Parece que el bebé “no se entera”, pero su cerebro está recibiendo informaciones fundamentales
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Los primeros tres o cuatro años del niño son una etapa en la que el cerebro crece aproximadamente los dos tercios de su tamaño definitivo, y evoluciona en complejidad a un ritmo mayor que el que alcanzara jamás. Durante este periodo, el estrés grave puede dañar los centros de aprendizaje del cerebro.
Jorge.
Al caer la tarde, Beatriz recibió a su esposo que llego del trabajo; arreglada, muy guapa, con la ilusión de quien se sabe amada. Había sido un día de ajetreo para ambos, por lo que se acostaron cansados pero satisfechos de los empeños compartidos. La ultima en hacerlo fue Beatriz, después de arreglar entre otras cosas, algunos pendientes del orden de la casa, así como cambiar el pañal, darle biberón y arrullar hasta dormir a Jorgito, su bebe de dos meses, primer hijo del matrimonio.
A las dos de la mañana el pequeño siente hambre y se despierta llorando. Beatriz, somnolienta, haciendo un esfuerzo lo toma con delicadeza en sus brazos, y durante la siguiente media hora el bebe se alimenta feliz de su pecho. Mientras lo hace, la madre lo mira con amor al tiempo que le canta suavemente diciéndole lo mucho que lo quiere, lo bello que es, y que, aunque cansada, está muy contenta de ver que su ojos tienen el mismo color que los de su padre.
El bebe la mira fijamente como si la entendiera y se agita feliz como si fuera de día. Finalmente, satisfecho con el alimento y el amor de su madre, se acurruca en sus brazos y se queda dormido. Beatriz lo deposita con suavidad en su cuna y lo observa con el corazón enternecido, sumirse en el más infantil de los sueños.
Jorgito, además de sentirse amado a través de una lección emocional básica, está aprendiendo que las personas atienden sus necesidades, que él puede contar con su ayuda y que puede conseguirla con eficacia. Aprende sus primeras lecciones para a sentirse seguro en el mundo, a ser eficaz e interactuar en una sana dependencia con los demás.
Estos mensajes positivos se prolongaran en sus primeros años, y serán muy importantes, pues estimularán sus capacidades y la forma positiva en que interpreta sus propias emociones.
Años después, Jorge es un hombre equilibrado y feliz que ha formado su propia familia y repite las mismas lecciones emocionales básicas con sus hijos, mostrando amabilidad y disposición al ayudarlos con sus tareas y otras muchas formas de apoyo y comprensión.
Alfredo.
Alfredito también tiene poco más de dos meses de nacido, como todo niño de su edad, también come con frecuencia sin distinguir el día de la noche. Esa madrugada, desde su cuna llora por su alimento. Es un bebe sano y hermoso.
Adela su madre, despierta tensa e irritable, se había quedado dormida hacía apenas un rato después de una de tantas peleas con su esposo, que esta vez, había llegado trasnochado y con copas.
El bebé empieza a sentirse tenso en cuanto su madre lo alza bruscamente diciéndole: ─ ¡cállate, que no soporto! ¡Ya come de una vez!”.
Le da el pecho al niño mirándolo airada, luego, mientras lo alimenta, Adela fija su vista en otro punto, recordando con detalles la pelea con su esposo, con lo que solo logra un resentimiento que la agita, por lo que oprime demasiado al niño.
El bebe percibe su gesto, su tensión, protesta y se pone rígido, llora, puja y deja de alimentarse.
─-¿Entonces, qué es lo que quieres?, ─dice su madre, y agrega: ─ ¿Para eso me despertaste? ¡Pues no comas!
Con la misma brusquedad lo vuelve a poner en su cuna, casi arrojándolo, para salir de la habitación precipitadamente; el niño se queda llorando, hasta que exhausto, se vuelve a dormir.
Estos mensajes negativos se prolongaran también en los primeros años de vida de Alfredito, afectando sus capacidades y creándole una forma negativa de interpretar sus propias emociones.
Malas lecciones, pues está descubriendo que no le importa realmente a nadie, que con la gente no se puede contar, y que sus esfuerzos por encontrar consuelo, serán infructuosos.
Años después, Alfredo lleva una vida y un matrimonio con muchos altibajos. Es un padre distante y desdeñoso que suele contestar a sus hijos cuando estos le piden algo de ayuda y comprensión, con frases como: “No me molestes…. tengo un trabajo importante que hacer”.
Son dos ejemplos extremos y algo irreales, es cierto. La vida no es ni de color rosa ni de color negro. Pero hay una lección que aprender de ellos:
La mayoría de los bebes reciben lecciones emocionales positivas y negativas, pero cuando una de ellas prevalece, moldea sus expectativas emocionales con respecto a las relaciones y puntos de vista que impregnaran su manera de moverse en todos los ámbitos de la vida, para bien o para mal. Se trata de un impacto profundo.
Puede ser una explicación de porqué un adulto, aun habiendo logrado un consistente grado de madurez en sus relaciones con los demás, en ocasiones se descubra a si mismo reaccionando con regresiones de desconfianza, desapego y fácil tendencia al resentimiento.
Sin embargo, la autoeducación emocional es posible, ya que el hombre es indeterminado en su libertad por lo que puede construir un feliz proyecto de vida, aprovechando las experiencias en un continuo aprendizaje, en el que la falta de experiencias positivas, pueden ser suplidas con adecuados razonamientos.