “desprendimiento interior”. Un voto de pobreza evita las posesiones materiales para cultivar un amor mayor. Libera a la persona consagrada de las cosas materiales para darle un justo valor a todo.
El poeta inglés del siglo XVII, Thomas Treherne, definió este enfoque católico cuando escribió: “¿podría un hombre ser justo a menos que amase todas las cosas de acuerdo a su valor?” . Estas palabras de sabiduría contienen tanto el verdadero amor por la pobreza como el genuino amor por el mundo material.
El hinduismo y el budismo enseñan el desprendimiento del mundo físico porque es pasajero. El apego a las pasiones físicas y a las posesiones traen sufrimiento al individuo y al mundo. Para los católicos, el desprendimiento es una afirmación mayor de la vida; esto significa que amamos y apreciamos los dones de Dios, pero mantenemos las cosas en su perspectiva adecuada. Por ejemplo, nos gusta un hogar bonito pero no como símbolo de un estatus o de una buena inversión, sino porque es el lugar más amoroso y seguro para cultivar un matrimonio, comenzar una familia y ofrecer hospitalidad a otros.
En la Iglesia Católica los sacerdotes y los religiosos siguen un camino extremo de pobreza porque, mediante su ejemplo, ellos enseñan a todos los fieles que “el desprendimiento interior” es bueno para el progreso espiritual. Su ejemplo de “amar la pobreza como una madre” señala el camino a los cristianos para saber comprar, aprender la generosidad verdadera y a apreciar las cosas según su justo valor.
En un mundo donde es el 1% de la población mundial el que controla una amplia proporción de la riqueza, este acercamiento al desprendimiento es más que necesario. En un mundo donde cada vez más gente se apropia de los recursos globales, este entendimiento equilibrado de la riqueza y de la posesión es vital. En un mundo donde la codicia y el materialismo lo envenenan todo, un aprecio apropiado de todas las cosas en la simplicidad de la vida es un antídoto que necesitamos desesperadamente.
El Papa Francisco estaría de acuerdo en que la pobreza, en sí misma, no es una virtud, sino una cruz. Como Iglesia y como sociedad deberíamos hacer todo lo que podamos para ayudar a las personas a salir de la pobreza.
Sin embargo, debemos recordar que la pobreza no es una virtud en sí, y tampoco la riqueza. A través del desprendimiento, ambos, la riqueza y la pobreza, se ponen en la perspectiva correcta y aprendemos a apreciar las cosas según su valor real.
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