“¿No necesito nada, espiritualmente?”, plantea en la homilía de este jueves en Santa Marta
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La alegría del Señor es nuestra fuerza, en Él encontramos nuestra identidad. Es uno de los pasajes de la homilía de Francisco en la misa matutina celebrada en la Casa Santa Marta del Vaticano en la fiesta de Teresa de Lisieux, santa especialmente querida por Jorge Mario Bergoglio.
El Pontífice ha destacado que nunca, en el corazón de un cristiano, debe apagarse la nostalgia de Dios; si no, nuestro corazón no puede hacer fiesta.
El Papa Francisco ha partido de la Primera Lectura, tomada del Libro de Nehemías -que explica que el pueblo de Israel después de largos años de deportación vuelve a Jerusalén- para ofrecer su reflexión sobre qué da sustancia a la identidad de un cristiano.
El Pontífice ha recordado que también en los años de Babilonia, el pueblo siempre se acordaba de la patria. Después de tantos años, ha dicho, llega finalmente el día del retorno, de la reconstrucción de Jerusalén y, como narra la Primera Lectura, Nehemías pide al escriba Esdrás leerle el Libro de la Ley al pueblo. El pueblo está feliz: “estaba alegre pero lloraba y sentía la Palabra de Dios; tenía alegría pero también lloraba, todo junto”.
La alegría del Señor es nuestra fortaleza
¿Cómo se explica esto?, ha preguntado Francisco: “Sencillamente, este pueblo no solo había reencontrado su ciudad, la ciudad donde nació, la ciudad de Dios, este Pueblo al escuchar la Ley, encontró su identidad, y por esto estaba contento y lloraba”.
“Lloraba de alegría, lloraba porque había encontrado su identidad, había reencontrado esa identidad que con los años de deportación se había perdido un poco. Un largo camino. “No os pongáis tristes, dice Nehemías, porque la alegría del Señor es vuestra fortaleza”. Es la Alegría que da el Señor cuando encontramos nuestra identidad. Y nuestra identidad se pierde en el camino, se pierde en tantas deportaciones, o nuestras autodeportaciones, cuando hacemos un nido aquí, un nido allá, un nido… y no en la casa del Señor. Encontrar la propia identidad”.
Solo en Dios encontramos nuestra verdadera identidad
El Papa se pregunta, por tanto, de qué forma se puede encontrar la propia identidad. “Cuando tú has perdido lo que era tuyo, tu casa, lo que era propiamente tuyo -ha destacado-, te viene esta nostalgia y esta nostalgia te lleva de nuevo a casa”.
Y este pueblo, ha añadido, “con esta nostalgia, se sintió feliz y lloraba de felicidad por esto, porque la nostalgia de la propia identidad lo había llevado a encontrarla. Una gracia de Dios”.
“Si nosotros, por ejemplo, hemos comido mucho, no tenemos hambre. Si estamos cómodos, tranquilos, donde estamos, no sentimos la necesidad de irnos a ninguna otra parte -ha planteado-. Y yo me pregunto, y estaría bien que nos lo preguntásemos hoy: ‘¿Estoy tranquilo, contento, no necesito nada (espiritualmente, digo) en el corazón?’. ‘¿Se ha apagado mi nostalgia?’”.
“Miremos a este Pueblo feliz, que lloraba pero de alegría. Un corazón que no tiene nostalgia, no conoce la alegría. Y la alegría, es nuestra fuerza, la alegría de Dios. Un corazón que no sabe lo que es la nostalgia, no puede hacer fiesta. Y todo este camino que comenzó mucho tiempo atrás, termina en fiesta”.
Que no se apague en nuestro corazón la nostalgia de Dios
El Pueblo, ha recordado Francisco, exulta con gran alegría, porque había “comprendido las palabras que les habían sido proclamadas. Habían encontrado lo que la nostalgia les hacía sentir y seguir adelante”.
“Preguntémonos cómo es hoy nuestra nostalgia de Dios -ha concluido el Papa-: ¿Estamos contentos así o todos los días tenemos este deseo de ir adelante? Que el Señor nos dé esta gracia: que nunca, nunca, se apague en nuestro corazón la nostalgia de Dios”.