La escritora de bestseller cree que más que ecologismo, hace falta un nuevo modelo de relación con los animales y la naturaleza
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“Del cristianismo hay que enamorarse”, nos cuenta en esta entrevista concedida a Aleteia Susanna Tamaro. Justo esta semana en que en París se habla del clima, la célebre escritora italiana de “Donde el corazón te lleve” pone en guardia ante los peligros relacionados con las derivaciones ideológicas del ecologismo y explica la necesaria relación entre el hombre y el animal.
La Tamaro, en su refugio del campo, afronta temas como la muerte, el amor, la familia, los lazos afectivos y la función de la literatura en un mundo sin amor.
– El amor rodea siempre su obra.
Pienso verdaderamente que la falta de amor es el gran mal de la vida, es decir, que no hay otro mal y que la única terapia contra este mal es el mismo amor. No hay terapias psicológicas, se puede tener ayuda pero sólo el amor total cura las heridas del amor.
– Nuestra sociedad está dramáticamente enferma de amor.
Hay mucho amor narcisista, hay mucho amor posesivo, hay mucho amor de propiedad. Vemos ahora cómo las personas se matan, tu me dejas y yo te mato. Hay una auténtica locura antropológica además de espiritual. No se puede decir otra cosa aparte de que el amor es don de uno mismo, y que sólo como don puede regenerar otra vida.
– La literatura no nos deja en paz. Nos remueve.
La literatura nació precisamente para turbar, está hecha para turbar. Hay una fractura entre el lector de ahora y lo que es la verdadera tarea de la literatura.
Yo confío en los jóvenes, porque veo que cuando les das libros buenos, comprenden, algo resuena en ellos. Comprenden lo que les nutre y no les distrae. Es muy bueno distraerse, pero la literatura, la escritura, está hecha para alimentar a las personas, no sólo para distraerlas.
– El que escribe, se muestra.
Para escribir hace falta ser muy valiente. Porque escribir es precisamente desnudarte, y debes exhibir tu desnudez humana , pero sin autocomplacencia. No una exhibición narcisista, sino un decir: yo tengo esta capacidad de mirar dentro del alma y la uso hasta el final, sin poner barreras para esconderme. Porque este es el don que tengo, y las demás personas pueden sacar provecho sólo si yo soy de verdad honrada.
En cambio el artista es el que se desnuda completamente, sin temor, porque no hay narcisismo en este oficio: es un ofrecerse a través del don al lector. Mi vida es reservada, privada. Mi alma es pública.
– ¿Por qué en su mundo se entrecruzan siempre estos vínculos familiares?
En nuestros padres está un poco también el secreto de nuestra vida. Así que indagar en las raíces, en la familia, en las relaciones, es fundamental porque nosotros estamos hechos de relaciones afectivas, y las primeras relaciones son naturalmente con los padres. Pueden ser positivas, negativas, positivo-negativas, pero nos definimos a través del origen, de los padres, y por esto es importante.
La literatura, en el fondo, ha hablado siempre de las relaciones afectivas.
– La naturaleza es un componente importante para usted. ¿Siempre ha sido así?
La naturaleza nos habla de la belleza y del misterio de la vida, ante todo. Por esto he elegido vivir en el campo, porque también para escribir, para profundizar, hay que estar muy solo y también muy en contacto con la naturaleza.
La naturaleza ofrece continuas metáforas cuando se escribe, es un espejo en el que te miras y en el que miras la vida del hombre, y ella te devuelve estas metáforas que te ayudan a interpretar la vida del hombre. Pienso que si no hubiera vivido estos 26 años en el campo, mi obra sería mucho más pobre.
– Usted está siempre en compañía de los animales, verdad?
Los animales son la pura inocencia, pienso yo, y tienen un corazón que sólo está dispuesto al don. Yo necesito mucho esta cercanía a los animales, aunque no soy animalista en sentido ideológico. Creo que es un enriquecimiento mutuo, y en los próximos años será totalmente necesario un nuevo paradigma hombre-animal: un paradigma que no sea ideológico pero que respete la criaturalidad que hay en los animales, que nos nutre y que hace posible nuestra vida.
– ¿Qué piensa de la llamada del Papa Francisco a una ecología más humana?
No se puede dejar la ecología en mano de las derivas ideológicas, que al final son derivaciones de tipo pagano y son peligrosas. Todo reluce en el amor si se respeta la visión entera del universo como Creación. Entonces todo se pone en su sitio. En el momento en que se produce una deriva ideológica, es justo el momento en que hay mucha violencia y mucha separación. Así que una visión cristiana de la naturaleza en este momento es absolutamente fundamental.
– ¿Qué piensa de la propuesta del cristianismo, en un mundo más bien materialista?
Del cristianismo hay que enamorarse, conociendo personas que te hacen enamorar. Yo creo que la vida cristiana es el camino de máxima realización del ser humano, y por tanto un camino de máxima libertad y de máximo amor. Así que, antes de decir yo soy cristiano, prefiero que las personas digan: “mira, qué bien se está con esa persona, qué feliz es, qué libre, yo también quiero ser como ella”. Entonces puedo decir: “Bien, yo soy así porque soy cristiana”. No digo antes el nombre y después el hecho: antes el hecho, y después te puedo decir también el nombre.
– Leyendo sus obras, se tiene la impresión de que usted tiene una relación casi natural con la muerte. Como si fuese muy consciente de que somos finitos, y que no queda tanto tiempo.
Yo adoro la vida. Precisamente porque pienso en la muerte, adoro la vida. Y este es el punto fundamental. Y creo que uno de los males de nuestra sociedad contemporánea es precisamente haber borrado este horizonte de la muerte, de la finitud del hombre. Así que todo pierde sentido de alguna manera, o se convierte en un juego loco: si no me interrogo sobre el sentido del límite, del final. De hecho, en mis libros se habla constantemente de este límite, de este misterio sobre el que todos, inevitablemente antes o después, nos asomamos.
– Y algunos se han convertido al cristianismo con sus libros.
Mis libros son un poco como una luz en la opacidad de los días de las personas, y les ayudan a poner en marcha un camino de cambio. Y debo decir que es verdad: he tenido también personas que se han convertido a través de mis libros. Han pedido el bautismo, han realizado un verdadero camino de fe partiendo de lo que había puesto en mis libros – que no es mérito mío – y que suscita estos cambios en las personas.