La admiración por la sencillez del Papa no sólo es un simple grito por el tipo de auto utilizado. Con ese gesto, Francisco indica cuál es el sentido del servicio
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Los gestos valen más que mil palabras. Y cuando se trata de un país agobiado por la corrupción, la sencillez del Papa Francisco arrasa con la parafernalia oficial, entre trajes y corbatas o uniformes de generales. En impresos, sitios web y televisión de Kenia, converge el mismo comentario: Francisco dio a la estrafalaria clase política keniana una lección de humildad.
Los medios de Nairobi así lo reportaron. “Aún antes de cualquier palabra, el Papa Francisco dio una lección a los extravagantes líderes de Kenia”. Un auto, el Honda Ballade, contrastó con toda la comitiva oficial del “Presidente Uhuru Kenyatta… quienes se movieron en largo convoy de vehículos caros como Mercedes, Toyota, Land Crusier y Range Rovers, todos bajo la manutención de los contribuyentes de Kenia”.
Los ciudadanos no dieron crédito a lo que sus ojos veían de un Jefe de Estado. No creían que usara un auto modesto cuando los poderosos se mueven en el lujo de lo último acorde a su dignidad política. Incluso los comentaristas invitados a los programas de tv expresaron llenos de asombro: “It´s a Honda… Yes, It´s a Honda!”
Y es que Kenia es uno de los países más lastimados por la corrupción y opacidad en el continente africano. Los activistas políticos opositores al régimen afirman que en la administración de Uhuru Kenyatta, la corrupción es galopante e imparable representando pérdidas estratosféricas que conducen a la pobreza y miseria del pueblo. Los índices, de acuerdo a Transparencia Internacional, ponen a Kenia en los últimos lugares de las listas de los países corruptos. El soborno es moneda corriente derivando en pérdidas multimillonarias que enriquecen los bolsillos de los políticos.
De acuerdo con reportes internacionales, los kenianos ven entre los más corrompidos a las corporaciones policiales, autoridades judiciales y representantes locales. Y como acostumbran los líderes, los golpes mediáticos son paliativos del gran cáncer que crece en el gobierno. El Presidente Kenyatta reveló una “Lista de la vergüenza” que destapa los nombres de funcionarios de bajo nivel para ponerlos a disposición de los jueces; sin embargo, las demandas más urgentes no tienen atención, como es el enjuiciamiento de burócratas de alto nivel o la promoción de normas efectivas de transparencia y rendición de cuentas. En Kenia, la corrupción está fuera de control.
Y en este segundo día de la peregrinación africana, ante jueces, diputados, senadores, ministros y el Presidente del país, el Papa Francisco llamó la atención sobre el mal que estremece a la nación. Antes, Uhuru Kenyatta, quien presumió de su educación católica, se lavó la cara afirmando ante el Pontífice: “La corrupción desvía recursos y divide a nuestro pueblo. Roba nuestra seguridad, la prosperidad y nuestra salud. La corrupción nos enfrenta unos a otros, nos quita la esperanza y nos asesina. La sociedad civil, los medios de comunicación, los líderes a lo largo y ancho del país, todos los kenianos, sabemos que debemos ganar esta guerra contra la corrupción… Santo Padre, rece por nosotros mientras peleamos esta guerra…” De las 174 naciones medidas en la corrupción, Kenia está en el 145.
La admiración por la sencillez del Papa no sólo es un simple grito por el tipo de auto utilizado. Con ese gesto, Francisco indica cuál es el sentido del servicio y cómo los bienes deben ser puestos al servicio sin encadenar la vida de las personas. El gesto es la limpidez, la transparencia y sinceridad del Papa que dice a Kenia que el cristianismo implica honestidad ante los escándalos que pretenden estremecer las actitudes del Santo Padre.
El mejor ejemplo se predica con la coherencia y, a pesar de las limitaciones del idioma y la cultura, Francisco prosigue en la denuncia de lo que es un gran pecado a los ojos de Dios: la corrupción aniquilante del desarrollo humano. Ante la crema y nata de la política, de hombres y mujeres, laicos y eclesiásticos, la parsimonia del Pontífice reveló la templanza de un discurso cortés, pero duro contra los males que azotan a los líderes por su megalomanía y avaricia.
A ellos se les ha dado mucho y se les exigirá mucho. Y sin mencionar ni una vez la palabra “corrupción”, Francisco señaló cuáles son las obligaciones de los responsables de los destinos políticos de Kenia: “Les animo a trabajar con integridad y transparencia por el bien común, y fomentar un espíritu de solidaridad en todos los ámbitos de la sociedad. Yo les exhorto, en particular, a preocuparse verdaderamente por las necesidades de los pobres, las aspiraciones de los jóvenes y una justa distribución de los recursos naturales y humanos con que el Creador ha bendecido a su país”.
Porque en el fondo, la admiración por el sencillo Honda papal lleva el deseo de una sociedad más libre, virtuosa y merecedora de una clase política que vea el servicio como vocación de sencillez y humildad en lugar de ser botín que los condene por el pecado que Francisco denunció sin decirlo por su nombre. Y ese mal no está muy lejos de nosotros.
Artículo originalmente publicado por SIAME